Por Sarai Alvarado, desde Tegucigalpa

Ilustración: Florencia Capella

Agencia Presentes

Un joven fue asesinado y su cuerpo arrojado a un extremo de la carretera que conduce al antiguo basurero público en el Barrio Suyapa, en la violenta ciudad de Choloma en el departamento norteño de Cortés, Honduras a 312 kilómetros (193 millas) de la capital Tegucigalpa. Su cuerpo semidesnudo yacía en la calle la mañana del 7 de octubre. Sus piernas habían sido atadas con una cuerda color azul que rodeaba también su cuello y manos con un nudo torniquete, seña particular en homicidios de odio. El cuerpo del joven -cuya identidad preferimos mantener en reserva- había sido torturado y arrojado desde un vehículo en marcha, según informaron agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), quienes recogieron las primeras evidencias del crimen.

A dos semanas de su muerte no existe mayor avance de la investigación, según la fuente policial consultada en la DPI, en un país en donde se reportan a diario entre 13 a 16 muertes violentas. Dos de estas muertes diarias son de mujeres y al menos una cada semana de miembros de la comunidad LGTBI, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH).

Algunas de sus amistades contaron que el joven era miembro de la comunidad LGTBI+. Pero su familia lo niega y resalta el hecho de que fuera padre de un bebé de un año. “Era un joven alegre, y su vida personal, era muy de él” expresaron sus allegadxs. Y añadieron que no querían ahondar más en el tema por temor. Nada les serviría, estimaron, puesto que “ni a la Policía Nacional ni a los fiscales del Ministerio Público (MP) les interesa investigar los crímenes y menos si eran de este tipo”.

La autopsia reveló la saña del crimen

En la mesa de autopsias quedó al descubierto la saña del crimen. “La causa de muerte fue asfixia por estrangulación”, informó a Presentes una fuente forense y que consta en el dictamen forense. Que ningún fiscal del Ministerio Público (MP) a este día, ha solicitado para seguir con el proceso judicial y poder llevar el caso ante un tribunal.

Sumado a los hallazgos científicos, el joven asesinado tenía varios hematomas ocasionados con algún objeto contuso (no filoso). Sus orejas estaban laceradas, una cortada, la otra perforada en varias partes. Se infiere que antes de morir, la víctima fue sometida a tratos crueles y torturas con armas blancas. Que la hicieron arrodillarse y la arrastaron, y llegaron al punto de desgarrar su piel, según informó la fuente que tuvo acceso a la autopsia.

El joven había nacido en el municipio de Omoa, departamento de Cortés, zona norte de Honduras, de orígenes humildes, sencillos, tenía 24 años y criaba a un hijo, según información dada por la familia y por la Red Lésbica Feminista, “Cattrachas”, dedicada a la investigación y comunicación para la incidencia política y la defensa de los derechos humanos de la comunidad LGTTBI en Honduras.

Violencias y crímenes de odio impunes

Hasta ahora, de acuerdo a las fuentes consultadas, todo parece indicar que este crimen, al igual que 337 homicidios de personas LGTBI+ registrados desde 2009 a la fecha en Honduras, permanecerá impune. Estadísticas recabadas por Cattrachas indican que, de las 337 muertes violentas u homicidios impunes, 39 tuvieron como víctimas a lesbianas, 107 a transexuales y 190 a gays y un desaparecido. Sin contar que a finales de septiembre y en lo que va de octubre se han reportado al menos cuatro muertes violentas más, que ampliarán la estadística del último semestre de 2019.

Por asesinatos a personas LGBT+ desde el año 2010, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha exigido al Estado de Honduras que preste atención a los patrones que se repiten en las muertes violentas de las personasLGBTI+, informó Erick Martínez, activista de derechos de la comunidad LGTBI en el Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (Ciprodeh).

Martínez agrega que la mayoría de las víctimas de muertes violentas están entre quienes realizan trabajos de servicios sexuales. Y que “las mujeres transexuales son las más vulnerables a estos crímines de odio. Están a la vista por el trabajo que realizan y más expuestas a la criminalidad que hay en Honduras”, expresó.

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