Por: SEGISFREDO INFANTE

Es como un tema de debate permanente entre los cientistas sociales. Incluyendo a los que trabajan con los rigores documentales de la “Historia”. Parejamente es algo que le ha interesado a la gran Filosofía, relacionada con el origen de los conceptos filosóficos duros; con el análisis discursivo y, al final de la jornada, con el magnífico corpus de la lógica, entre cuyos autores cumbres merecen ser destacados Aristóteles y Kurt Gödel, para sólo mencionar dos grandes filósofos y lógicos de todos los tiempos. En el ambiente hondureño he detectado, en fechas recientes, un par de textos del erudito Mario Posas: “Herramientas para el trabajo intelectual”, y “Lecturas de apoyo para la investigación histórica”, libros dignos de ser leídos.  

Pero en este caso particular deseo alejarme de los debates modernos, y hacer un poco de historia para mis lectores dominicales. Durante el siglo diecinueve de nuestra era occidental, o quizás desde mucho antes, se había sospechado que Arquímedes había elaborado un método científico. Empero, no había ninguna manera para demostrarlo. No parecían quedar rastros bibliográficos por ningún lado. Sólo quedaba en pie la sospecha científica; o cuando menos epistemológica. 

Después de dos mil ciento dieciocho años (2,118) transcurridos desde la muerte violenta de Arquímedes de Siracusa, alguien descubrió y comprobó, durante el año 1906, la existencia del “Método” del gran científico polivalente de la antigüedad griega, expuesto en una carta que él le había dirigido al matemático Eratóstenes, bibliotecario de Alejandría. La carta metodológica de Arquímedes se perdió, casi del todo, durante siete siglos. Por eso era imposible demostrar su existencia. Vale la pena subrayar que el aludido “Método” fue redescubierto, reconstituido y descifrado en la ciudad de Estambul, pues el texto se encontraba escondido dentro de un palimpsesto de cera que utilizaban los monjes medievales para escribir sus cánticos. Para fortuna de la humanidad el texto interior del “Método” se había conservado, en medio del material de cera, detrás de unas oraciones religiosas. Desde ahí fue posible rescatarlo con técnicas hipermodernas. Todo lo cual significa una de las más fascinantes historias de la archivística de las civilizaciones.    

El método matemático inventado por Arquímedes es dualístico en el sentido que el autor supo conjugar el purismo platónico de los viejos matemáticos formalistas, con el practicismo de las demostraciones “indirectas” de aquellos pocos intelectuales antiguos que recurrían al experimentalismo mecánico y a los diagramas geométricos dibujados sobre papiros y pergaminos. Distanciándose de las abstracciones numéricas excesivamente racionalistas de Pitágoras, del gran idealismo de Platón y de los silogismos imprácticos derivados de la escuela de Aristóteles, el autor del método matemáticoinsistía en que  podían demostrarse los teoremas recurriendo a las aproximaciones físicas y mecánicas por la vía del descarte y de la “reducción al absurdo” (o reducción “al imposible” como dirían otros). Este doble camino (o método plural) permitía que Arquímedes hiciera misceláneas matemáticas y que elaborara planteamientos revolucionarios como el de la divertida “cuadratura de la parábola y del círculo”, transgrediendo la geometría plana del momento.

No todos los científicos y los teóricos son partidarios de los métodos rígidos para alcanzar una verdad. Se argumenta incluso que hay varios caminos para llegar al mismo objetivo teórico o práctico. Recuerdo claramente mi sorpresa cuando a mediados de la década del ochenta del siglo pasado, me topé de pura casualidad con el libro “Tratado Contra el Método” del físico Paul Feyerabend, que lo había publicado unos diez años antes.

Otro personaje que a mi juicio fue antimetódico y genial, es el francés Evariste Galois (1811-1832), a quien un feroz y amargo examinador acusó –en febrero de 1830– de “no saber absolutamente nada”. Leopold Infeld, físico polaco y colaborador cercano de Albert Einstein, ha advertido que todas las fuentes accesibles que tratan de la vida de este matemático francés, son como “fragmentos inconexos ycontradictorios” que hacen difícil la reconstrucción biográfica de Evariste Galois. El escritor polaco compara la vida arrogante y segura de algunos burócratas, con la trayectoria de los científicos humildes que avanzan sobre los territorios de la duda disminuyendo incesantemente la inmensa extensión de lo desconocido. Y afirma que Galois es  acaso“el más importante genio matemático que nunca haya vivido”.  

Aquí el propósito es histórico, y propedéutico, para que los muchachos y profesores sinceros se auxilien un poco de la historia y de la filosofía de la ciencia. Resulta hasta cierto punto de vista pedante recomendar bibliografías difíciles de conseguir en nuestro terruño. Sin embargo, tal vez sería prudente repasar el citado libro “Contra el Método” de Feyerabend; “La formación del espíritu científico” de Gaston Bachelard; “El concepto de método” de Justus Buchler; y “La realidad no es lo que parece” de Carlo Roveli.

            Tegucigalpa, MDC, 01 de diciembre del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 08 de diciembre de 2019, Pág. Siete). (Nota: Varios de estos artículos se han venido reproduciendo en el diario digital “En Alta Voz”).      

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