Por: SEGISFREDO INFANTE
Durante la mañana del sábado 16 de noviembre del año en curso, recibí un video que me había reenviado el doctor Dagoberto Espinoza Murra, en donde aparece un nieto político de Ramón Oquelí Garay, exponiendo el tema de las generaciones y el concepto de nación a partir de la obra de José Ortega y Gasset, y de su mismo abuelo. Aquí conviene remarcar que Ramón Oquelí fue el primero en utilizar y trabajar el concepto “generacional” ortegueano en Honduras, con fechas precisas y sendas publicaciones impresas. Esta aclaración es más que pertinente porque en nuestro país exhibimos la deficiente costumbre de divagar y abundar en generalidades demasiado abstractas cuando se habla de los méritos intelectuales específicos de un hombre, como alejándolo de la realidad real; o casi sin decir nada sobre la posible profundidad de su pensamiento escrito.
El joven erudito Carlos Antonio Sosa Espinoza (nieto del doctor Espinoza Murra y de nuestro inolvidable Ramón Oquelí), tuvo la oportunidad de exponer brevemente sobre la vida y la obra de “Don Mocho” en las instalaciones de la Unesco en París, acompañado de su tía materna Lolita Oquelí Turcios, y de otros familiares; auspiciado por el embajador don Roberto Ramírez Aldana; y apoyado por el exquisito poeta, ensayista y diplomático hondureño don José Antonio Funes, amigo entrañable nuestro, desde hace tantos años.
Mi reacción de alegría fue tan grande, tan desbordada, tan sincera, que compartí inmediatamente el video con los integrantes del “Círculo Universal de Tegucigalpa Kurt Gödel”, con otros amigos cercanos y con mi familia. No lo podía creer. Porque el nombre del gran intelectual y pensador Ramón Oquelí Garay (QEPD) había comenzado a caer en el cruel olvido. En verdad éramos muy pocos los que recordábamos su nombre. Y habíamos sido poquísimos los que habíamos leído toda su obra; o que lo habíamos conocido a él, personalmente, de verdad. Más allá de cualquier anécdota. Sin estereotipos ni prejuicios municipales. Pero ahora resulta que casi de “la nada” emerge un jovencísimo nieto suyo (hijo de Eleonora) exponiendo su obra en París, en una de las ciudades metropolitanas más importantes del planeta, razonando contra “los sectarios” y “los intolerantes” de Honduras, a partir de los textos patrióticos oquelinianos. Por la tarde hice circular un “WhatsApp” cargado de errores de dedo y de maligno teclazo tecnológico. Por la noche le envié una carta fraterna a “Lolita” para agradecerle a ella y a José Antonio. Al día siguiente Lolita Oquelí me escribió a mi celular dándome toda clase de detalles sobre tal iniciativa cultural; y acerca de la conferencia sobre su padre y otros posibles proyectos pendientes.
Por alguna extraña razón nuestro amigo intelectual firmaba casi todos sus artículos y ensayos con el nombre de “R. Oquelí”. Creo que no le gustaba para nada el larguísimo nombre que le habían clavado los escribanos en un viejo registro municipal. Era pésima costumbre de los secretarios y escribanos colocar nombres ajenos muchas veces sin el consentimiento familiar, el cual se arrastraba hasta la pila bautismal, sin que los sacerdotes modernos pudieran hacer nada. Mi hermano menor, por ejemplo, se llamaría “Mario Rigoberto”. Pero ellos decidieron, sin consultarle a la familia, ponerle “José Elías”. Lo cual debiera ser moralmente ilegal; atentatorio contra la identidad real y contra la dignidad de la persona humana. La otra posibilidad es que “Don Moncho” se haya inclinado por usar una especie de abreviatura al estilo de “J.L. Borges”.
Esta noticia positiva nos ha inundado de contento, y llega en forma paradójica cuando en el presente año hemos perdido, con mucha tristeza, a varios amigos. Entre ellos a Luis Martín Alemán Castillo, Abraham Pineda Corleone, Alfredo José Cantero (hijo de Emelisa Callejas), y más recientemente ha viajado hacia la paz eterna el abogado José Mejía y Mejía, columnista de “La Tribuna”. No puedo olvidar que hace algunos años el periodista de opinión Mejía y Mejía me preguntaba frente a una librería del edificio Los Castaños: “¿Qué libro le interesa Segisfredo? Yo se lo regalo ahorita mismo.” Otro tanto ocurría con Luis Martín Alemán. Sólo son pequeños detalles imborrables.
Nosotros, por nuestra parte, nunca hemos olvidado a don Ramón Oquelí. Tampoco su extensa obra. Al cumplirse diez años de su fallecimiento, realizamos un evento conmemorativo en las instalaciones de la Academia Hondureña de la Lengua, el sábado 23 de agosto de 2014, con el beneplácito de Marcos Carías Zapata (QEPD). Los expositores principales fueron Enrique Cardona Chapas y Abraham Pineda Corleone (QEPD). Este último expuso una “Aproximación a Gentes y Situaciones”, un hermoso libro oqueliniano de cuatro tomos, que nosotros publicamos en la vieja Editorial de la UNAH. Afirmaba el poeta ruso-judío Evgueni Evtushenko: que “la justicia es un tren que siempre llega tarde”. En el caso de R. Oquelí ha comenzado a cumplirse este principio de justicia al margen de los enemigos conscientes o inconscientes de la lectura seria, sobria y sostenida. Y lo menos que podemos hacer es celebrar las cosas buenas y apoyar a la familia Oquelí-Espinoza.
Tegucigalpa, MDC, 17 de noviembre del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 24 de noviembre de 2019, Pág. Siete). (También se reproduce en el periódico digital “En Alta Voz”).