Por: SEGISFREDO INFANTE

            Honduras, a pesar de los pesares, ha tenido el privilegio de ser un país recorrido por personas importantes tanto en la época colonial como en los tiempos republicanos, inclusive en fechas recientes. Una parte de estos visitantes escribieron informes, censos, libros y poemas, y otros formularon comentarios aislados o se dieron a querer entre la población. A esta actividad itinerante de escribir, la doctora Reyna M. Durón, y otros autores, la han bautizado como “Literatura de Viajeros”.

            No pretendo agotar la lista de los visitantes. Por ahora sólo deseo subrayar ciertos nombres. Creo que conviene empezar con el obispo Fernando de Cadiñanos, quien elaboró el censo poblacional de la provincia de Honduras en el año 1791. Luego habría que continuar con el intendente Ramón de Anguiano, y su censo elaborado entre 1801 y 1804. Todo antes de la Independencia. Después de la Independencia vale la pena aludir al abogado y cronista John Lloyd Stephens, con su libro “Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán”, de cuyo contenido hablaremos en otro momento.

            Para la época republicana es insoslayable el nombre de Ephraim George Squier, por haber realizado estudios geográficos y climáticos de Honduras, y quizás la primera aproximación etnolingüística al mundo de los “lencas”, en la subregión centro-occidental de Honduras. Casi al mismo tiempo, es decir, a mediados del siglo diecinueve, aparece en estos lares el explorador estadounidense William V. Wells, con un viaje intenso por el departamento de Olancho. Decía Ramón Oquelí que uno de los más importantes embajadores que Estados Unidos ha enviado a Honduras, ocurrió durante el gobierno de Abraham Lincoln. Pero al redactar este artículo me resulta difícil recordar su nombre.

Más adelante, en el contexto de la reforma liberal, romántica y positivista, contamos con la presencia de la británica Mary Lester (1881), una mujer solitaria, con un periplo que va desde Amapala, pasando por Tegucigalpa, Comayagua y San Pedro Sula. Sobre las andanzas del cronista William Eleroy Curtis, recientemente publicamos un artículo, en relación con su libro “Las Capitales de Hispanoamérica”. En 1896, el gran cuentista norteamericano O. Henry, se vino huyendo de Estados Unidos a Honduras, acusado de desfalco de fondos bancarios. Se asentó en Trujillo durante siete meses, y escribió el relato titulado “Anchuria”, con el pretexto de describir a Honduras, un país cuyo interior realmente desconoció. Habría que añadir el nombre del profesor cubano, instalado en Juticalpa, Francisco de Paula Flores, animador de la juventud. Y asimismo el nombre del gran pedagogo, fotógrafo y teatrista guatemalteco Pedro Nufio, quien se instaló en la ciudad de Danlí, y después en Tegucigalpa, dejando una estela luminosa en sus andares educativos. (Tampoco se debe ocultar el nombre del poeta cubano José Joaquín Palma, quien introdujo aire fresco en la literatura hondureña durante el último cuarto del siglo diecinueve).

            En el curso del siglo veinte la presencia de visitadores y cronistas extranjeros diríamos que es abundante. Pero solamente podré rescatar, por ahora, algunos nombres de personas fallecidas. Me resulta difícil olvidar el nombre de mi padre José G. Infante, un republicano español exiliado en la costa norte de Honduras, y que fue muy querido por la mayoría de sampedranos. Todavía hay sobrevivientes que lo conocieron y trataron personalmente. Debo añadir el nombre del diplomático español Luis Mariñas Otero, quien le dedicó dos libros a nuestro país, y a quien conocí personalmente, casi al final de su existencia. Recuerdo que en la vieja Editorial Universitaria de la UNAH, le publicamos el libro que precisamente se titula “Honduras”, uno de los textos más interesantes sobre las distintas etapas históricas de nuestra economía nacional. Por otro lado siempre recuerdo la presencia erudita del escritor uruguayo Oscar Falchetti.

            En fecha reciente me ha llegado la información del fallecimiento del señor Zeev Melcer. Habiendo nacido en Argentina vino a Honduras en 1968 a trabajar con la empresa “Columbus”, con el propósito de terminar de pavimentar la carretera entre Siguatepeque y el Lago de Yojoa. El coronel e ingeniero Melcer vino con su esposa, también tucumana, la profesora y traductora Rita Kaplán de Melcer, quien laboró en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, ofreciendo clases sobre literatura del “Siglo de Oro Español”. (Parece que Atanasio Herranz posee referencias sobre ella).

            Don Zeev Melcer (1934-2021), hizo amistad con miles de hondureños, entre ellos José Manuel Zelaya Garay, “Nando” Alvarenga, Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, Fernando C. Zúñiga. Etc. Retornó a Honduras, creo que para trabajar en el tema del café, entre 1989 y 1995. Le encantaba el “tapado olanchano”, y tanto él como su familia han opinado que el nuestro es un “bello país”, sobre todo por “la gente, las personas, la sencillez, la humildad y el orgullo en el mejor sentido de la palabra.”

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