Por: SEGISFREDO INFANTE
Una de las pocas características de la mejor poesía del mundo es la ambigüedad, tanto en el significado como en el significante, y luego en la construcción encabalgada, a veces enrevesada, de los versos bien hechos. La ambigüedad resulta, hasta cierto punto, intolerable en el lenguaje político, en el matemático e incluso en la parte conceptual del alto lenguaje filosófico; pero es consubstancial a la buena poesía de todos los tiempos. Los supuestos críticos o comentaristas que exigen demasiada claridad directa en los poemas, o excesiva musicalidad en los versos, nada o casi nada saben de la excelente poesía, la cual, por regla general, es implícita, nunca tan explícita ni mucho menos simplista.
Esta reflexión técnico-filosófica respecto de la poesía, se encuentra en ligamen indirecto con las mejores melodías instrumentales y con aquellas canciones finamente elaboradas por los grandes compositores y canta-autores modernos. Desde luego que la mejor música instrumental apenas sugiere sensaciones y sentimientos que son intraducibles al lenguaje estadísticamente prosaico. Incluso intraducibles al poético. Pues en varias ocasiones me he preguntado a mí mismo, y desde luego a más de algún amigo, qué cosas recónditas y sublimes quiso expresarnos Ludwig van Beethoven en su “Novena Sinfonía”, la cual sólo podría compararse con la profunda “Misa de Réquiem” de Mozart. A veces imagino que Beethoven realizó un esfuerzo mental extraordinario encaminado a superar a su antecesor Wolfgang Amadeus Mozart, tanto en la parte instrumental (por la vía posterior del piano) como en la faceta coral. Ignoro si acaso lo logró; pero ocurre siempre que su “Novena Sinfonía” y sus “Sonatas” se salen de lo común. Mi antigua admiración por la “Novena” de Beethoven nada tiene que ver con el hecho que se haya convertido en el “Himno de la Unión Europea”, sino más bien con el concepto de lo sublime y con el acontecimiento que esa extraordinaria melodía se encuentra directamente conectada, en la parte vocal, con un poema de Friedrich Schiller.
Aclarado este punto puedo entrar sin demasiados forcejeos comparativos con el tema que hoy me ocupa. Recuerdo que fue durante la temporada del huracán y tormenta tropical “Mitch” que mi buena amiga Daniela García Lezcano me obsequió un casete con canciones del cantante italiano Andrea Bocelli. Nada sabía yo, en 1998, de este singular pianista, arreglista musical, cantante de ópera y de sencillos románticos. Pero logré disfrutar sus canciones de manera inesperada, y las sigo disfrutando y compartiendo hasta el día de hoy. Una de tales canciones es “Vivo Por Ella”, escrita por Gatto Panceri y cantada por Andrea Bocelli, con acompañamientos femeninos de varias sopranos, entre ellas Marta Sánchez. La letra es ambigua, sugerente y hermosísima, y la interpretación de Andrea Bocelli, en varios idiomas, es extraordinaria. De hecho es una especie de poema musicalizado. Creo que está traducido al español en diecisiete estrofas. Y trato de digerir su belleza en lengua italiana (“Vivo Per Lei”) y luego en francés.
“Vivo Por Ella” es una canción que retrata y sintetiza la vida de Andrea Bocelli, un hombre que padecía de glaucoma congénito y que terminó perdiendo la vista de manera definitiva a la edad de doce años. A pesar de su ceguera aprendió piano, estudió abogacía y al final se ha dedicado totalmente a la música. Al escuchar por primera vez la canción, cualquier persona podría pensar que está dedicada a una mujer. He aquí la importancia de la ambigüedad poética, siempre y cuando sea verdadera poesía. Sin embargo, “Vivo Por Ella” es la musa, y la música, a la cual Andrea Bocelli ha dedicado toda su vida. Es aquella que le acompaña en su tristeza, en su soledad, en su ceguera y en sus alegrías.
Veamos algunos versos de la canción aludida: “Vivo por ella sin saber// Si la encontré o me ha encontrado// Ya no recuerdo cómo fue// Pero al final me ha conquistado” (…) “Ella a mi lado siempre está// Para apagar mi soledad// Más que por mí// Por ella, yo vivo también”. (…) Y “Es la musa que te invita// A tocarla suavecita// En mi piano a veces triste// La muerte no existe// Si ella está aquí”. (…) “Cómo duele cuando falta (vivo por ella en un hotel)// Cómo brilla fuerte y alta (vivo por ella en propia piel)// Si ella canta en mi garganta// Mis penas más negras espanto.” (…) “Vivo por ella y nadie más// Puede vivir dentro de mí// Ella me da la vida, la vivo// Si está junto a mí”. (…) “Desde un palco o contra un muro (vivo por ella al límite)// En el trance más oscuro.// (…) “La protagonista es ella también.” (…) “Si hubiese otra vida// La vivo por ella también.”
Después de esta canción interpretada por el tenor Andrea Bocelli, cualquier lector tiene derecho a preguntarse acerca de la razón o motivación principal de su existencia, en cualquier parte del mundo. En mi caso personal estoy casi seguro que vivo por la Filosofía y la Poesía. Pues todo me podrían quitar. Pero algo de la soledad compacta y de la Filosofía podrían subsistir en los baúles y recuerdos míos y de los demás. Naturalmente que por encima de todo se encuentra el Gran Diseñador del Universo. Mi Dios personal.
Tegucigalpa, MDC, 21 de julio del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 28 de julio de 2019, Pág. Siete).