Por: Mariana Rendón, Jefa de Misión de la OIM en Honduras
Cuando llegué a Honduras hace ahora un año y medio, reconocí algo familiar. Soy hija de migrantes mexicanos y mis primeros pasos profesionales los di en México, reencontrándome con mis propias raíces, igual que miles de personas hondureñas que regresan al país con nuevas habilidades, aprendizajes y expectativas. Ese recorrido marcó mi forma de entender la migración: un proceso humano que transforma, exige resiliencia y abre oportunidades cuando se gestiona adecuadamente.
Esa misma visión me ha acompañado en mis misiones anteriores, en países tan lejanos y diversos entre sí como Níger, Ecuador y Haití. En cada uno de ellos confirmé que, incluso en entornos especialmente complejos, emergencias recurrentes o limitaciones estructurales, las respuestas más efectivas surgen cuando se trabaja de manera coordinada con las autoridades, las comunidades y los actores locales. Esa experiencia es la que hoy guía mi trabajo en Honduras, donde he conocido historias de migrantes que han tenido que tomar decisiones difíciles, pero siempre con una determinación admirable para salir adelante.
En mis primeras visitas a San Pedro Sula y Danlí, vi equipos comprometidos y comunidades buscando soluciones sostenibles. Allí entendí con claridad el valor agregado de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM): articulación, evidencia y capacidades que generan impacto sostenible, siempre acompañando a las instituciones para que lideren su propia respuesta.
Desde 1970, la OIM, la agencia de las Naciones Unidas para la migración, ha estado presente en los momentos más críticos del país: el huracán Mitch de 1998, emergencias por niñez retornada en 2014, caravanas migratorias en 2018 y, más recientemente, tormentas tropicales como Eta, Iota o Sara. En todos los casos, el enfoque ha sido el mismo: fortalecer la capacidad de respuesta del Estado, proteger derechos y generar soluciones viables.
Solo en 2025, hemos entregado más de 4.000 kits de asistencia a personas retornadas o en situación de vulnerabilidad; más de 8.000 personas en tránsito recibieron alojamiento, alimentación y atención médica; y más de 1.000 transferencias monetarias permitieron cubrir necesidades urgentes tras inundaciones recientes. Pero más allá de los hitos institucionales, lo que define nuestra razón de ser son las personas migrantes y retornadas, cuyas decisiones, esfuerzos y aportes sostienen la economía, la cohesión social y la resiliencia de sus comunidades.
Es por ellas que seguimos impulsando soluciones duraderas, porque la migración bien gestionada es un motor de desarrollo. Más de 200 personas recibieron capital semilla y asistencia técnica para sus emprendimientos. Y es que en Honduras he conocido especialmente a mujeres migrantes resilientes, decididas a reconstruir su proyecto de vida con autonomía y liderazgo; historias que recuerdan que la migración no es una narrativa de pérdida, sino de capacidad y transformación.
Nuestro trabajo se complementa con evidencia estratégica y alianzas. Estudios como el Diagnóstico multisectorial sobre necesidades de talento humano y reintegración laboral y el análisis sobre movilidad laboral vinculada al café orientan decisiones públicas y privadas; y la preparación frente a emergencias climáticas refuerza la resiliencia de las comunidades más vulnerables.
Hoy Honduras es país campeón del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular. Y nuestra labor contribuye directamente a este compromiso y al avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente en trabajo decente, educación, reducción de desigualdades, resiliencia climática y fortalecimiento institucional.
La migración seguirá evolucionando y cambiando, impulsada por factores económicos, sociales, por situaciones de violencia o inseguridad y por los efectos de fenómenos climáticos extremos. Por eso, la OIM continuará acompañando al país con soluciones basadas en evidencia centradas en las personas y sus necesidades realesl, siempre en alianza con autoridades, comunidades y socios humanitarios y de desarrollo.
En este Día Internacional de la Persona Migrante, reafirmamos por qué la OIM importa: porque importa cada historia, cada trayecto y cada aportación de las personas migrantes y retornadas, y porque nuestro trabajo se traduce en acciones verificables, protección directa y capacidades que fortalecen al Estado y a la sociedad. La migración no se detiene; nuestro compromiso, tampoco.
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