Por: SEGISFREDO INFANTE

            Amén de las complicadas o laberínticas relaciones postales entre Honduras y República Dominicana, en enero del año que discurre, el doctor Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, hizo llegar hasta mis manos dos libros importantes salidos de su fina pluma, gracias a la voluntad mediadora del escritor Fausto Leonardo Henríquez. Se trata de un par de antologías voluminosas que contienen ensayos con variados predicamentos y tesituras: “La sabiduría sagrada; la lírica en las letras dominicanas” (año 2020), del “Movimiento Interiorista del Ateneo Insular”. Y “El lenguaje de la creación; intuición del sentido en el arte literario” (año 2019), bajo la responsabilidad de la mencionada Academia Dominicana de la Lengua.

            Bruno Rosario Candelier es uno de los escritores más prolíficos y serios que he conocido en mi vida. Creo que ha publicado más de sesenta tomos, incluyendo ensayos de literatura y pensamiento; investigaciones lingüísticas y lexicográficas; conferencias; novelas; poemas; recensiones y un amplio etcétera. En cierta ocasión le pregunté que de dónde sacaba tanto tiempo para escribir. Y entonces me contestó con una frase en latín de Cayo Julio César, que traducida al castellano dice más o menos así: “Nunca un día sin una sola línea.” Es decir, el prestigioso político, diplomático y guerrero romano, a pesar de las múltiples batallas e intrigas en las que solía enredarse, siempre escribía una línea o una página cada día, alcanzando al final del año un manuscrito de trescientas sesenta y cinco páginas (en pergaminos o papiros), acción intelectual con la cual sorprendía a sus allegados, al punto que se cree que hasta la misma Cleopatra hizo un comentario casual sobre aquella obra. Los lectores inquisitivos recordarán “Comentario a la guerra de las Galias”, tal es un libro de siete volúmenes de la autoría de Julio César.

“Don Bruno” escribe cada día más de una página. Eso explica su voluminosa obra inclusive en tiempos de pandemia. Fausto Henríquez me ha detallado que el académico y líder intelectual Bruno Rosario Candelier posee una disciplina extraordinaria en cada una de sus jornadas, que casi nadie logra perturbar. Pero lo más importante de sus quehaceres, a nuestro juicio, es la riqueza y profundidad de sus textos, ya se trate de un ensayo filosófico ecuánime; de un tratado literario; de una aproximación a la mística; o de una investigación lexicográfica. Y para sólo traer un ejemplo llamativo a estos respectos me permito resaltar otro de sus libros emblemáticos: “El logos en la conciencia; lenguaje, conceptualización y creatividad” (Santo Domingo, 2010).

Retornando al párrafo inicial de nuestro comentario, en “El lenguaje de la creación” Bruno Rosario Candelier ha evidenciado el desprendimiento de incluirme como uno de los pensadores filosóficos en las arenas del interiorismo internacional. Aun cuando he sido indexado en pocas antologías poéticas transcontinentales y se han publicado algunos ensayos de mi cosecha en importantes revistas locales e hispanoamericanas, pienso que por primera vez mi obra de pensamiento ha sido objeto de un estudio sobrio en un grueso tomo, a la par de los análisis de las obras de otros autores respetables, como Rubén Darío y León David, quienes han sedimentado aportes en los exquisitos terrenos de la literatura, pero también en las esferas de la especulación teórica recia que va más allá de las faenas literarias acostumbradas en América Latina.

El estudio de don Bruno R. Candelier se centra en el libro “Fotoevidencia del sujeto pensante” (Tegucigalpa, 2013-2014), y remata con broche de oro, por la vía de un comentario anexo, ligado a los poemas extensos “Correo de Mr. Job” y “De Jericó, el relámpago”, en donde sostiene la tesis que “hay una tremenda coherencia entre lo que él piensa como filósofo y lo que él siente y piensa como poeta.” Creo que es oportuno rescatar, a propósito, otras enunciaciones del autor dominicano: Se “visualiza la primera instancia al ponerle atención cuando quiere explicar el mundo, porque el mundo no existe para nuestra conciencia, si no hay alguien que lo piense, aunque materialmente existiera. Si nadie piensa el mundo es como si no existiera, y esos presupuestos son planteamientos que se hace el pensador y por eso la importancia que tiene en su filosofía la instancia del sujeto.” (…) “Obviamente el pensador, al pensar el mundo, piensa la realidad, se da cuenta que está ante una realidad constatable. Es la misma realidad a la que nos enfrentamos todos.” (…) “Un pensador es una rara criatura que existe en el mundo intelectual de la cultura”, dentro de una relación dinámica abstracta y concreta entre “el ámbito físico y metafísico del Universo.”

Debo confesar a los lectores que antes de redactar este artículo lo pensé varias veces; pero, considerando que los libros de Bruno Rosario Candelier son inconseguibles en Honduras, he sentido la obligación de compartir una centésima de sus palabras.

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