CIMACNOTICIAS
Ciudad de México.- El pasado 28 de septiembre, las contingentas por la lucha del aborto se disolvieron cerca de las 4 de la tarde luego de no alcanzar la afluencia esperada. En puerta, se acercaba el 25 de noviembre, fecha emblema por la eliminación de la violencia contra la mujer donde Lorena Gutiérrez, madre de Daniel (16) y Fátima (12) -víctimas de negligencia médica y feminicidio-, se dio cita para realizar un acto de conmemoración: ¿Por qué no vienen?, ¿qué es esto?, dijo para Cimacnoticias mientras señalaba la plancha vacía del Monumento a la Revolución.
¿Es el síntoma de una normalización de la violencia o la apatía colectiva ha comenzado a devorar los movimientos sociales?
Lorena Gutiérrez acompañada de otras 2 personas se refugiaban del calor del mediodía en la plancha del Monumento a la Revolución en CDMX, mientras escribía en el chat de periodistas: «¿Alguien va a venir?» Cuando Cimacnoticias conversó con la activista, la denuncia fue consistente: Hemos dejado de caminar juntas.
A finales de octubre, Lorena tuvo un evento en el Centro Cultural Helénico, se preparó para recibir a un aproximado de 50 personas; al evento, sólo arribaron otras 6 madres, víctimas indirectas de feminicidio, ningún medio de comunicación, ni otra colectiva.
Tres días antes del 25 de noviembre, Lorena organizó una mesa para conmemorar el cuarto aniversario del homicidio culposo de Daniel, su hijo, denunciar la violencia institucional de la que ha sido víctima y su transitar por la justicia.
En entrevista, refiere que duró más de 8 días difundiendo el flyer de su evento, lo compartió en redes, con colectivas y redes de periodistas: «Estuvimos desde las 10 de la mañana hasta las 4:30 de la tarde… ¿sabes cuántas personas llegaron?, seis.»
Lorena no contó que, esa tarde, otro movimiento se estaba dando en el estado mexiquense: La operación enjambre, que constó de la investigación y aprehensión de servidores públicos; el foco de la inmediatez y la primicia estaba siendo peleada por los medios más influyentes del país; en esa ecuación por lecturas y ventas masivas, las madres que luchan no son sumatoria.
Una hora después de esta entrevista con Cimacnoticias, las contingentas comenzaron a avanzar de manera segregada desde la Glorieta de las Mujeres que Luchan; algunas mujeres esperaban otros horarios, otras, partieron en grupos pequeños de no más de 20 personas, mientras, una mujer, se acercó a preguntar: ¿Saben en dónde están las mujeres sobrevivientes de violencia vicaria?
Desde el estado de México, había arribado a la capital para protestar luego de haber perdido a sus hijos; estaba sola y refirió que no sabía qué hacer, ni hacia dónde dirigirse. Era su primera vez en un 25N, tomó su cartel y se perdió entre la plancha vacía de Revolución.
Apatía, desprestigio y enemistad con el Estado
La cuestión fundamental fue reconocer si la manifestación había perdido fuerza, si la segregación había sido tan vasta que era claro ante los ojos o si bien, todo se trataba de una interpretación poco sólida.
Desde este espacio, Cimacnoticias buscó a la Red Nacional de Refugios, uno de los primeros contingentes en avanzar por la avenida Reforma. Su titular, Wendy Figueroa refiere para la agencia una serie de apuntes relacionados al contexto político, la desorganización, la «fatiga feminista» y la manera en que la manifestación ha adoptado nuevas variables.
En Ciudad Juárez, Chihuahua, la activista Norma Andrade «la maestra», explora otras cuestiones relacionadas a esta tasa de participación que, parece, va en detrimento y que tienen un nexo directo con la pobre unión del movimiento feminista, que más que rayar lo político, apunta hacia la politización.
La contingenta de la Red Nacional de Refugios poseía una característica peculiar durante las marchas; se conformaba de infancias, mujeres adultas mayores, familias y madres junto a sus bebés. Este año, no sucedió.
«Me preocupa el motivo por el que ya no se marcha (…) sí, sentí desolación, este año no sé si porque algunas están alineándose por ser el primer gobierno de una mujer, por lo que hay menos exigencia que es de lo que se trata el 25N. Los contingentes estuvieron muy separados, a mucha distancia de salida», rememora la titular de la RNR.
Probablemente, el escenario que evidenció con mayor certeza estos vacíos fue el arribo a la plancha del Zócalo donde las madres y activistas leían sus exigencias; el espacio estaba solo y rápidamente, los grupos se disiparon dejando rebotar el eco de las voces de las madres quienes exigían apoyo, principalmente, por la expedita aparición de la activista Sandra Domínguez.
Al preguntarle a Wendy Figueroa sobre a qué se debe este debilitamiento colectivo, la respuesta esboza algo que ya se advertía: «No sé exactamente qué está sucediendo».
Aunque esto parezca una obviedad, en realidad, tiene todo el peso de la verdad, pues resulta imposible hablar por todas las mujeres y familias que han dejado de asistir; no se le puede poner nombre a cada decisión que puede estar atravesada por diferentes causales como por ejemplo, falta de tiempo o incapacidad de asistir por motivos personales.
Sin embargo, sí se pueden dejar dados los primeros pasos sobre, si lo vivido durante el 28 de septiembre y el 25 de noviembre, es una advertencia de algo más grande; un debilitamiento estructural, un hartazgo colectivo de las feministas o incluso, la normalización de la violencia.
En una mirada más amplia, Norma Andrade añade que la falta de unión colectiva está lastimando el movimiento; nadie parece ponerse de acuerdo, unas tiran para un lado y otras en sentido opuesto. Como resultado, la participación en las marchas ha venido cayendo de forma paulatina hasta nuestros días.
Lo que nos duele
Desde hace 23 años, Norma Andrade emprendió un largo camino en la búsqueda de justicia para su hija Lilia Alejandra García Andrade. A lo largo de este tiempo ha tocado puertas en diferentes instancias de justicia en el país, señalado con furia la responsabilidad del Estado, el abandono sistémico de las y los hijos de las víctimas de feminicidio e incluso, denunciado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos al estado por ser uno de los responsables del caso Alejandra García.
Norma Andrade ha transitado una vida al pie de la lucha participando de manera activa en los actos políticos del movimiento feminista por la defensa de los derechos de las infancias y víctimas de feminicidio.
En el marco de las manifestaciones, Norma Andrade ha viajado desde Ciudad de Juárez desde hace décadas y comparte en entrevista lo novedoso que le resultaba mirar la organización de las colectivas; todas iban juntas y el espacio estaba construido desde la solidaridad.
«En 2012, cuando estábamos en CDMX, los contingentes se organizaban y siempre habían puntos de acuerdo que para mí eran sorprendentes. Al verme obligada a trasladarme a CDMX, veía la cantidad de mujeres que éramos al llegar al Zócalo, ahora, en estas últimas marchas se ha perdido la logística, salen de otros lados, ¿sabes qué nos falta? Una buena líder que unifique», dice Andrade.
En un sentido más extenso, Cimacnoticias conversó con la activista sobre cuáles eran los puntos más débiles que habían comenzado a erosionar la participación de las mujeres. Y de manera concreta se esboza la primera respuesta: No hemos logrado limar asperezas.
Estas «asperezas» que nombra Andrade, apuntan a una misma erosión patriarcal; una lucha por el territorio del feminismo, la enemistad de los movimientos y la dificultad de combatir juntas al monstruo de la violencia sistémica. La activista explica, que, por ejemplo, es frecuente no entenderse con otras compañeras, sin embargo, si sabe que habrá un evento, ella se prepara para asistir porque antes que la política, siempre va la solidaridad.
«No importa a quiénes inviten, tenemos que ir y parece que no entendemos la importancia de ello. Las feministas no hemos logrado entendernos, no hay una unión generacional (…) el pasado 25 noviembre, nos paramos en la antimonumenta y a mí, varias mujeres me agredieron hasta que una de las chicas de la batucada me abrazó y defendió. No sé cuáles eran los pleitos que habían, discutían por el micrófono porque querían hablar, pero yo voy a protestar y no me importa si me pelan o no, lo que me preocupa es el mensaje que mandamos»
-¿Todo esto provoca que menos personas asistan?: Claro que sí, eso ha abonado mucho a que la gente piense, ¿a qué voy?, ¿a pelear?. ¿a que me encapsulen por algo que no hice? No hemos logrado limar asperezas, nuestros arrebatos de conducta producen conflictos, pero lo primordial tiene que ver con pelear el territorio.
-¿Qué territorio, Norma?: Mira, yo recuerdo mucho un 8M porque había un contingente que se quería ir al frente, entonces, se creó un caos y te lo digo porque yo lo vi. Tanto caos que había que Jade se abrazó a mí, me preguntaba qué estaba pasando; tenía miedo.
Para la activista, el asunto medular es que existen muchos movimientos feministas que están remando por su lado mientras que el puente de diálogo parece acortarse, olvidando así, que el enemigo común, siempre será el patriarcado violento, no nosotras.
En esta misma línea, resulta necesario nombrar la fuerte discusión que estalló el 25 de noviembre bajo el asta, cuando mujeres se enfrentaron a otro contingente queer / transincluyente; al fondo, sobre el templete, las madres que luchan pedían calma.
Desde la mirada de Norma Andrade, resulta difícil entender el porqué no se ha dado la apertura de una unión generacional que sea sostén a las manifestaciones, «por decir, las jovencitas del bloque negro, es difícil lograr esa unión de criterios, de decir: Así podemos hacerlo porque otras inmediatamente dicen: No, yo quiero hacerlo de esta otra manera«.
El otro asunto que preocupa a la activista es que la baja en la participación tenga que ver con la normalización de la violencia, algo que ella nombra como “acostumbrarnos” a la violencia y que, de ello, el hartazgo se presente a manera de pregunta: ¿Y ya para qué me involucro si siempre es lo mismo?
A esta misma conclusión llega Wendy Figueroa bajo un primer nombre: “La fatiga feminista”, ¿las mujeres están cansadas de luchar por tanto?, ¿el dolor y el cansancio nos ató a la necesidad de tomar un descanso del movimiento? Al preguntarle a la titular de la Red Nacional de Refugios cómo se sentían llegando a este 25N, la respuesta fue “cansadas”.
Si bien hablar de esta “fatiga” para todas resulta demasiado aventurado, Wendy Figueroa sí reconoce que, al interior de la RNR, el ambiente es de una profunda pesadez; cierran el año con un recorte presupuestario y el diálogo con las autoridades correspondientes parece lejano, sin embargo, aunque esta sensación de estancamiento pueda acecharlas, las ganas de seguir peleando y tomando el espacio no se doblega.
“Desde RNR estamos muy cansadas, es desgastante, llegamos a noviembre con un peso encima del recorte del presupuesto, estar buscando financiamiento, pero nos mantiene la insistencia, ese cansancio lo transformamos en justo, una resistencia. Hacer visible que tenemos derecho a la protesta, lo que hicimos con nuestro cansancio, fue abrazar la insistencia de seguir tomando las calles” (Wendy Figueroa)
El otro escenario que transita esta conversación, es uno más esperanzador y que infiere que las mujeres están buscando otras maneras de acuerparse al movimiento desde la construcción de nuevas narrativas; mujeres tejedoras, músicas, actoras, pintoras y bailarinas que inciden desde otros espacios que no están relacionadas con la manifestación. Esto, dice Figueroa, es una manera en la hemos repensado nuestra protesta, pues se hace política de muchas formas, sin embargo, aunque se celebra la creación de nuevos espacios, sigue resultando imprescindible tomar las calles, siempre todas juntas y desde la armonía, que, se ha de referir, no es sinónimo de pasividad.
La titular de la RNR apunta a que no debemos dejar de abrazar el feminismo que es incómodo y que sigue disintiendo a una realidad profundamente dolorosa donde 11 hombres asesinan diariamente a una mujer y donde no hay ningún rincón en el país que sea seguro para vivirse mujer, niña o adolescente. Lo acontecido en las últimas marchas, puede ser punto de inflexión para repensarnos, saber cómo nos estamos comunicando, dice Figueroa, y crear nuevas estrategias siempre con la mirada fija en que nuestra lucha es por el derecho humano más vital: Una vida libre de violencia.
“Algunas hemos entendido la importancia de la lucha porque realmente una marcha es una protesta política pero no todas lo hemos entendido, hacerlo me tomó muchos años, tropiezos y experiencias” (Norma Andrade)
Criminalización del movimiento feminista y la tregua “Ya veremos…” con Sheinbaum
En entrevista con Cimacnoticias, Lorena Gutiérrez madre de Fátima, pone la mira en otro asunto sistémico; un intento del Estado por desprestigiar la lucha de las madres y perpetuar la permisión de la violencia. La lectura primaria es que el sistema, profundamente patriarcal, fragmenta a las mujeres; al interior de los movimientos se gestan dinámicas complejas y de puertas hacia afuera, el sistema también asfixia a través de la criminalización.
Desde el sexenio lopezobradorista, se carga con una historia de criminalización y fuertes señalamientos en lo que respecta al movimiento feminista; un discurso político que se mantuvo en el margen de «esas no son formas» y «provocaciones violentas».
Esto quedó expuesto el 8M del 2022, cuando pidió durante su mañanera del 7 de noviembre pidió no proyectar la imagen de «un México en llamas» y erradicar cualquier expresión de la violencia, pues cuando las mujeres actuaban de esta manera, entonces, se convertía -de manera directa- en un ataque contra el movimiento de la 4T.
«¿De qué se trata? Eso no es defender a las mujeres, ni siquiera es feminismo, es una postura conservadora, reaccionaria, en contra nuestra, de la política de transformación»
El problema central no fue sólo la óptica que tenía el exmandatario sobre el movimiento, sino el poder mediático del que gozaba y que tierra de cultivo para abonar a la criminalización del movimiento, los discursos de odio y a la misoginia entre ciertos sectores poblacionales.
En este mismo asunto, no se olvida que en 2022 los Guacamaya Leaks revelaron que, al menos 5 mujeres del movimiento feministas estaban bajo investigación de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); conocían sus perfiles, direcciones, horarios y áreas de trabajo.
Pero este encuadre de “no ser formas” y de la división política sobre el feminismo – población, se ha mantenido, incluso, de forma vigente con Claudia Sheinbaum quien también ha usado la carta de la fuerza policiaca durante las manifestaciones mientras ejercía la gubernatura de la CDMX y refiriendo en 2020 que, si bien feminista, nunca apostaría por la violencia. Ese mismo año se encapsuló, violentó y roció con gas a docenas de mujeres.
Olga Sánchez Cordero, se subió a esta misma estrategia, refiriendo que sólo apoyaría a las “verdaderas víctimas” y que no “se valía que algunas de ellas (feministas) manejaran el dolor de las víctimas y promuevan las protestas violentas”.
Al abordar este problable nexo entre el hartazgo, la criminalización y el desistir, la activista y madre, Lorena Gutiérrez refirió que todo se trata de una fragmentación que viene desde el estado.
“El ver la fragmentación me hace pensar: Esto es el estado, el sistema de impartición de justicia que nos quiere ver así, pero muchas de nosotras no hemos aprendido a diferenciarlo. Yo quiero decir, nosotras no somos las enemigas” (Lorena Gutiérrez, madre de Fátima y Daniel)
Uno de los terrenos más peligrosos que preocupan a Wendy Figueroa es que, más allá de que la presión del poder ejecutivo haya erosionado, de alguna forma, el movimiento -un escenario que la activista ve poco viable-, es lo que viene después de ello; lo que simboliza esta paulatina menor participación es un mensaje de conformidad y que las aguas parecen más calmas luego del ascenso de la primera mujer presidenta a quien se le otorga el beneficio de la duda; una tregua cimentada en la “esperanza de cambio”, como dice Figueroa.
Aquí lo que me parece preocupante, explica la titular de la RNR, es que se piense en la consolidación de logros porque no es verdad, no lo hemos alcanzado, me preocupa que se pueda entender que ya no hay tanto movimiento en las calles porque todo está bien, aún cuando la violencia en la vida de las mujeres es un día a día.
“Esto podría estar relacionado al contexto político y creo que por ahí puede ir, no invisibilizo el asunto del cansancio por el activismo que es agotador emocional y físicamente o que algunas transitaron de estar en calles, a construir nuevos espacios, no podemos hablar por ellas porque el feminismo es todo un movimiento muy grande, pero si el feminismo comienza a estar cooptado, entonces estamos hablando de algo muy grave. Algo que tiene que quedar muy claro es que esta ausencia no debe de dar el mensaje de logros alcanzados, siguen existiendo desafíos sociales y culturales, probablemente, la diversificación de protesta es por el cansancio, sí, pero para nada, que se piense que es por miedo y que mucho menos se piense que ya logramos cambios sustanciales” (Wendy Figueroa)
Lo vivido en las últimas dos manifestaciones feministas bien puede representar una serie de factores extraordinarios, paralelamente, se reconoce que la manifestación con mayor afluencia es el 8 de marzo donde la participación se ha mantenido sólida rozando una media de participación de cien mil mujeres, de acuerdo con información de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México. Sin embargo, la segregación y la denuncia de desolación realizada por las madres que luchan bien podría fungir como una primera advertencia para enmendar errores estructurales, poner en primera fila el acto acuerpar en todo acto público, acompañar a quienes lo necesiten y poner al centro que, la clave para mantener firme la revolución, siempre será el caminar juntas o en palabras de Lorena Gutiérrez: “No se nos olvide que vamos todas juntas en el mismo barco”.
“Cuando es un solo caso de feminicidio se trata como si fuera una más, pero no logramos entender que es algo de todas, aunque sea una jovencita que no conozcamos; lo que sucedió con esa joven debe afectarnos, no movidas por el morbo, sino por la necesidad de resolver lo que está sucediendo” (Norma Andrade)