503 niñas menores de 14 años fueron violadas durante el 2020 en El Salvador; de estas, 250 fueron en el periodo de confinamiento obligatorio decretado por el Gobierno, es decir, las menores de edad convivieron las 24 horas del día con su agresor durante los cuatro meses del confinamiento en El Salvador.
Por: Nancy Hernández / Tu Barco Latino
“No planeaba ser mamá, todavía no, pero son cosas que pasan”, dice Vanessa*, una menor de edad que quedó embarazada durante el periodo de confinamiento en El Salvador obligatorio decretado en El Salvador durante la emergencia sanitaria causada por el covid-19.
*Se cambió el nombre por protección.
Sentada en el patio de su casa en un terreno familiar de la comunidad San José Las Mesas, del municipio de La Libertad, del departamento homónimo de El Salvador, la joven contó su experiencia y el temor que la invadió al saber que se convertiría en madre sin estar preparada, más aún, en medio de una pandemia sin precedentes para el mundo entero.
La adolescente se convirtió en madre a los 16 años, el bebé nació por cesárea en mayo del 2021. Es decir, su hijo fue gestado durante los meses de confinamiento en El Salvador y los niños debían estar al cuidado de sus padres.
El Sistema de Morbilidad en Línea (SIMMOW), la Red Nacional de Servicios del Ministerio de Salud (MINSAL), contabilizó en el periodo de enero a junio de 2020, un total de 250 niñas embarazadas de 10 a 14 años y 6.581 embarazos en adolescentes de 15 a 19 años, entre ellas Vanessa.
Según los datos presentados por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en el documento “Llegar a cero embarazos en niñas y adolescentes. Mapa El Salvador 2020”, durante este año El Salvador registró 12.982 embarazos en niñas y adolescentes entre 10 y 19 años. Los datos se vuelven aún más alarmantes cuando revelan que de ese total 503 pertenecen a niñas menores de 14 años.
“Pese a la reducción de embarazos adolescentes, todavía 1 de cada 4 embarazos en El Salvador ocurren en niñas y adolescentes menores de 19 años de edad”, detalla el informe.
Confinamiento en El Salvador, embarazos y violaciones
El confinamiento en El Salvador duró alrededor de cuatro meses, en este periodo todos los recursos del sistema público de salud y atención se volcaron para atender los contagios del covid-19, por ello se suspendieron consultas a pacientes con enfermedades crónicas, atención de primer nivel, salud mental, sexual y reproductiva.
Además, las restricciones de movilidad dificultaban que las personas se trasladaran a los centros asistenciales.
UNFPA detalla en el documento que comparado a los datos de 2019, durante el confinamiento en El Salvador disminuyeron las inscripciones prenatales en niñas de 10 a 14 años, pero que pasado este periodo, a partir de junio, se registró un incremento.
“Se puede ver un incremento en las inscripciones prenatales de niñas de 10 a 14 años, lo que hace suponer que sus familias prefirieron no acudir a los establecimientos de salud o tuvieron limitaciones para hacerlo durante el periodo de confinamiento en El Salvador, procediendo a la inscripción una vez levantadas las medidas de restricción por la pandemia del covid-19”, se lee en el informe.
Vanessa fue la excepción a estos casos, pues ella sí estuvo en control prenatal desde el segundo mes de embarazo; sin embargo, los controles no eran cada mes como se acostumbra, sino cada dos, según cuenta Angélica Pérez, madre de la menor.
Según el estudio “Impactos diferenciados en los ámbitos económico y social de la COVID-19 en la situación y condición de las mujeres de los países miembros del SICA (Sistema de Integración Centroamericana)», presentado en octubre de 2020, el confinamiento obligatorio y la suspensión de los servicios de transporte imposibilitaron que las mujeres pudieran trasladarse a los centros de salud para dar continuidad a sus tratamientos, incluido el acceso a anticonceptivos y los controles prenatales.
“La OPS estima que las visitas relacionadas con el embarazo se redujeron en un 40 % en las Américas”, señala el SICA.
“Fue en el periodo de la cuarentena, iniciando los controles de embarazo los dejaban tardados para que no fuera muy seguido a la unidad por mucha gente. Los controles se los estaban dejando cada dos meses”, cuenta la madre de Vanesa.
Diversión factores influyeron
Según Silvia Juárez, de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA), el incremento de embarazos en menores de edad se debe a diversos factores y el principal es la “cultura de la violación” porque se cree que “los cuerpos de las niñas y las adolescentes suelen ser un cuerpo que puede ser apropiado, se dispone y del cual hay una alta probabilidad de riesgo de victimización porque hay todo un escenario social que favorece que (la niña) sea callada, silenciada, donde no se habla de la violencia sexual que hay en casa”.
“La evidencia nos dice en el caso de la victimización sexual que alrededor del 68 por ciento hasta el 70 por ciento los hechos ocurren por un conocido, un familiar del entorno de la víctima. No ocurre en la noche sino que ocurre precisamente en niñas y adolescentes entre las 12 del medio día y las 3 de la tarde, cuando las niñas llegan de la escuela y no hay más familiares. Esta victimización en la cuarentena significó tener mayor exposición de las niñas a merced de los perpetradores”, detalló la experta de ORMUSA.
El documento de UNFPA también señala el abuso sexual como factor principal de los embarazos de menores de edad en este periodo.
“Esto permite suponer que estas niñas fueron víctimas de abuso sexual durante el confinamiento en El Salvador en sus hogares, lo que terminó en un embarazo”, dice el documento.
De acuerdo con datos oficiales, solo entre el año 2015 y el año 2020 se registraron en El Salvador 105.930 embarazos de niñas y adolescentes. De ellos, 5.104 se produjeron entre niñas de 10 a 14 años de edad, los cuales, tal y como reconoce la legislación salvadoreña, suponen delitos de violencia sexual.
Por otra parte, entre 2015 y 2019, el Instituto de Medicina Legal (IML) realizó 10.947 reconocimientos o peritajes físicos por diversas tipologías de violencia sexual en niñas y adolescentes entre los 10 y 19 años, de los cuales el 53 por ciento se efectuaron en niñas entre los 10 y los 14 años de edad.
Comparando con las cifras mensuales registradas en el 2019 de inscripciones prenatales en el MINSAL, se observa una clara disminución de estos números durante el periodo de marzo a agosto en el que se establecieron las medidas con mayores restricciones de movilidad para prevenir contagios por Covid-19.
Los rostros de la barbarie durante
En los primeros tres meses de 2021, 100 niñas llegaron a la sala de partos, de acuerdo con un artículo publicado por El Diario de Hoy el 16 de mayo de 2021.
De acuerdo con la publicación, “las niñas fueron violadas durante la época de confinamiento en El Salvador, en el contexto de la pandemia, pero en las salas de parto de los hospitales, las alertas se encendieron a inicios de este año (2021), cuando niñas, víctimas de violación, entre los 10 y 14 años, llegaban para dar a luz”.
Además, indica que solo en enero y marzo de ese año, 100 niñas tuvieron partos en hospitales públicos, convirtiéndose por primera vez madres jóvenes. Ninguna estaba inscrita en los controles prenatales, reveló Mario Soriano, coordinador de la Unidad de Atención Integral a la Mujer, Niñez y Adolescencia del Ministerio de Salud (Minsal).
“Entre enero y marzo hemos recibido una buena cantidad de niñas y adolescentes (partos). Me voy a referir a las niñas de 10 a 14 años, porque ya atendimos casi 100 adolescentes, lo que significa violencia sexual, tipificado así por nuestro Código Penal. Y la pregunta es: ¿de dónde salieron estas embarazadas, si hace nueve meses estamos en cuarentena total? Entonces, esto significa de que la violencia sexual está presente en casa”, señaló Soriano, al medio de comunicación.
“El incremento de embarazos en mujeres menores de 18 años o niñas y adolescentes durante la pandemia, especialmente durante la cuarentena, se identifica a partir del siguiente periodo donde hay un aumento significativo de alrededor del 20% de embarazos en niñas y adolescentes. Este aumento implica no solo un aumento en términos generales en mujeres en edad reproductiva, sino también en niñas y adolescentes, lo cual es más crítico”, declaró Juárez.
El documento del SICA, antes citado, refuerza este planteamiento: “Otro factor es la exposición de las niñas a sus agresores, pues al estar en confinamiento debían de convivir las 24 horas del día con ellos, esto facilitaba el abuso, sobre todo si se tiene en cuenta que los principales depredadores son personas conocidas e incluso familiares de la víctima”, señala Silvia Juárez.
La madre de Vanessa explicó que se dio cuenta del embarazo debido a rumores de otras personas de la comunidad.
“Al principio no sabía porque uno ignora, pero luego se empieza a murmurar y yo me di cuenta, pero luego vino el muchacho y habló conmigo, me dijo que se hacía responsable de ella, que no solo estaba jugando con ella, que si otorgaba el permiso. Tenía que hacerlo porque ella ya estaba embarazada”, narra la progenitora.
Violación en menor de edad
El Código Penal de El Salvador, en su artículo 159, determina que la pena por violación en un menor de 15 años es de 14 a 20 años de prisión. Mientras que el delito de estupro está especificado en el artículo 163 y es en adolescentes de 15 a 18 años; este delito tiene una pena entre los cuatro a 10 años de prisión.
Legalmente el embarazo de Vanessa puede considerarse producto de violación porque ella era menor de edad y su pareja es cuatro años mayor que ella, este tipo de relación es considerada bajo el delito de estupro. Sin embargo, nadie cuestionó la relación, ni las autoridades estatales que deben hacer cumplir la ley.
“Ellos expresaron que había sido voluntariamente tanto ella como él. En la unidad de salud yo no tuve problemas en el sentido de que yo lo hacía como madre por ser ella menor de edad. Pero él está con ella, la acompañó y estaba respondiendo económicamente (…) si había que llevarla a la clínica”, afirmó la madre de Vanesa.
En esos meses de 2020, las autoridades de salud salvadoreñas también dejaron de atender a pacientes con diferentes enfermedades y controles de embarazos juveniles, debido a que las personas con diagnóstico Covid-19 fueron prioridad.
Los riesgos
En esa época, el país centroamericano empezaba a experimentar el primer pico de contagios y fallecidos causados por el virus SARS-CoV-2; de hecho, la primera semana de agosto del 2020 el sitio web covid19.gob.sv contabilizó 77 fallecimientos, esto sin tener en cuenta el subregistro alimentado por los fallecimientos ocasionados por neumonía o sospecha de Covid que no entraban en los datos oficiales de la administración del presidente de El Salvador, Nayib Bukele.
Vanessa, su familia e incluso los vecinos de su comunidad, temían que la menor de edad se contagiaran y muriera junto a su bebé por causa de la enfermedad, en ese entonces, casi desconocida.
Todo este panorama atemorizaba a Vanessa, quien a pesar de su edad era consciente del peligro que el virus representaba para su vida y la de su futuro hijo.
“Estaba con un gran miedo, que uno así embarazada decían que era bien peligroso que le dieran esa enfermedad, se tenía ese miedo de que le podía llegar eso”, cuenta.
En esos momentos tanto la familia de Vanessa como los demás miembros de su comunidad, se organizaron y tomaron medidas de contención contra el virus. Además, la localidad está ubicada a unos 25 kilómetros de la ciudad, conectada por una vía de difícil acceso que toma más de una hora en vehículo y dos horas caminando.
Las precauciones que ella y su familia practicaban la salvaron de un contagio, su bebé nació por cesárea en mayo del 2021.
Pero eso no fue todo para Vanessa, cuando resultó embarazada apenas cursaba sexto grado, equivalente al último año del primer ciclo de estudios en El Salvador.
Vanessa tuvo que dejar la escuela
“Ella ya no siguió estudiando, esa fue una de las consecuencias que ella afrontó, tuvo que dejar el estudio porque ya embarazada se le dificulta todo, entonces ya no siguió estudiando», cuenta la madre de Vanessa, un año después del nacimiento de su nieto.
El pasado septiembre Vanessa cumplió 18 años, ya pasó un año con cuatro meses desde el nacimiento de su bebé. Ahora se dedica solo a cuidarlo y a atender su hogar. Asumiendo su rol de madre.
Ella cursaba sexto grado cuando en cadena nacional el presidente Bukele anunció que por decreto legislativo quedaban suspendidas las clases en todos los niveles y en todo el territorio nacional por un periodo de 21 días.
“La cartera de Estado en el ramo de Educación conforme a sus competencias, a fin de proteger la salud y vida de nuestros estudiantes, deberá ordenar la suspensión de actividades educativas durante el periodo de 21 días, de todos los centros educativos, de cualquier categoría, hasta de recreación tales como centros de deporte, cultura y similares”, reza el Artículo 6 de este Decreto.
El cierre temporal de escuelas, colegios y universidades en marzo de 2020 fue una de las primeras acciones establecidas por el Gobierno de El Salvador para contener el avance del virus.
Las otras medidas
La acción fue establecida junto al estado de excepción, luego del anuncio del Ejecutivo, más de 1.5 millones de estudiantes y unos 60,000 docentes de todos los niveles educativos debieron abandonar las escuelas y trasladarse al confinamiento en El Salvador obligatorio, sin un método claro para seguir su formación académica.
“Las escuelas donde iban suspendieron clases, luego pusieron que mi hija por línea no pudo continuar porque yo en ese momento no contaba con teléfono celular. Necesitaba un telefóno porque por ahí le mandaban las guías, entonces como mi hija no tenía, yo la tuve que sacar de la escuela. Aquí es malísima la señal para el internet. Tienen que andar caminando, van a la montaña o van por el lado de la cancha para agarrar señal”, comentó la madre de Vanessa.
Dicha suspensión “temporal” se prolongó hasta el 6 de abril del 2021, cuando de forma gradual empezaron a reabrirse los centros escolares de forma multimodal.
¿Deserción mínima?
A pesar de los datos presentados por diversos organismos y los estudios mencionados, el profesor Daniel Rodríguez, secretario general del Sindicato de Maestras y Maestros de la Educación Pública de El Salvador (SIMEDUCO) aseguró que la deserción escolar en niñas y adolescentes por embarazos ha sido mínima.
“Los embarazos han sido pocos, sin embargo, ha habido y no es una razón para que haya deserción de niñas, fue más por el lado de los niños. Una niña sale embarazada y se le da la oportunidad de seguir estudiando. En el varón no se da mucho la deserción porque no se hacen cargo”, dijo el docente.
De acuerdo con el informe antes mencionado de UNFPA, “los embarazos representan una interrupción del proyecto de vida de cada una de las niñas y adolescentes, es un problema de salud pública multicausal y multifactorial basado en determinantes sociales que repercuten en la integridad física y mental, siendo el reflejo de la vulneración de los derechos de niñas y adolescentes que sufren al estar inmersos en ciclos de violencia intrafamiliar y sexual, muchos de estos delitos son perpetrados por personas cercanas a las víctimas, y las denuncias de cada caso aún son limitadas”.
Además, indica que en el año 2018 el sistema educativo identificó un total de 21,804 niñas y adolescentes entre primer grado y tercer año de bachillerato que desertaron de sus centros escolares, de estas, la mayor parte (55 %) desertó entre el II y el III Ciclo de Educación Básica (de Cuarto Grado a Tercer Año de Bachillerato).
De hecho, la matrícula estimada por ciclo educativo ha experimentado una disminución desde 2015 hasta 2020 y ha mantenido un porcentaje sustancialmente menor en Bachillerato.
Vanessa se encuentra entre este grupo poblacional que “ve truncado sus sueños”, debido a un embarazo prematuro. Sin embargo, Angélica, su madre, aún guarda la esperanza de ver a su hija volver a la escuela, en tanto su pareja le brinde su apoyo.
“Pues yo pienso que sí (puede volver). Si ella lo desea y él la apoya porque ella también estaba sacando un curso en el colegio Santa Inés, yo la había mandado a estudiar cosmetología. Ella quería ser cosmetóloga, en el tiempo de la pandemia le suspendieron las clases y todo eso, ya no fue y ahí fue donde ella se conoció con el muchacho, pero sí ella antes iba a estudiar, pero ya no regresó”, cuenta Angélica, madre de Vanesa.
Según la madre, el sueño de Vanesa era ser cosmetóloga profesional, por lo que con sacrificio costeaba sus estudios en un colegio privado cuando llegó la pandemia y el posterior embarazo juvenil.
“Cuando la llamaron ya no pudo ir, entonces ahí fue cuando se le dificulta a ella ya no seguir estudiando, pero sí uno de los sueños de ella era ser cosmetóloga, pero con eso que salió embarazada se le truncó el sueño. Pero pienso que si ella tiene voluntad y el muchacho la apoya, lo puede cumplir”, afirmó la madre.
Vulneración femenina, el caso de las madres en El Salvador
Para Angélica, los meses de confinamiento en El Salvador representaron un desafío no sólo para su salud física y la diabetes que padece, sino mental, puesto que sus tres hijas (incluida la menor embarazada) abandonaron la escuela porque las clases presenciales fueron suspendidas, y en cambio se instaló la opción virtual, pero ellas no tenían los recursos económicos y tecnológicos que necesitaban.
Dos de ellas tuvieron que desertar por diversos motivos, que seguro el Gobierno no consideró a la hora de establecer la modalidad virtual para todos los niveles educativos.
Entre las causas está el acceso a internet, en la comunidad no hay cobertura. A esto se suma la falta de recurso económico, pues la madre de las tres niñas no tenía el dinero para recargar el celular y que ellas recibieron o enviaran las tareas por WhatsApp, así como conectarse a los grupos de Facebook.
De acuerdo con el estudio del SICA, la región no estaba preparada para que los sistemas educativos funcionen bajo una modalidad virtual, ya que más del 60 % de los hogares no pueden garantizar que las niñas y niños realicen sus estudios por medios digitales.
El esposo de Angélica dejó de trabajar y de percibir ingresos, con toda su familia en casa, incluyendo hermanos y padres, el trabajo doméstico, estrés y cansancio se triplicó por atender a toda la familia sin descanso todos los días.
El estudio del SICA agrega que previo a la ocurrencia de la pandemia entre 20% y 65.7% de la población de los países de la región se encontraba en situación de pobreza, siendo la población rural y los hogares con jefatura femenina los que se encuentran en mayor situación de pobreza.
“Los niños dejaron de ir a la escuela, hubo mucho estrés para las mujeres porque a nosotras como mujeres nos tocó el doble en la casa. En ese tiempo de cuarentena estaban todos, había que cocinar para todos. Como mujeres, al menos yo, me sentía estresada, me sentía psicológicamente presionada”, afirmó Angélica, quien además es miembro del comité de mujeres de su comunidad.
La carga psicológica durante el confinamiento en El Salvador
Angélica también contó que las reuniones del comité comunitario de mujeres al que pertenece se suspendieron, pero a veces se encontraban y conversaban sobre la situación de la comunidad, en estas reuniones se colaban los comentarios acerca del trabajo extra, la carga psicológica y emocional de ella y sus vecinas:
“Todas comentamos lo mismo, el dolor de cabeza, de espalda, el estrés. Mujeres que decían que sus esposos no les ayudaban y les exigían atenderlos todo el día, fue difícil”, dijo.
Carmen Urquilla de ORMUSA aseguró que la situación de Angélica se repitió en miles de mujeres que quedaron a cargo de sus hogares en el periodo de confinamiento en El Salvador.
“En general hubo una afectación psicológica para las personas principalmente durante el periodo de la cuarentena; sin embargo, sí hubo afectaciones específicas para la salud mental o psicológica de las mujeres con el periodo de confinamiento en El Salvador. El tema de educar a los hijos e hijas en línea desde la casa, la soledad, no poder salir, así como otras situaciones de desesperación y falta de control también sobre la realidad”, manifestó Carmen.
La especialista asegura que el agotamiento físico que llevó a afectar psicológicamente a las mujeres y causar angustia, soledad, preocupación, estrés, ansiedad que ha largo plazo han provocado depresiones severas.
“La doble jornada o el aumento de carga de trabajo para las mujeres se sabe que tienen repercusiones en la salud, provocan estrés, fatiga crónica, trastorno psicosomático porque se reduce el tiempo de descanso necesario para reponerse al aumentar el número de horas que se dedican a los cuidados”, detalló.
La ONG internacional Medicus Mundi publicó un comunicado el 20 de junio de 2020 donde abordó la condición y violencia de género que imperaba en el país durante los meses de pandemia, uno de los aspectos que destacó fue el “aumento significativo de la vulnerabilidad económica, dado que las mujeres ejercen la mayor parte del trabajo informal”.
Pues durante el tiempo de confinamiento en El Salvador, las mujeres que trabajaban dejaron de percibir los mismos ingresos.
También el informe La violencia no respeta la cuarentena del Tribunal de Ética Gubernamental enfatizó en las “sobrecargas de trabajo extenuantes” a las que estaban expuestas las mujeres, exponiendo que “los hogares se convierten en un espacio diferente y saturado de esa carga emocional”.
Feminicidios durante el confinamiento en El Salvador
Pero esto no es todo, según datos de la Dirección de Información y Análisis (DIA) del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, de enero a agosto de 2020, hubo 84 feminicidios, de estos 56 ocurrieron en el período de abril a agosto, es decir, durante el confinamiento en el Salvador ordenado por el Gobierno.
“Los datos demuestran que las mujeres no están seguras, ni en la casa ni en la calle”, dijo Juárez al respecto.
Para Angélica las obligaciones y afectaciones incrementaron cuando en mayo de 2021 su hija Vanessa trajo un nuevo miembro a su familia.
“Sí, afectación porque dice un dicho: una niña cuidando a otro niño porque ellas no tienen experiencia, entonces uno como madre les ayuda. En el caso de ella, yo estuve acompañando los primeros días, enseñándole cómo iba a hacer con el niño porque ella no sabía todo eso”, afirmó.
Asimismo, dijo que como madre le ha tocado explicar roles de familia. “Yo la he ido orientando, pero a ella sola le cuesta. Pero ella ya agarró su rol, lava su ropa, hace su comida. Viven aparte (con su pareja)”, afirma.
En este sentido, indica que lo que más dificultades representó para Vanessa fue el manejo del hogar. “En la casa era muy diferente conmigo. Tenía sus hermanas y no todo se le recargaba a ella, ya yéndose para su hogar tuvo que afrontar todo lo que un hogar tiene que hacer. todo eso le costó mucho a ella, pero gracias Dios que ya aprendió el rol y ya va ahí aprendiendo más”, afirmó.
Vanessa, por su parte, afirma que “ha sido duro, no ha sido nada fácil, pero igual son responsabilidades que tiene que tomar una mujer así, ya con un hogar. Creo que ser mamá es lo que más me ha costado, cuando se enferman, cuando lloran, todo eso”, dice.
Sexta ola de Covid y los niños, los más vulnerables
A Vanessa le sigue preocupando contagiarse de Covid-19 y más aún, que su bebé adquiera la enfermedad. Sobre todo en la actualidad que la comunidad médica ha advertido sobre el exceso de casos del virus sincitial respiratorio (VSR) en Estados Unidos y otros países de Centroamérica y que afecta en mayor medida a menores de edad.
La alerta por la ‘tripledemia’ que combina el SARS-CoV-2, el virus de la influenza y VSR es una preocupación latente para el personal médico de El Salvador, pues según el ministro de Salud, Francisco Alabí, además de las cuatro variantes de ómicron que circulan en el país, también hay un alza de las otras dos enfermedades respiratorias.
“Son las variantes (refiriéndose a las de ómicron) que están descritas a nivel internacional, pero también tenemos en paralelo otras afectaciones respiratorias que son los virus del día a día que son las influenzas, el virus sincitial respiratorio, esos son como los puntos importantes a tener en consideración, que pueden afectar respiratoriamente a una persona», declaró el funcionario en una entrevista televisiva del programa Frente a Frente.
Sin embargo, a pesar de los incrementos Alabí aseguró que no puede considerarse que el país centroamericano esté en ‘tripledemia’.
«No, no creo que podamos hablar en ese aspecto en particular, creo que estamos afrontando una situación muy particular… el SAR-COV-2 (covid-19) es como lo prioritario, estamos con el tema de viruela símica en paralelo, pero también de los virus que estamos hablando como influenza y el virus respiratorio sincitial que son virus que siempre han estado», detalló.
¿Hay capacidad médica?
El funcionario aclaró que el sistema de salud pública de El Salvador tiene la capacidad de atender estas infecciones respiratorias porque durante la pandemia se fortaleció la capacidad de respuesta del sistema de salud, especialmente al laboratorio nacional para realizar pruebas y detectar los problemas respiratorios.
Respecto al tema, el epidemiólogo Jorge Panameño aseguró que una vez más se está restando importancia a la situación, sobre todo porque el país tiene a la puerta la sexta ola de Covid-19 y el registro de muertes por neumonía va en aumento.
“Aquí nunca ha habido un abordaje integral del problema, en mi opinión estamos al inicio de la sexta ola. Yo estoy viendo de diez a quince casos por día. La cantidad de muertos por neumonía en El Salvador ha aumentado, más de mil muertos, la cantidad global no ha aumentado, pero de las personas que ingresan a los hospitales por neumonía y mueren está incrementando y llama la atención cuando se ve que la mayor parte de personas muertas son de 65 años para arriba, pero también están muriendo niños menores de cinco años, resulta que la neumonía que mata de esa manera es la huella digital de un virus que se llama influenza A”, declaró.
Estos fallecimientos se suman al subregistro que tiene El Salvador que podría ser de 24,000 según The Economist, The Lancet, OMS, Our World in Data, lo cual representaría un subregistro acumulado de muertes Covid de +500% en El Salvador.
Panameño aseguró que los griparos de los centros de salud pública están abarrotados con cuadros caracterizados por síntomas de resfriado común o una influenza leve, dolor de garganta, dolor de cuerpo, cabeza, congestión nasal y mocosera.
Según el sitio web oficial del gobierno salvadoreño, hay 4,634,978 personas vacunadas con la primera dosis y solo 1,847,442 con la tercera, es decir, ni el 80 por ciento de la población tiene el esquema de vacunación completo.
La entrada de la sexta ola de Covid-19 en El Salvador y el mundo, solo muestra que el virus está mutando y adaptando al huésped para seguir propagándose, por ello la letalidad es baja. Si el huésped muere, el virus también.