Por: SEGISFREDO INFANTE

            En LA TRIBUNA del 23 de diciembre del año pasado, salió publicado mi artículo “Encarecimiento exponencial de los fertilizantes”, con informaciones e ideas que terminé de exponer en otro artículo del 20 de enero del año en curso, titulado “Conflicto de aranceles y crisis de contenedores”, poniendo énfasis en el tema de la inflación en un poderoso país del norte, y de las posibles secuelas negativas para el sector agroproductivo hondureño, regional y mundial, en donde no son nada descartables las hambrunas por escasez de granos y demás alimentos, sobre todo en los subsistemas más vulnerables del globo terráqueo. Todo esto lo describimos y comentamos antes de desencadenarse el publicitado “casus belli” sobre Ucrania, el cual ha venido a sumarse a la conocida “guerra de los aranceles”, con perjuicio inmediato para Europa oriental y Alemania, pero con repercusiones generales, económicas e intangibles, contra la humanidad.

            Durante décadas he venido señalando en mis artículos que la verdadera economía de las naciones poderosas se sostiene, todavía, en la explotación y comercialización del petróleo y sus derivados, lo mismo que en la producción de acero, energía eléctrica, alimentos y maquinaria pesada de diversa índole, como los barcos, aviones, ferrocarriles y automóviles que mueven el comercio local y mundial, incluyendo el transporte público masivo. La paralización de estos mecanismos de intercambio comercial y la mencionada guerra, han venido a impactar aún más en el precio y escasez de los fertilizantes, provocando, por añadidura, la crisis de gas y distorsión del precio de la gasolina. Mi afirmación la he venido reiterando a pesar de los dogmas cerrados de ciertos académicos, inversionistas y publicistas inmersos en el mercado de las burbujas tecnológicas de los últimos treinta años, quienes incluso han parecido perder de vista que los pueblos necesitan comer dos o tres veces al día, y beber agua potable.

            Lo curioso del caso, según una declaración reciente del actual presidente de los Estados Unidos, es que resulta incomprensible que cuando el precio del barril de petróleo baja, los precios de la gasolina se mantienen o continúan subiendo. Me parece que aquí convergen dos fenómenos: uno que tiene que ver con la contabilidad de costos de productos almacenados y en movimiento, tanto viejos como recientes. Y el otro que conecta con la mera especulación de los oportunistas desalmados que se aprovechan de las grandes crisis nacionales, regionales y mundiales.

            Por otro lado, veamos cómo se mancuernan la pandemia y la guerra en el alza descomunal de los precios de la construcción. Personalmente he constatado que algo que valía setecientos lempiras la semana antepasada, trepó a novecientos lempiras en la semana siguiente. Y eso pareciera una espiral inflacionaria. Los precios de algunos materiales para la construcción, según me lo han relatado viejos maestros constructores y albañiles, han subido en pocas semanas en más de un cien por ciento. Conozco unas personas que han paralizado la construcción de sus casas debido a este incremento descomunal de precios. Aquí también habría que analizar primero el tema de los inventarios y de la respectiva contabilidad de costos, con aquello de “primeras entradas, primeras salidas”. Es decir, lo primero que entró, con anticipación, a los almacenes, es lo primero que debe salir al mercado, manteniendo los costos y los precios equilibrados por un tiempo prudencial. Pero otros más listos lo aplican de diferente modo: “últimas entradas, primeras salidas”, es decir, que a veces venden con los precios nuevos las mercancías viejas, desequilibrando la oferta y la demanda. También hemos observado este fenómeno en aquellos que almacenan granos (maíz y frijoles) con el objeto de esperar un momento de escasez y revenderlos con altísimos precios. No almacenan como “José el Soñador”, previendo la crisis de las vacas flacas, sino con el único objeto de imponer precios de mercado negro por encima de la capacidad de la gente de ingresos medios.

            El vaticinio de posibles hambrunas globales insinuadas en mis artículos de diciembre y enero, ahora es reafirmado por un experto de la “FAO” y por otros economistas que se interesan en las economías reales. En el caso de Honduras, frente a la escasez de fertilizantes que provienen del hemisferio oriental de nuestro planeta, habría que recurrir al ingenio popular. Hace varios años visité un lugar en donde los agricultores utilizaban fertilizantes orgánicos, es decir, excrementos humanos y de ganado vacuno. También habría que pensar en las posibilidades de los “biodigestores” de los cuales me hablaba el economista Miguel Ángel Funes (QEPD), sin olvidar la necesidad del riego por goteo, que se ha vuelto un imperativo agrícola, frente a los disturbios climáticos.

            Finalmente, en vez de atizar la guerra debiera levantarse un clamor universal en favor de la paz concreta de todas las naciones. Pues las voces iracundas pretenden desequilibrar las emociones de los dirigentes enzarzados en el tema bélico.  

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