No importan los resultados de las elecciones primarias, los pueblos originarios saben que las promesas de los políticos seguirán sin cumplirse
Por Lissy Serén de Reportar Sin Miedo
Fotos de Lissy Serén
Jesús de Otoro, Intibucá. Caminan varias horas por caminos rudimentarios y, sobre todo, con muchas de sus necesidades básicas insatisfechas. Los pueblos originarios del occidente de Honduras le cumplieron a la democracia. Una vez más, la ciudadanía lenca asistió a las urnas en las recientes elecciones primarias. A pesar de los resultados de las elecciones primarias, los pueblos originarios saben que las promesas de los políticos seguirán sin cumplirse.

Aquí, votar no es asunto de comodidad
El sol golpea con una furia implacable sobre los cerros y las montañas de la remota comunidad de Sumurza en el municipio de San Marcos de la Sierra, Intibucá, en el occidente de Honduras.
A las 7:00 a.m. arranca la jornada electoral en los 18 departamentos del país. Sin embargo, para los pueblos originarios en las comunidades más lejanas de Intibucá, votar no es un asunto de poco tiempo ni de comodidades. “Es un sacrificio y un acto de resistencia”, afirman.
Así, los pueblos de Honduras les cumplen a los políticos “cuenteros”.

Caminan kilómetros para votar por el cambio
En muchas aldeas donde las carreteras aún son una promesa incumplida, decenas de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos caminan durante horas para llegar a los centros de votación.
Algunos salen de sus casas antes del amanecer, calzados con sandalias y zapatos gastados. Avanzan a pie por caminos abruptos, donde únicamente hay acceso a pie y a lomo de bestias. Algunas madres llevan a sus hijos en brazos o de la mano porque no hay con quién dejarlos.
“Salimos tempranito para estar rápido de regreso en la casa. Caminamos casi dos horas y media para llegar al centro de votación Valle de Delicias, perteneciente al municipio de San Marcos de la Sierra”, relata Santos Bautista, un hombre indígena de edad avanzada. Bautista tiene el rostro curtido por los años de trabajo en el campo, el sol y la vida con limitaciones.
El trayecto es agotador. Caminando bajo el sol, el agua que llevan en botellas improvisadas se calienta rápido. Suben colinas, cruzan senderos donde el polvo se adhiere a la piel como una segunda capa. Pero ellos avanzan, con la esperanza de que su voto sea el cambio.

A cambio de su voto, el olvido
Al llegar a la mesa de votación, algunos miembros miran con indiferencia a estos votantes que llegan sudorosos, cansados, con la ropa empapada por el esfuerzo. No hay nadie que les reconozca el sacrificio, nadie que les brinde agua o un asiento para descansar. Solo una papeleta, un crayón y una urna que aguarda su decisión.
En cada elección se repite la historia. Caminan, ejercen el sufragio, esperan. Y, luego, lo que reciben es el olvido. Sus comunidades siguen sin energía eléctrica ni saneamiento y mucho menos apoyo para volver más productivas sus tierras.
Los diputados y corporaciones municipales (alcaldes y regidores) ya electos rara vez regresan a estos sectores postergados. Las promesas de campaña se desvanecen con el tiempo, como el polvo que levanta sus pasos al momento de ir a votar.
Margarita Manueles, quien camina hasta el centro de votación de El Derrumbado, jurisdicción de San Marcos de la Sierra, Intibucá, dice que se tardan aproximadamente hora y media en elegir a sus autoridades.
Al final del día, los mismos que recorrieron kilómetros para ejercer su derecho, regresan a sus casas con la esperanza desgastada. El sol sigue brillando con la misma intensidad, el camino sigue siendo el mismo. Solo el voto cambia, aunque el olvido persista.