Redacción En Alta Voz
Dalila Lagos siempre ha estado al cuidado de su hermano menor Julio César, desde que sus padres fallecieron. Pero cada vez que él llega tarde de su trabajo, se preocupa tanto que no puede concentrarse en sus deberes domésticos. Ella mira el reloj, se preocupa e imagina lo peor: vienen a su mente imágenes de accidentes y teme, sin ninguna razón particular, que Julio pueda estar herido o muerto. Sólo cuando llega a casa sano y salvo, Dalila, finalmente, se relaja. Hace 18 meses su condición empeoró por causa del Coronavirus (Covid 19) y su pánico a contagiarse.
Nuestra colega Luisa Agüero nos compartió su afectación durante la pandemia y antes de esa crisis sanitaria. Hace tres años, ella no podía circular por la calle pues había recibido amenazas en redes sociales. “Si una motocicleta se acercaba a la ventanilla del vehículo en el que iba me daban ataques de pánico, no podía respirar y tenía taquicardia de sólo imaginar que un sicario iba a sacar su pistola y a dispararnos”, nos contó.
Esa sensación permanente, la vivió antes de la pandemia de Covid19 y todavía prevalece, pero con el virus y aun trabajando desde su casa, se volvió obsesiva, siente que todas las personas pueden contaminarla, en ese tiempo le detectaron cáncer de mama y todo empeoró. “No quiero salir ni a la puerta, no quiero que nadie venga a mi casa, detesto salir aún por necesidad, si lo hago me ubico a tres metros de quien sea y me atrapa el deseo irrefrenable de rociar con desinfectante a quien sea, sé que no es correcto pensarlo siquiera, pero me resulta tan difícil de evitar”, relató consternada, consciente que no puede estar todo el tiempo en una burbuja personal.
¿No ha buscado ayuda psicológica? le preguntamos. “No, pero me urge, entre el cáncer y el Covid me siento desquiciada y sin deseos de saber nada de nadie”, expresó.
La experiencia de Dalila o de Luisa no es aislada con respecto a la situación que viven más de dos millones de hondureños arriba de los 18 años y que, en algún momento de sus vidas, han sufrido episodios depresivos. En el Hospital Escuela, de Tegucigalpa, se atiende a 300 personas cada día por causa del estrés elevado que provoca el coronavirus, según reportes de junio de 2020.
El Hospital “Mario Mendoza”, principal centro asistencial psiquiátrico de Honduras atiende a pacientes que llegan desde todo el país, pero con el caos ocasionado por la pandemia en los últimos meses, la mayoría de los afectados por padecimientos mentales han tenido que lidiar con sus problemas en casa.
Las últimas dos décadas han mostrado una tendencia similar en ese Hospital Psiquiátrico y dieron cuenta que los trastornos depresivos fueron la primera causa de atención en el área de consulta externa en ese centro asistencial.
Otras enfermedades mentales que aquejan a los hondureños son los trastornos neuróticos, la sicosis esquizofrénica, sicosis afectiva, sicosis no orgánicas, sicosis orgánica senil y presenil, dependencia de alcohol, retraso mental y dependencia de otras drogas.
En el Hospital San Juan de Dios, en San Pedro Sula, único centro especializado en salud mental en la zona norte, las atenciones durante la pandemia crecieron en un 60 por ciento en 2020 y, en 2021, han venido en aumento, lo cual da una idea del impacto del coronavirus en el plano psicológico.
Se estima que, si en el Hospital San Juan de Dios se brindaron más de 20,000 atenciones el año anterior, durante 2021 la cifra de pacientes podría alcanzar los 32,000, de los cuales el 26 por ciento, o sea 8,320, llegarían por depresión.
Las voces vitales
Para el psicólogo Daniel Hernández, la actual pandemia del coronavirus está afectando a la población hondureña de muchas maneras. “Ha modificado conductas, la manera de relacionarnos con las demás personas, la forma de trabajar y para los jóvenes y niños, el modo de seguir con sus estudios, pero lo que más está afectando a las personas, es la salud mental”, considera.
En Honduras, la población ya padecía de depresión, ansiedad, estrés, entre otros. No obstante, con la actual pandemia esos trastornos se han incrementado aún más en el país, destaca el psicólogo.
A nivel mundial, millones de personas han fallecido a causa del coronavirus, sin embargo, países desarrollados como Nueva Zelanda, Israel, Australia y Japón rápidamente actuaron para evitar más casos de Covid diarios. Caso contrario fue el de Honduras, donde todos los días, hasta ahora mueren 55 personas o más a causa del virus, según la Asociación de Funerarias.
Los trastornos mencionados anteriormente como depresión, ansiedad y el estrés se han incrementado entre la población debido a que todos los hondureños en algún momento tuvieron la creencia de que contraían el virus y que iban a perder la vida, eso debido a la falta de conocimiento y al porcentaje de su letalidad, apuntó el profesional.
La pérdida de empleos por efecto del Covid también afectó a otra parte de la población. “Estas personas empezaron a tener rasgos de depresión y ansiedad por el hecho de que debían buscar otras opciones para sostener a su familia”, dice el licenciado Hernández.
Si bien es cierto, desde antes de la pandemia, ya era difícil encontrar trabajo por la falta de oportunidades que existe en el país, se vino la pandemia y, en lugar de encontrar soluciones a la carencia de empleo, se perdieron más de 500 mil plazas. “Se imagina todas estas personas sin la oportunidad de traer comida a sus hogares”, expresó.
Pero allí no quedó todo. La prolongada cuarentena también afectó a gran parte de la población, adultos, jóvenes y niños no acostumbrados a permanecer en sus hogares tanto tiempo y que tuvieron que suspender sus diferentes actividades diarias.
La depresión es el trastorno que más ha afectado a los hondureños debido a que todas las familias han perdido seres queridos debido a la pandemia. “Se modificaron patrones de sueño y alimentación. La gente comenzó a tener problemas de insomnio y falta de apetito. Además, tener a un pariente cercano grave en hospitales carentes de espacio para atención afectaron cada vez más la salud mental de esas personas”, precisó.
La población debía prepararse mentalmente para recibir malas noticias desde los hospitales ya que la enfermedad no era tratada con tiempo en la mayoría de los casos. “Todo eso ha afectado a la salud mental del hondureño”, reiteró.
Qué dicen los que saben
La principal recomendación de quienes cuidan la salud mental de los hondureños para sobrellevar la actual pandemia, es vital. Todas las personas deben vacunarse contra el Covid 19, no solo para mejorar su salud mental, sino, proteger su salud en general. “Se tiene más esperanza hoy en el futuro del país ya que ha recibido vacunas donadas de países como Israel, El Salvador, España y Rusia y se pueden obtener con facilidad”, agregó el entrevistado.
En segunda instancia, afirma, “es necesario que la población hondureña se adapte a la nueva realidad e intente realizar actividades diarias como lo hacía antes de la pandemia, para el caso, ejercicio al aire libre, reunirse con familiares cercanos que no han tenido la oportunidad de visitar en más de un año.
Es importante comunicarse con parientes y amigos cercanos ya que todas las personas pasan por lo mismo, es necesario comunicarse con las demás personas para conocer de qué manera han sobrellevado la pandemia. Así se genera un sentimiento de empatía, aprendemos a escuchar a los demás y a ayudarles”, puntualizó.
Perspectivas
En una entrevista que nos concedió, la psicóloga Karina Herrera considera que el Covid19 ha impactado en problemas de ansiedad y depresión. “El origen de este impacto se dio por el confinamiento de 2020 cuando se reportaron los primeros casos de la pandemia en el país. Hubo problemas de pareja, violencia familiar, de hecho, se reflejó un elevado crecimiento en ese lapso de encierro.
De allí también surgen los problemas económicos, que también impactan en la ansiedad y depresión. Otras molestias consecuentes se dieron porque las familias estaban juntas, las personas en el hogar percibieron más inconvenientes, lo cual acarreó más ansiedad dentro del entorno.
A criterio de la psicóloga, estos problemas de salud mental se incrementaron en más del 50 por ciento entre 2020 y 2021. “En años anteriores no era tan considerado el tema de depresión y ansiedad, pero en la pandemia se vieron afectados grupos familiares y comunidades y allí también se viene el deseo de saber por qué me está pasando eso”, dijo.
A partir de allí, según su criterio, la población tuvo más aceptación acerca del reconocimiento o la ayuda psicológica y desde el momento en que todo inició, la ansiedad ha venido en aumento. “Quizá voy a tener Covid o me voy a morir, se decían las personas, eso fue lo primero que se tuvo que atender”, reiteró.
“Y con el miedo a pensar que voy a sufrir Covid, después aparecieron los problemas de depresión pues igual sabemos que al estar encerrados se da una afectación sicológica. De hecho, dentro de las investigaciones que se hicieron, en comparación con otros padecimientos, resultó más crítico y más elevado este problema porque había varios factores amenazando la situación”, afirma.
Sistemas saturados
A esto se debe añadir la saturación de los sistemas de salud, de las redes, de la información y de ver cómo las personas se morían y luego se dieron otro tipo de inconvenientes como los familiares y económicos. Dentro de esas investigaciones efectuadas se evidenció que las personas sometidas a cuarentenas por enfermedades contagiosas experimentaron insomnio y agotamiento.
Creería, considera la licenciada Herrera, que siete de cada 10 personas pudieron estar ligeramente afectadas en su salud mental y quizá tengan algún síntoma de ansiedad y depresión. “Nuestra población no tiene la educación para poder abordar problemas emocionales. El principal inconveniente es que carecemos de información sobre cómo manejar nuestras emociones”.
El impacto del Covid19 es grande, porque se observa el malestar psicológico, aquí van todos los elementos cognitivos y los elementos perturbadores, el bienestar emocional. “Las emociones en cuarentena no estuvieron vinculadas a algo displacentero, no tiene nada que ver con la salud emocional porque hay muchas cosas que se dejaron de hacer y también los vínculos familiares y sociales quedaron en pausa, debemos irnos adaptando de nuevo a la interacción que no se dio producto del encierro, lo cual no fue tan positivo como podría esperarse.
Más miedos
A criterio de la licenciada Herrera, muchas de las personas que fallecieron en la pandemia fueron atacadas por el miedo. “Quizás se dijeron bueno, ya no voy a resistir y como estaban tan bombardeados de información amarillista, la situación fue más crítica y se incrementó y, al final, lo que entra por los ojos se vuelve una forma en nuestro pensamiento y éste actúa”, expresó.
“Había gente que todas las semanas se hacía pruebas porque pensaban que tenían el virus y se iban a morir, cuando alguien se enfermaba lo primero era el ataque del pensamiento, a estas personas se les manifestaba el estrés y éste baja las defensas. Por ende, venían consecuencias más fuertes”, reiteró.
Revertir esos efectos no es fácil. No obstante, lo primero que la psicóloga le recomienda a la población es educarse. “La educación a nivel de buscar psicólogos en el país no es muy alentadora, siempre se identifican personas negativas hacia la esa área de la salud y dicen que no están locos, aunque realmente no es cuestión de locura, un profesional enseña a cómo manejar emociones, a conocerse a sí mismo, a tener un estado de salud mental mejor, a poder atacar sus miedos, la ansiedad.
De hecho, en ese momento bajo el encierro se mostró nostalgia, inquietud, incertidumbre, desesperación en potencia, por eso, conocer cómo se manifiestan estas cosas, como las puedo atacar, me hace querer tener toda la información que me ayude en ese momento y que me hace quitar la ansiedad”, destaca.
Que conste, no es que se va a erradicar la ansiedad, son cosas que pasan, somos seres humanos, tenemos emociones, pero sí se pueden mejorar esos estados de ánimo, puntualizó.
Punto de “quiebre”
Para el también psicólogo y tanatólogo Enrique Alvarado, especialista en duelos y pérdidas, señala que los hondureños enfrentan elevados estados de ansiedad, estrés y depresión en niveles críticos. “Existe demasiada división entre las personas, altos índices de problemas conyugales que originaron tanto encierro, urge la realización de prácticas saludables, aunque sea en el patio de la casa para salir del letargo y si salen que se protejan para evitar contagiarse con el virus”, opina.
El licenciado Juan José Velásquez, especialista en trastornos del estado de ánimo y catedrático universitario, precisó: “Desde que se cayó en la nueva normalidad, ha habido varias repercusiones que han impactado en la salud mental, se puede observar que gran cantidad de pobladores han visto afectadas sus relaciones interpersonales, el desarrollo dentro de sus trabajos, al mismo tiempo el consumo de sustancias psico activas se incrementó, al igual que la violencia en general”.
Una de las afectaciones que ha presentado mayores manifestaciones es el trastorno de ansiedad en sus diferentes cuadros. Las poblaciones han desarrollado un alto factor de incertidumbre hacia el futuro, hacia el desarrollo social, hacia las relaciones, hacia sus planes; la pandemia nos ha mostrado que no somos capaces de controlar nuestro ambiente o nuestra realidad como nos gustaría pensar que lo hacemos”, destaca el especialista.
“Podemos caer dentro de estos cuadros de ansiedad que se relacionan con el miedo y la incertidumbre del futuro. Le diría que la ansiedad es uno de los cuadros clínicos que está teniendo mayor énfasis y obviamente será diferente, para cada población. El estrés pos traumático es predominante en el personal de salud, debido a su relación que guardan junto con la pandemia y a la exposición constante de muertes y factores traumáticos”, manifiesta el licenciado Velásquez.
Aquí no se puede olvidar la depresión como uno de los padecimientos más prevalentes, también llamado la enfermedad del siglo XXl, las constantes pérdidas de personas, familiares, del estatus de vida y del trabajo, ha hecho que las personas caigan en este vacío, en esta desesperanza y en la tristeza. “Debemos entender que los cuadros clínicos del estado de ánimo, están muy relacionados y la mayor parte de las personas que enfrentan estos padecimientos, terminan desarrollando otro cuadro como depresión y ansiedad, en ese sentido, es muy común”, opina el experto.
Estadísticas globales
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), del 2 al 15 por ciento de la población alrededor del mundo ha padecido alguna vez o padecerá depresión mayor. De hecho, es la cuarta enfermedad discapacitante y, probablemente, llegue a ser la primera en los próximos años.
Actualmente se calcula que más de 300 millones de personas sufren por causa de la depresión, es casi un cinco por ciento de la población mundial. En torno a la ansiedad los datos son similares y generalmente se presentan de manera común, el 4.4 por ciento, equivalente a casi 300 millones de personas, padecen ansiedad y trastornos del estado de ánimo relacionados.
Con relación a otros padecimientos como el estrés post traumático las cifras también son muy altas y ha habido diferentes incrementos en innumerables grupos. A nivel nacional dice el licenciado Juan José Velásquez, es complicado brindar datos porque no hay ningún ente que guarda estadísticas referentes al sistema sanitario hondureño”.
Los centros de salud y hospitales públicos tratan de guardar estas estadísticas, pero no son constantemente actualizadas por la gran precariedad que sufre el sistema de salud pública. ¿Cómo revertirlo? “Tenemos que tratar de llegar a normalizar el tema de salud mental, involucrar más profesionales en diferentes espacios del sistema sanitario, hablar cada vez más de una cultura de salud mental, desarrollar buenas prácticas y estrategias, para el caso, la actualización y la formación constante de profesionales”, subrayó.
Actualmente, el presupuesto para el área de salud mental es menos del uno por ciento del presupuesto de salud en general, que este año fue de 18 mil 218 millones 439 mil 532 lempiras. Este uno por ciento representa 182 millones de lempiras. Finalmente, aunque existen muy pocos espacios que brindan apoyo a la población, en San Pedro Sula hay algunas organizaciones como el Teléfono de la Esperanza, y el Hospital “San Juan de Dios”, que son referentes y están presentes para quienes más lo necesiten.
Otras cifras
Las estadísticas revelan que al año aumenta un diez por ciento la cantidad de personas que buscan ayuda profesional por algún tipo de trastorno mental, y eso lleva a los expertos a estimar que el número de hondureños con enfermedades mentales se ha duplicado con la pandemia de nuevo coronavirus (Covid19 ó Sars-cov-2).
Los altos niveles de estrés y ansiedad en los ciudadanos son alarmantes porque esto desencadena la debilidad genética de cada ser y, en consecuencia, habrá más enfermedades cardiovasculares pues las personas ansiosas tienden a comer en exceso, lo cual incrementará el número de hondureños con diabetes y cáncer. Además, una sociedad estresada es sinónimo de violencia, descontrol y poca tolerancia.
No se pueden obviar los trastornos de miedo provocados por el Coronavirus, y por la inseguridad en el país, estas personas constantemente están atemorizadas de ser víctimas de un contagio o de la delincuencia y, los que pueden, prefieren vivir la vida encerrados antes de exponerse a los peligros de la calle. Los problemas mentales y la crisis del país son un círculo vicioso; con ellos se eleva la depresión.
Una recomendación
Las personas deben buscar espacios de esparcimiento propio, dedicarles un poco más de tiempo a las cosas que los hacen feliz y tratar de salir de las burbujas personales para relacionarse con otras personas que les aporten sentimientos positivos, para eso está el internet. “Hoy la modalidad es por zoom, por aquello del distanciamiento social”, expresó el Doctor Edgardo Molina.
Los resultados de un estudio del posgrado de Siquiatría de hace cinco años son reveladores: el 30 por ciento de los hondureños, es decir, 2 millones 460 mil personas, tiene algún tipo de enfermedad mental.
Este dato se refleja en que a diario se reciben de tres a cinco pacientes nuevos en el área de psiquiatría. Ellos, en su mayoría, presentan trastornos de ansiedad causados por la violencia. Las mujeres son las más perjudicadas y, afortunadamente, quienes más buscan ayuda profesional.
Los casos más frecuentes son depresión y ansiedad, generalmente combinadas, muy relacionadas con la violencia ya que la gente anda más temerosa y a la expectativa de que algo les pase. Esa ansiedad llega al punto de que los pacientes se vuelven disfuncionales e incluso dejan de ir a trabajar, empiezan sus problemas de sueño y de estado de ánimo y después necesitan atención farmacológica.
Los factores desencadenantes de este tipo de padecimiento van desde las crisis familiares, inestabilidad en las parejas, divorcio, problemas económicos como la falta de trabajo y la herencia genética del paciente. Hace cuatro años se atendía a 150 personas al mes en psicología y ahora en el centro sampedrano se están recibiendo entre 200 y 300 pacientes.
Las personas víctimas de una pérdida familiar en la pandemia, de un asalto, secuestro u otro hecho violento sufren estrés agudo inmediatamente, también presentan temblores, parálisis, problemas de memoria y concentración. Al no recibir tratamiento pueden tener problemas de sueño, ansiedad y depresión porque el cuerpo reacciona a esa carga emocional traumática.
Visión a futuro
El Nuevo Coronavirus (SARS-CoV-2) o Covid 19, puso en la mirada del mundo no solo la problemática de salud asociada con la pandemia. También vislumbró situaciones vinculadas con otras afecciones como ansiedad, depresión, estrés, insomnio y otros síntomas.
Hoy, la salud mental es una prioridad en Honduras ante la incertidumbre del futuro que está afectando a 1,140,000 personas de todas las edades, un 12 por ciento de los nueve millones y medio de habitantes que han visto cambiar su vida hace 18 meses, cuando comenzó el mortal virus.
El aislamiento social (primer término utilizado para referirse al distanciamiento físico), la movilidad restringida, la reducción en la interacción y comunicación entre pares; amigos, familia y compañeros de trabajo, ha ido socavando la calidad de vida de los individuos en la sociedad. Esto ha incrementado muchas conductas de riesgo y otras situaciones que vistas a largo plazo, las cuales pueden impactar negativa y de forma contraproducente en los diferentes entornos de las personas.
Dentro de estas conductas destacan: consumo de bebidas alcohólicas, tabaquismo, consumo de drogas ilegales, violencia intrafamiliar, relaciones sexuales sin protección o sin consenso y desintegración familiar. Los efectos colaterales de estas conductas y situaciones, que se ven reflejadas en los entornos directos de muchas personas y familias, son otra cara de la moneda que deja la pandemia; con muchas víctimas directas e indirectas que sufrirán las consecuencias.
No se puede abordar una problemática y sus efectos por partes, debe hacerse un proceso integral que beneficie a la población y brinde posibilidades de restablecer la vida de una forma cercana a la normalidad con la que se vivía antes de la pandemia. De esa forma, es necesario cuestionarnos si realmente la salud mental es una necesidad circunstancial o real. Algo que para muchos puede parecer trivial o sencillo de superar, para otros puede ser una situación que marcará sus vidas por el resto de sus días.
Así lo establece un estudio de la Universidad Tecnológica Centroamericana (UNITEC) al plantear: la salud mental no siempre ha sido uno de los principales focos de atención de las sociedades e incluso de los proveedores de salud de muchos países, sobre todo en América Latina.
En caída libre
La realidad es contundente: las enfermedades emocionales actuales constituyen un problema de salud pública y el año pasado, los trastornos depresivos y ansiosos fueron la segunda causa de enfermedad a nivel mundial, después de los padecimientos cardiovasculares.
Una enfermedad emocional es un trastorno del comportamiento humano. “La persona no se puede adaptar a las exigencias de la vida, para el caso, al comportamiento diario, al trabajo; en los jóvenes, al estudio. Es todo lo que implica una conducta diaria de un ser normal que se ha visto afectada por causa del Covid”.
Los primeros síntomas de un comportamiento insano son pésimas relaciones interpersonales, aislamiento, poca tolerancia a la frustración, sentirse fracasado, que no sirve para nada, no cumplir metas, ya sea laboralmente, en lo académico, a nivel social y familiar.
Los más frecuentes problemas emocionales que presentan los hondureños, van desde los trastornos de ansiedad como fobias, hipocondrías, ataques de pánico, síndromes de estrés post-traumático, estados depresivos (depresión menor o mayor) o distimia, que es una depresión de intensidad baja.
Quienes sufren distimia, “son pacientes incómodos que pasan diciendo que el mundo no sirve para nada, tienen un pensamiento totalmente distorsionado y negativo, no están con nadie y están en contra de todo mundo, presentan una disforia, es decir que se alteran fácilmente”.
En su entorno, a las personas distímicas se les ha catalogado “de temperamento fuerte”. Sin embargo, este padecimiento puede progresar a una enfermedad más grave y dar lugar a una depresión doble, que es cuando el individuo ya no funciona a nivel familiar, social y laboral. La consecuencia lógica es la catástrofe.
Si bien es cierto, oficialmente no existen cifras sobre el número de personas que estarían padeciendo trastornos mentales en Honduras, se manejan una serie de hipótesis sobre las causas que los condicionan.
De acuerdo a una investigación de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), una de las causas principales que ha venido a agudizar los trastornos mentales ha sido la crisis económica provocada por el Coronavirus. Esta produce angustia, ansiedad y preocupación entre la población, sobre todo de los estratos medios y bajos.
La esquizofrenia es otro trastorno emocional muy grave. Provoca una serie de síntomas tan graves que la persona no se relaciona a nivel interpersonal, se vuelve aislada y no puede fijarse una meta. Además, presenta una serie de síntomas positivos y negativos. En el caso de los primeros pueden alucinar o tener ideas delirantes y los negativos son aquellos que se dan en personas que podemos ver “raras, aplanadas, extrañas o que no platican”.
Un síntoma delirante es una idea donde la persona cree que tiene una misión dada por Dios, “que tiene poderes de curación o sanidad, o que diga haber sido llamado para cumplir una misión”.
Otra idea delirante, por ejemplo, es cuando las personas están obsesionadas con que les quieren hacer daño con la vacunación, y piensan que todos se reúnen para hablar de ellas. “Estos pacientes llegan a pensar hasta que los quieren matar, lo cual altera totalmente el comportamiento porque se van a defender y lo hacen con agresividad o con hostilidad, están a la defensiva, se aislan y son potencialmente peligrosos, o hacen daño a los demás o se lo hacen ellos mismos”.
La esquizofrenia es una enfermedad ya dada, es genética y se agudiza con el tiempo. “Imagínese una persona con esquizofrenia que tiene la vulnerabilidad genética y está en un ambiente de violencia doméstica, de alcohol o drogas”, expresó. Además de ser una enfermedad grave, no tiene cura, pero si control. “El éxito dependerá de varios factores como el apoyo de la familia o de la habilidad del paciente”. El uno por ciento de la población hondureña, es decir unas 93 mil personas, presentarían trastornos de esquizofrenia.
Inevitablemente, si una persona esquizofrénica vive en el hogar, sus padres, hermanos y hermanas sentirán más tensión que cualquier otra familia. Debe hacerse todo lo posible para que, aun así, todos reciban la atención y los recursos que merecen.
En ningún momento debe dudar en solicitar ayuda práctica y recurrir al especialista cuando la situación lo amerite. También puede encontrar amplia información sobre la enfermedad en los siguientes sitios: www.origo.com/wsf ó www.schizophrenia.com
Cara a Cara
En el pasado, se probó una variada gama de tratamientos médicos, quirúrgicos y psiquiátricos, algunos de los cuales se siguen utilizando; sin embargo, se logró un adelanto importante con la introducción de anti psicóticos. Estos medicamentos han permitido que muchas personas que previamente se hubieran vuelto casos de estancia permanente en el hospital, regresaran a vivir a la sociedad. Su acción consiste en bloquear las vías químicas cerebrales que provocan los delirios. Debe tenerse en cuenta que, si la persona suspende el tratamiento, es probable que los síntomas vuelvan a aparecer después de algún tiempo, ocasionando más sufrimiento.
Puede haber una detección temprana de las enfermedades emocionales. El parámetro es el stress. “Todo mundo habla de stress; el problema es que es un enemigo público porque no solamente le altera el pensamiento a una persona.
Asimismo, hay modificaciones a nivel del organismo y hormonal, especialmente de la hormona denominada cortisol, la cual cuando está sostenida por el estress provoca enfermedad depresiva”.
Existe la necesidad de controlar el stress, porque, en caso de no hacerlo, el cortisol siempre estará alto. Una alternativa de solución es la aplicación de técnicas psicológicas que permitan afrontar ese padecimiento.
En algunos casos deberán utilizarse medicamentos, pero si el objetivo es prevenir deben aplicarse técnicas psicológicas. Por ejemplo, en las depresiones se da psicoeducación. Se le enseña al paciente cómo se comporta la enfermedad y si hay una vulnerabilidad genética la persona deberá aprender todo sobre los supuestos ansiógenos y depresógenos, que alteran el estado congnocitivo de su pensamiento.
Una persona deprimida selecciona un tema y lo generaliza diciendo: “hoy me va a ir mal en el trabajo”. Aunque todo el mundo le haga un buen ambiente, si el paciente deprimido llega con ese pensamiento le saldrá mal todo el día y confirmará sus expectativas de “no sirvo para nada”.
Por ello, deben aplicarse técnicas psicológicas que le permitan al paciente cambiar ese pensamiento por otro apropiado. Una técnica psicológica la constituyen las habilidades sociales, que todos poseemos. Sin embargo, las enfermedades no permiten aplicarlas. Una habilidad social es por ejemplo decir no, es poner límites, es definir una relación, o ser asertivo (no ser ni agresivo, ni pasivo) y puntual.
Las técnicas psicológicas posibilitan enseñarles a las personas a aumentar las habilidades sociales, a evitar depresógenos, técnicas de relajación progresiva de músculos y mecanismos de autocontrol. El yoga y la respiración, para el caso, son complementos de las técnicas de relajación.
Crisis y Covid19
Otras enfermedades como adicciones, o reacciones sicóticas breves también han aumentado durante ese período. Específicamente la psicosis es pérdida de la realidad. Las personas que la padecen pueden alucinar, tener ideas delirantes de daño en contra de ellos o una culpa extrema.
Para tratar las enfermedades emocionales o afectivas deben cumplirse tres períodos cuando se detecta el problema. “Las personas tienen que pasar una fase aguda, de continuación y otra de mantenimiento.
La fase aguda es remisión de síntomas. “Hay algunas personas que dicen que no tienen síntomas, por lo que abandonan el tratamiento y son expuestas a otra recaída y si se dan dos o tres episodios similares, la enfermedad se vuelve recurrente o crónica”.
Una solución
La implementación de políticas estatales y la apertura de centros de salud mental para dar información en Honduras, podrían ser una alternativa de solución a este problema latente.
Si se establece contacto con un paciente deprimido y se le da la información sobre cómo se comporta la enfermedad casi podría quedar resuelto el problema en un 50 por ciento y esto se llama psicoeducación.
Al contar con recursos limitados y una demanda elevada de servicios de salud mental en Honduras, es pertinente mostrar la importancia que tiene y cómo debe convertirse en una prioridad permanente, no solamente ante eventos específicos. De la salud mental en Honduras y en el mundo queda claro que el acceso es limitado a pesar de que las cifras de enfermedades mentales y afecciones en salud mental son elevadas y van en incremento año con año.
Acorde con los datos del Observatorio Mundial de Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en algunos países la situación puede ser aún más crítica, como es el caso de Honduras; que solamente cuenta con 0.66 médicos psiquiatras y 0.62 psicólogos por cada 100,000 habitantes, mientras que naciones más desarrolladas como Suiza cuentan con 43.96 médicos psiquiatras y 84.14 psicólogos para el mismo rango de población (según la World Health Organization, 2019).
Sumado a la carencia de personal calificado para atender la demanda de servicios, también existe otro factor que impacta negativamente: el estigma de la salud mental.
Una publicación de 2021 del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey, destaca: “Nueve de diez personas con problemas de salud mental se sienten afectadas por el estigma que rodea su diagnóstico debido a la manera en que Hollywood retrata a las personas con enfermedades mentales, muchos temen ser diagnosticados o buscar apoyo en otras personas porque no quieren ser etiquetados como “locos” o peligrosos”.
Filtraciones
El tema ganó interés a lo largo del tiempo desde el inicio de la pandemia, y eso reflejó una tendencia significativa de búsqueda de términos relacionados con salud mental en los buscadores como Google.
En las búsquedas sobre salud mental realizadas por hondureños utilizando Google Trends se filtraron términos relacionados con afectaciones de salud mental en Honduras para comparar gráficamente en un mapa –con excepción de Islas de la Bahía y Gracias a Dios– donde se reflejan los 5 departamentos con mayor tendencia de búsqueda. Es visible un notorio interés en la búsqueda de información relacionada con la salud mental. En ese punto se destaca la ansiedad.
Según el estudio de la Unitec, esto debe servir no solamente como muestra del deseo por conocer más sobre diferentes temas de salud mental que afectan a las personas, sino como un indicador clave para identificar factores de riesgo que la población puede tener en su percepción de bienestar y salud.
Afectaciones secundarias
En la actualidad, la búsqueda de información y asistencia en salud mental no solo responde a los efectos directos de la enfermedad Covid19, también abarca aquellos escenarios secundarios en los que ha tenido un impacto, por ejemplo en las familias, las relaciones sentimentales, las amistades, las actividades recreativas, el manejo de las pérdidas significativas con duelos inusuales y dolorosos, el miedo excesivo al contagio y la incertidumbre generada por la sobreinformación y la desinformación propagada por los diferentes medios de comunicación y redes sociales.
De esa forma, es indiscutible que la circunstancia ha abierto una ventana importante a la necesidad de los servicios de salud mental, situándola entre los principales aspectos a tomar en cuenta; debido al incremento de casos registrados de pacientes con síntomas psicosomáticos que pueden incluso llegar a saturar los sistemas de salud públicos y privados.
Por eso se vuelve necesario que se contemple, con mayor sentido de urgencia, la participación de equipos multidisciplinarios dentro de los sistemas de atención de salud.
Se espera que, en algún momento, se pueda retornar por completo a las actividades habituales. Sin embargo, a medida que se hace un reintegro parcial, debe atenderse una nueva realidad de la población que retorna paulatinamente a sus trabajos, escuelas, universidades, comunidades y a la sociedad en general con enormes desafíos personales e interpersonales.
A medida que se avanza en la reactivación económica y el retorno a las actividades cotidianas, muchas personas tienen que lidiar con elevados niveles de incertidumbre, con múltiples efectos de la pandemia que afectarán su calidad de vida, sus ritmos, desempeño y, sobre todo, su perspectiva del futuro.
El mundo, como lo conocíamos hasta ahora, definitivamente no volverá a ser igual. Se tendrán que hacer muchos ajustes a las formas de vivir y convivir, dar más relevancia a la salud física y a la salud mental, haciendo de ella una prioridad, debiendo plantearse nuevas formas de trabajar, estudiar, de relacionarnos y de realizar actividades sociales.
La responsabilidad de la salud mental no recae únicamente en los proveedores de salud. Claramente se debe incrementar el acceso a servicios de salud mental de calidad para la población. Pero las empresas tendrán que crear entornos saludables para sus trabajadores, flexibilizar sus esquemas de trabajo e incrementar su compromiso social. Los centros de estudio, por su parte, tendrán que incluir dentro de sus servicios prioritarios, la atención de salud mental de sus estudiantes.
De igual manera, las familias deberán eliminar el estigma de la salud mental y brindar mayor importancia a las relaciones y la comunicación. Evidentemente, los gobiernos deberán aumentar la inversión en salud mental para acercar los servicios de psicología y psiquiatría a la población, ya que el control de los contagios y propagación del virus a través de las vacunas o tratamientos solamente será el inicio de nuevas necesidades para la sociedad.
De no ser atendidas, estas necesidades incidirán en problemas mayores que tarde o temprano tendrán repercusiones en otras áreas. Además, deberá considerarse una situación muy particular relacionada con todo el personal sanitario que ha atendido la pandemia: “Esta pandemia probablemente traerá como consecuencia altas tasas de estrés postraumático, depresión y otras enfermedades de salud mental en los trabajadores de la salud y el personal esencial, por estas razones debe existir un monitoreo e identificación temprana de las personas en riesgo”, puntualiza la investigación.
La otra cara
Los problemas de salud mental son la otra “pandemia oculta” que sufren los hondureños, afectados por la propagación de la Covid, enfermedad que ha dejado muertos y contagios.
Aquí hay personas que pueden tener más riesgos de padecer los efectos de la pandemia y el estrés asociado, considerando que, en Honduras, entre otras cosas, 2,375,000 de personas arriba de los 18 años, el 25 por ciento de la población, ha padecido de depresión o trastornos depresivos moderados o trastornos depresivos mayores. “Una persona, o grupos con esta condición, en una situación de estrés, su situación sicológica y siquiátrica puede empeorar”.
La situación es grave para la población en precarias condiciones, que conforma más del 60 % de los 9,3 millones de habitantes que tiene Honduras, un país que siempre ha tenido deficientes sistemas de salud y educación, algo que de nuevo se está reflejando en la pandemia.
Nadie dijo que fuera realizable; sin embargo, se puede intentar ser paciente y mantenerse positivo más allá de la pandemia. Quizá tarde un tiempo en sentirse mejor y en encontrar el valor para enfrentar sus miedos. Si abandona la preocupación dejará más espacio para experimentar mayor tranquilidad y, por qué no… hasta un poco de regocijo.
Esta publicación fue realizada con el apoyo del Fondo de Respuesta Rápida para América Latina y el Caribe organizado por Internews, Chicas Poderosas, Consejo de Redacción y Fundamedios. Los contenidos de los trabajos periodísticos que aquí se publican son responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de las organizaciones.