Por: SEGISFREDO INFANTE
Quizás las pesquisas etnolingüísticas las inició en Honduras, de manera rudimentaria, a mediados del siglo diecinueve, el explorador estadounidense Ephraim George Squier, en una época, ya republicana, de exploradores. Pero tales investigaciones y estudios comenzaron a ser sistematizados por el jurista catracho Alberto Membreño y continuados de manera esporádica por el geógrafo Jesús Aguilar Paz, con la presencia eventual, zigzagueante, de antropólogos extranjeros como Rafael Girard, Doris Stone y otros visitantes, tanto viejos como nuevos.
Sus amigos más cercanos conocemos que Atanasio Herranz nació en el pueblo Campillo de Dueñas, en una zona fronteriza entre Castilla-La Mancha y Aragón, una subregión celtíbera que ha producido trabajadores intelectuales de peso. También sabemos que llegó a Honduras en los comienzos de la década del setenta, y que es uno de los fundadores de la Carrera de Letras de la UNAH. Personalmente soy testigo del proceso de nacionalización hondureña de Atanasio Herranz, en tanto que fui parte de la terna de examinadores en el momento en que el doctor Herranz se nacionalizó.
El proceso de nacionalización hondureña no es nada casual. Atanasio se enamoró de Honduras, entre otras razones y motivos, como consecuencia de sus viajes e intensas investigaciones etnolingüísticas por todo el territorio nacional, especialmente en las áreas geográficas de los llamados “lencas”, palabra generalizada por Squier. De tal suerte que la “Universidad de Don Bosco” prometió publicarle el libro “El lenca de Honduras y el lenca de El Salvador o Chilanga”, estudio morfológico e histórico comparado. Pero hasta la fecha aquella universidad salvadoreña ha fallado sin ningún motivo que sea en verdad justificable. Previamente, el doctor Herranz había publicado en Tegucigalpa el libro “Nahuatlismos y proceso de nahuatlización en Honduras”, que lo presentamos un par de veces en el programa de televisión “Economía y Cultura”. A esta labor ha sumado, en el curso de las décadas, una serie de conferencias sobre temas concomitantes, con el resultado final que Atanasio es el único profesor universitario que ha formado una especie de escuela de lingüistas y lexicógrafos nacionales, misma que se encuentra dispersa, en tanto que algunos se olvidan de su maestro. Pero tal escuela persiste.
Encima de todo lo anterior me parece que la obra capital de Atanasio Herranz, se resume en dos grandes trabajos: La coordinación del “Diccionario de Americanismos” publicado por la RAE, y la elaboración del “Diccionario de Uso del Español de Honduras”. Este segundo libro se significa, a mi juicio, como una obra monumental y como el vértice de su carrera de lingüista y lexicógrafo. En algún momento tuve la oportunidad de hojear los primeros tres tomos del manuscrito de este “Diccionario de Uso del Español de Honduras” (DUEH). Al final resultaron dos mil páginas tamaño carta, que bien podría configurar un libro en dos gruesos tomos.
Con el doctor Jorge Ramón Hernández Alcerro realizamos las primeras gestiones para que esta obra monumental fuera publicada por el Estado de Honduras, en el contexto del “Bicentenario”. Las diligencias se hicieron. El oficio de aprobación existe. Pero nunca supimos nada del resultado de aquella grandiosa iniciativa. Quizás porque ambos nos desligamos de algunos quehaceres esporádicos intelectuales y públicos. O quizás por la interferencia de la peste mundial. Pero parece que la obra será publicada en formato digital, con el pequeño inconveniente, desde mi punto de vista, que para fines de memoria histórica de largo alcance, lo que perdura es la obra publicada físicamente. Aunque sea mimeografiada o fotocopiada. En la actualidad, con el objeto de evitar que sus paisanos originarios se resientan de sus “itinerancias” (concepto que utilizamos en el mejor sentido del término), el doctor Herranz está trabajando en el “Diccionario del habla del señorío de Molina de Aragón”, el cual trata de un español dialectal.
Desde que se jubiló y se fue para España, Atanasio retorna todos los años a su inolvidable Honduras, a reunirse con su familia y con sus amigos. Exceptuando el año pasado (2020), se inmovilizó por aquello de la peste que todos conocemos. Casi siempre el amigo “Ata” me trae algún libro editado en España. Recuerdo que en cierta ocasión me envió, con el embajador Norman García, unos turrones navideños. Porque Atanasio es un amigo invariable de los amigos, en lo grande y en lo pequeño. Aquellos que se han ausentado ha sido por decisión unilateral, pues hasta donde lo conozco este hondureño itinerante nunca abandona a sus amigos verdaderos. Como bien pudiera haber expresado Maurice de Talleyrand respecto de Napoleón: “yo nunca abandono a mis amigos, hasta que ellos me abandonan primero”. Bonaparte rechazó los buenos consejos y abandonó a Talleyrand. ¡¡Salud para el más grande lingüista y lexicógrafo de Honduras!!