El peligro de defender la libertad de prensa en Honduras: la titular de la Secretaría de Derechos Humanos me expulsó de una oficina de gobierno

La directora de Reporteros de Investigación hace un recuento de las agresiones que en solo tres días de nuevo gobierno han sufrido ella y su medio por defender la libertad de prensa en Honduras. ¿Podemos confiar en que realmente habrá un cambio en el trato que se da a la prensa hondureña después de 12 años de ataques del gobierno de Juan Orlando Hernández?

Por Wendy Funes / Reporteros de Investigacion

Tegucigalpa, Honduras. Me tomé dos días y he hecho más de diez consultas con defensores, periodistas, gente del partido en el poder antes de decidir qué hacer porque no quería escribir con mala fe y enojo. En estos días he tenido información de que no se trata de una política generalizada del gobierno, que lleva menos de una semana, sino de tres funcionarios intermedios, borrachos de poder, que parecen querer sabotear a la primera mujer presidenta de Honduras. Gracias a todxs por escucharme y por sus consejos, al final, decidí no autocensurarme aunque tenga miedos al contar esta historia.

Me instalé debajo de la lluvia con los pies descalzos en 2011 para confrontar al poder empresarial que a mi juicio me impidió el derecho a la sindicalización y vulneró mi libertad de expresión. En este camino, me atacaron con bombardeos de gas lacrimógeno y sentí culpa y vergüenza. He estado proscrita por el sistema y etc. Me he sentido etiquetada y caminando siempre al filo.

Todas esas luchas en un contexto postgolpe y en dictadura son peligrosas porque siempre es una osadía activar por la libertad de expresión en un país con estructuras dictatoriales asesinas que se empezaban a instalar desde 2009 y que aún no han sido desmanteladas.

La gente cree que en estos años de dictadura defendimos a un “caudillo”. En realidad, defendíamos la libertad de pensar, expresarnos, organizarnos y de que se respetara la democracia y se revirtiera el Golpe de Estado y la sobreviniente dictadura que dejó muerte, dolor y un quiebre en la democracia. 

Nos enfrentamos y sacamos a luz la oscuridad de la narcodictadura y denunciamos a nivel nacional e internacional las violaciones a la libertad de expresión, no por un partido sino por la idea de una democracia participativa, real donde todas y todos quepamos con equidad, justicia y Derecho a la Verdad.

No lo hicimos para que el asesinato de más de 80 periodistas permanezca impune y que se cultiven a fuego lento más asesinatos para la prensa.

Eso me hacen temer ciertos “enchambados” con poder que se amparan bajo la bandera de “refundar” el país para utilizar un discurso público violento y dejar en la opinión pública la semiósis discursiva de que los periodistas son “muertos de hambre”.

No es verdad. Necesitan matar moralmente a su enemigo porque a ellos les incomodan los/las periodistas y parece que lo que quieren son activistas políticos, escribas que le den porras mientras se declaran de izquierda pero humillan, jerarquizan, no solo ejercen su dominio sino que lo exhiben y refuerzan esa simbología cultural de la división de clase. El sumiso se calla y obedece. 

Otros, al hurgar en su historia, han estado en complicidad con la represión, la criminalización y tienen portavoces de Relaciones Públicas que en el pasado se burlaron de las luchas populares desde las salas de redacción que compartimos.

Hay un constante peligro con la polarización y la jauría de funcionarios y sus fanáticos que atacan indistintamente a la prensa, aun a quienes siempre hemos realizado nuestro trabajo con ética y que siempre hemos auditado al poder sin recibir sobornos. 

En suma, todo esto se convierte en un discurso justificante para perseguir, agredir, callar y silenciar, si es posible con la muerte, cualquier vos crítica.

Toda la semántica es moralizante. Ellos están moralmente por encima de periodistas. Me recuerda a la película de los siete pecados capitales, protagonizada por Brad Pitt y Morgan Freeman. Ahí aparece retratado el asesino moral que mataba pecadores porque él era mejor que los demás.

El gobierno anterior silenció a los periodistas con asesinatos, corrompiendo y usando la publicidad estatal y empresarial como premio o castigo.

Me parece demasiado temprano para que este lunes a la prensa hondureña le haya llovido sobre mojado con una suma de agresiones de diferentes funcionarios y pareciera ser solo el inicio de una escalada que se irá recrudeciendo si no se le pone a un alto a su soberbia. Atacan a periodistas en general, no solo contra los que han cometido actos de corrupción sino contra todos los que cuestionemos, señalemos, hurguemos más de lo permitido por el poder. Es un mecanismo de control social de la prensa.

A la vez, es un contrasentido porque quienes siempre se han corrompido seguirán corrompiéndose más a costa del pueblo, pero le dirán al pueblo lo que el pueblo quiere oír. Y quienes siempre hemos querido auditar al poder, seguiremos con los latidos comprimidos en soledad si esto no cambia. Aunque la soledad acompaña a quien decide hacer periodismo, no es así con el alto riesgo.

Lo que aquí sí vale la pena advertir y analizar es que la naturaleza de las cosas se mantendrá en su estado actual mientras las acciones acompañadas de un discurso violento contra el nervio principal de la democracia, humillen, descalifiquen a periodistas que sí hacen su trabajo. Vamos a ser agredidos, linchados por fanáticos, expulsados de espacios públicos, bloqueados en Twitter por funcionarios/as cuando menos leve sea la agresión y solo nos quedará contener el respiro y decir gracias a Dios que solo fue un bloqueo. 

Con un poco más de 72 horas en el poder, las y los funcionarios han salido a atacar la prensa desde diferentes espacios y el equipo de Reporteros de Investigación suma cuatro agresiones. Esto me recuerda mucho a la represión policial con saña en algunas protestas que evidenciaba que ese día había instrucciones de bombardear y golpear civiles desarmados.

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