Por Mario Hernán Ramírez

Presidente vitalicio Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina

Lo juro, ante el Supremo Juez del Universo que hace un poco más de 85 años no escuchaba el nombre de Emelí; ya que ella llegó a vivir en 1938 con su madre doña América España a la residencia de mi tía Dorothea Ramírez de Amador, ubicada exactamente en una antigua casa donde posteriormente funcionó el cine Hispano de Comayagüela; Emelí tenía exactamente mí misma edad, jugábamos y traveseábamos con lo que nuestra imaginación de 4 años nos presentaba.

No fue sino hace alrededor de unos tres meses cuando La Tribuna publicó en una de sus páginas la sentida muerte de Emelí Laitano, por lo que me interesé por conocer un poco más de esta recién fallecida amiga y fue precisamente su pariente el dramaturgo Isidro España (Premio Nacional de Arte 2022) quien me sacó de la duda, explicándome que Emeli era hija del recordado ciudadano Juan Laitano, primer relojero en Tegucigalpa, que tenía su taller en la primera cuadra de la Calle Real de Comayagüela y efectivamente la muerta era la Emeli que yo conocí hace 85 años.

Este mismo rotativo, en su edición del pasado martes 7 de marzo publicó dos interesantísimos trabajos que me impulsaron a retomar la péñola, pese a los achaques que aun persisten, producto de las múltiples complicaciones que han venido minando mi salud en los últimos tiempos. Los artículos de referencia son el principal artículo del periódico, el Editorial con el título “La consulta” y “La Tegucigalpa del Recuerdo” del connotado historiador Nahum Valladares y Valladares, que nos recuerda las fechas más sobresalientes del mes de marzo, ambos trabajos son sencillamente extraordinarios por su originalidad y contenido.

Como hay tantos temas de actualidad, nos referimos primero a la revolución que ha provocado en Honduras la constante muerte de mujeres adultas y niñas en todo el país, situación que ha llegado hasta los linderos de las Naciones Unidas cuyo brazo derecho en Ginebra, Suiza ha lanzado un S.O.S. hacia Honduras, llamando severamente la atención del gobierno y la población toda para que de inmediato se proceda formalmente a detener esa ola de femicidios que horroriza al mundo y que son precisamente doña Xiomara Castro de Zelaya – presidenta constitucional de la república, la abogada Rebeca Ráquel Obando – presidenta de la Corte Suprema de Justicia, más las honorables diputadas al Congreso Nacional y las diferentes instituciones ligadas directamente con la actividad femenina, las que tienen que unir fuerzas y talento para encontrar el antídoto que ponga fin a estos femicidios que ya rebasan la paciencia de la hondureñidad.

Aquí recordamos que en la década de los años 30´s del pasado siglo se escenificaron en Tegucigalpa dos fusilamientos debidamente judicializados, uno por la muerte de un ciudadano español llamado Pedro Gil cuyo autor de su trágica muerte fue otro de origen costarricense de apellido Giménez Vargas y el otro fusilamiento de un sujeto llamado Amílcar Mejía Dormes quien terminó con la preciosa vida de una joven estudiante de magisterio, de la desaparecida escuela Normal de Señoritas, ligada a la familia Sánchez Guevara, ambos fusilamientos fueron los últimos legalmente registrados y con ellos se suprimió en Honduras la pena de muerte. Eso sucedió durante la administración del Gral. Tiburcio Carías Andino, gobierno dictatorial que históricamente es considerado como un punto negro en la democracia que debe prevalecer en los países del orbe. Sin embargo, Carías, de cualquier manera, que halla gobernado, sentó las bases de la paz y la seguridad nacional, por lo cual la población gozaba de un verdadero ambiente de tranquilidad.

Otro tema de actualidad es el de los incendios forestales, de cuyo contenido habló también La Tribuna en su editorial del pasado domingo. Es un problema, que a pesar de la abundante información estrechamente vinculada con el calentamiento global, cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero que cubren la tierra, en nuestra bendita Honduras los pirómanos malnacidos persisten en el maldito afán de meterle fuego al bosque durante la estación seca del año, y eso, naturalmente nos coloca en una posición deplorable frente al resto del mundo, porque si bien es cierto que en otros países como Estados Unidos y particularmente en San Francisco, Estado de California, se desatan gigantescos incendios forestales, que son provocados por la naturaleza.

La excelentísima señora presidenta de nuestro país está muy preocupada y de verdad, por la situación de criminalidad que está flagelando a la población hondureña, exigió a las autoridades de seguridad que en el término de 72 horas le presentaran un plan verdaderamente estratégico para contener este derramamiento de sangre conocido como “masacres”, sobre todo las dos últimas ocurridas en Comayagüela y Comayagua, este último en el que fueron víctimas de los asesinos 8 inocentes personas. Realmente la situación que estamos viviendo los hondureños es alarmante, horrorosa y amerita una verdadera profilaxis que constituye en control, limpieza y exterminio de este horripilante espectro, que es una de las principales razones para que miles de hondureños estén abandonando su tierra natal, huyendo de este fantasma aterrador que tanto daño nos produce, ya que en esas caravanas se están yendo muchos cerebros de los que tanto necesita Honduras para su desarrollo.

Es urgente entonces que la actual gobernante ponga en cintura a quienes tienen la responsabilidad de cuidar la vida y propiedades de los hondureños para que la paz y la tranquilidad vuelvan a su normalidad y para que el país reencuentre el camino al que tiene derecho, de la prosperidad y la armonía entre todos los que nacimos en esta otrora tierra de pinos y robles abundantes.

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