Por: SEGISFREDO INFANTE

            El “Día del Idioma Español” y “Día Internacional del Libro”, circuló un video en que varios escritores hispanoamericanos leyeron, por partes, los versos del poema “Letanía de nuestro señor don Quijote” de Rubén Darío. Creo que la elección de este poema fue la más afortunada por varios motivos. El primero de todos es el triste aislamiento que estamos padeciendo los “hispanos”, sobre todo los de tercera edad, por causa de una “epidemia” inesperada, tal como se menciona en uno de los versos, en un momento histórico en que necesitamos una real comunicación. El segundo es que el poema está dedicado a Miguel de Cervantes y a su personaje central “Don Quijote”, nombres tan apropiados en la Semana del Idioma. El tercer motivo es que Darío alude, directa o indirectamente, a varios autores, entre ellos Shakespeare. Y el cuarto motivo, quizás el más importante, es la alta calidad del poema de Rubén Darío, estructurado en doce cuartetas, con versos de doce sílabas métricas rimadas y algunos versos de pie quebrado.

            “Letanía de nuestro señor don Quijote” es un texto que pertenece al libro extraordinario “Cantos de Vida y Esperanza” (1905). Esto significa que es un poema de madurez biológica, espiritual y poética del autor nicaragüense. Lejos han quedado los versos pirotécnicos, aunque algunos bellísimos, del poemario “Prosas Profanas”, con el cual despegó y alzó vuelo el modernismo de la poesía hispanoamericana. Rubén Darío ya no necesita para nada de poemas políticos de adolescencia. Ni mucho menos de pirotecnias verbales “afrancesadas”. Ahora, más bien, anda buscando cierta profundidad y sobriedad de pensamiento, sin abandonar la belleza del verso clásico español, que en algún momento de su vida había disfrutado, especialmente en las obras de Quevedo y Góngora, dos autores aparentemente contrapuestos. El poema “Lo Fatal” es otro emblema de la madurez que había alcanzado Rubén Darío, sin ahondar en las especulaciones abstrusas de la gran Filosofía, tal como lo advierte Edelberto Torres Espinoza en su monumental biografía rubendariana; un libro que me “usurparon” hace tantos años.         

            El poema de Darío insinúa, con cierta originalidad, que “Don Quijote” es un personaje de la vida real, al cual hay que solicitarle intercesión para que rece por todos nosotros. Especialmente por los peregrinos; los desvalidos; los tristes; las víctimas de la “canallocracia” y por los marginados en general. También por los buenos amantes de la literatura universal. Esto de proponer al Quijote como un personaje de la vida concreta se le ocurrió también, durante el mismo año, a Miguel de Unamuno, con su libro ensayístico “Vida de Don Quijote y Sancho” (1905). Pero mientras Rubén Darío hace énfasis en la letanía religiosa y literaria dirigida al sublime hidalgo de La Mancha, Miguel de Unamuno, en cambio, hace énfasis en la historicidad de los personajes “Don Quijote” y Sancho, con unas ocurrencias más propias de la leyenda que de la reflexión filosófica y del rigor histórico que se esperaba del rector de Salamanca. Por eso Ortega y Gasset afirmará unos diez años después, en su libro filosófico “Meditaciones del Quijote” (1914), que a él le interesa más el personaje histórico Miguel de Cervantes que los quijotismos de “Don Quijote”. Es conocida, pues, la polémica entablada entre ambos pensadores.

            Por cierto, el respetable escritor vasco Miguel de Unamuno, se negaba a reconocerle los méritos poéticos a Rubén Darío. Lo aceptó, poco más o menos, cuando ya Darío había fallecido. Ortega y Gasset en cambio, se refería al poeta nicaragüense, si acaso la memoria no me traiciona, como “el gran domesticador de los corceles líricos.” Inclusive la generación de poetas españoles de “1927”, se identificará más con Ortega, Góngora y  Rubén Darío.

            Tal vez valga la pena traer a colación algunos de los versos de la “Letanía de nuestro señor don Quijote” de Rubén Darío. Veamos: “Rey de los hidalgos, señor de los tristes,// que de fuerza alientas y de ensueños vistes,// coronado de áureo yelmo de ilusión;// que nadie ha podido vencer todavía,// por la adarga el brazo, toda fantasía,// y la lanza en ristre, toda corazón.” (…) “Noble peregrino de los peregrinos,// que santificaste todos los caminos// con el paso augusto de tu heroicidad,// contra las certezas, contra las conciencias// y contra las leyes y contra las ciencias,// contra la mentira, contra la verdad.” (…) “!Ruega por nosotros, hambrientos de vida,// con el alma a tientas, con la fe perdida,// llenos de congojas y faltos de sol,// por advenedizas almas de manga ancha,// que ridiculizan al ser de la Mancha,// el ser generoso y el ser español!” (…) Pues “casi ya estamos sin savia, sin brote,// sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,// sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios.” Al final recomendamos que los amables lectores busquen la posibilidad de leer todo el poema de Rubén Darío.Tegucigalpa, MDC, 10 de mayo del año 2020. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 17 de mayo del 2020, Pág. Siete). (Se reproduce en el diario digital “En Alta Voz”).     

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