¿La pandemia de la pobreza?

Redacción En Altavoz

Al cierre de 2021, el Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (FOSDEH) proyecta que tres de cada cuatro hondureños vivirán en condiciones de pobreza mientras que dos de cada tres en la pobreza extrema.

Este panorama preocupante se agudiza por causa del Coronavirus (Covid-19) que ha dejado secuelas preocupantes como la pérdida de 9,679 vidas en los 18 meses de pandemia, aunque la Asociación de Funerarias reporta más del doble de lo cifrado oficialmente, 19,830 decesos, es decir, 10,151 muertes más con relación a datos oficiales. Además, aquí se perdieron 500 mil puestos de empleo y la cifra ha venido en aumento.

Analistas como la licenciada Martha Miriam Borjas consideran que la pandemia ha provocado un decrecimiento en la economía el cual ha impactado en las familias hondureñas, por el cierre de micro, pequeñas y medianas empresas, por la salida de inversión extranjera, lo cual ha generado un aumento en el desempleo. “La pérdida del empleo ha sido uno de los mayores impactos del Covid-19, puesto que tiene una relación directa con la satisfacción o no de las necesidades básicas de una familia”, expresó la economista.

Esto, apunta, “en momentos en que se requieren más recursos para atender la parte de la salud y ante esa asimetría las perspectivas se vuelven más difíciles para los hondureños”.  También por el lado de la Administración Pública el impacto ha sido fuerte, tomando en consideración que se deben utilizar más recursos para atender al sector salud, sacrificando otras áreas de inversión estrechamente vinculadas con la reducción de la pobreza, subraya.

Más cifras

Algunas instituciones y organismos han proyectado un decrecimiento de al menos 5.8 por ciento menos con relación a 2019 y, en el peor de los casos, menos del 8.8 por ciento, según el FOSDEH.

“Decrecimiento será el acumulado desde la crisis de la deuda de los 80, de la crisis energética de los años 90, de la crisis financiera y del golpe de Estado y de la crisis política electoral, pero las cifras tienen rostro, para finales del 2020 el 60 por ciento de la población se acercó a la pobreza y 50 por ciento a la pobreza extrema”, explicó la economista.  Entre 2020 y 2021 se perderían un millón de empleos.

Seis de cada diez hondureños se encuentran subempleados, esto implica que trabajan más de 36 horas y ganan menos del salario mínimo, lo cual no genera condiciones necesarios ni atracción para inversión extranjera o mucho menos para crear ascensos sociales o para manejar las condiciones sociales predominantes en el país.

¿Y el endeudamiento?

Honduras se endeudó en más de 15 mil millones de dólares equivalentes a 375 mil millones de lempiras, lo cual fue una cifra histórica, plantea el Foro Social de la Deuda Externa.  De hecho, durante la pandemia, el Congreso Nacional aprobó un decreto que facultaba a la Secretaría de Finanzas el endeudamiento con el fin de utilizar esos recursos para afrontar el Covid-19. Nada más alejado de la realidad, porque muchos de esos recursos se diluyeron en la compra de siete hospitales móviles sobrevalorados que, al final, no sirvieron para nada.

Esta orden fue un cheque en blanco dado que no se logró establecer en qué se utilizaron esos recursos, mucho menos cuál fue el plan de inversiones y cuáles fueron las obras financiadas en calidad de deuda.

Incertidumbre

La pandemia de la COVID-19 ha incrementado la desigualdad, el número de desempleados y de pobres en Honduras, en especial en el Corredor Seco, donde más de 1,6 millones de personas padecen inseguridad alimentaria, expresó la organización humanitaria Oxfam.

El poder adquisitivo de las familias decreció por la pérdida de empleos, la reducción de las remesas y el alza en el precio de los alimentos, principalmente en el área rural, donde muchas personas viven en situación de pobreza por la sequía que ha afectado la producción de alimentos, especialmente la llamada agricultura de subsistencia.

De acuerdo a esta red global de organizaciones no gubernamentales, los ingresos de los agricultores en el corredor seco de Honduras han “bajado un 20 por ciento”. Esa reducción ha provocado que las personas “empiezan a comer menos, consumen una dieta menos sana, venden lo poco que tienen como reservas de semillas, animales y artículo de la casa, para cubrir sus gastos”.

Impacto profundo

El país estuvo semiparalizado por las medidas de aislamiento social que se aplicaron para frenar la expansión del Coronavirus, que en esta nación infectó hasta el 18 de septiembre a 356 mil 707 personas.  Sus efectos han sido devastadores, al agudizar la crisis de hambruna en las regiones que ya padecen este problema, por lo cual el gobierno debe seguir impulsando transferencias monetarias y dar mayor acceso a tierras, agua, insumos agrícolas y mercado a las personas, señala la economista Martha Miriam Borjas.

“Quienes padecían de hambre en años anteriores, con lo que está sucediendo hoy existe un riesgo latente de que lo sigan padeciendo”, en especial en el Corredor Seco, una de las zonas más vulnerables al cambio climático, apunta.  La cosecha agrícola, según proyecciones, es “alentadora, sin embargo, eso no se traduce en una mejor situación” para los productores de subsistencia.

Datos de la Unidad Técnica de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Utsan) dan cuenta que, cerca de 1,3 millones de hondureños enfrentan inseguridad alimentaria y casi 350.000 personas están en una “situación crítica”.

En su opinión, hace “falta una visión de desarrollo rural incluyente” respaldada por la inversión pública y la cooperación internacional para abordar los problemas recurrentes que enfrentan esas familias.  “La vulnerabilidad que enfrenta una familia en el Corredor Seco no es algo que apareció con la pandemia, ya existía antes por la falta de inversión estatal en programas para mejorar su situación y por eso hemos visto tanta migración”, enfatizó.

Más precariedad

Cuando es cosecha de mangos y faltan las tortillas, Narciso, de ocho años, se alimenta con esa fruta.  Y es que en la remota aldea del sur donde nació, al igual que la maleza crece en los empinados terrenos y las casas construidas con adobe abundan, el hambre florece y muestra su lado más “tétrico”: la desnutrición

Tortilla con sal es el alimento diario de los hermanitos Pedro, de diez años, y José, de seis. Cuando no hay para maíz se van a la escuela sin desayunar y si, al regresar, su madre no ha podido vender el petate que elabora cada dos días, la historia se repite.

“El hambre vive entre nosotros”, confiesa Carmen Alvarado, madre de cinco niños más. “Si no hay para comida, mucho menos para la medicina y las vitaminas que necesitan cuando se enferman”, dice consternada. Aunque, a simple vista, no parecen desnutridos, lucen pálidos, irritables y los de edad escolar tienen dificultades para aprender.

En Honduras, las estadísticas y censos realizados en los últimos años, revelaron que alrededor del 50 por ciento de los niños presenta algún grado de desnutrición. Pero lo más alarmante es que el 38 por ciento de estos pequeños padece de cuadros severos que, si no son atacados desde los primeros años de la vida, será fatal para su desarrollo pleno.

Debido al auge de la pobreza muchas familias no cuentan con suficiente comida. Eso los obliga a brindar a sus niños alimentos que no llenan los requerimientos proteicos calóricos necesarios para vivir con normalidad.

Los promotores de salud le han pedido a Carmen Alvarado, de 36 años, que trate de mejorar la alimentación de sus vástagos. Que les dé limonadas, arroz, sopas y huevos cuando pueda, pero le resulta tan difícil.  El dólar diario que gana su compañero de vida cuando consigue trabajo como jornalero apenas le ajusta para frijoles y el café negrito. Uno de sus hijos, “Lalo”, de siete años, heredó la desnutrición desde el nacimiento y esa cruz silenciosa lo ha acompañado cada día.

El pequeño “Lalo” es callado como la enfermedad que le ha robado la actitud inquieta de todo niño de su edad. Una sonrisa inocente descubre sus dientes picados, su rostro pálido como un papel demuestra la falta de vitaminas y la delgadez de su cuerpo habla del bajo peso para su edad.

Esas marcas han parecido no ser suficientes para que la desnutrición sea reconocida como una enfermedad que cada año arrebata la vida de decenas de menores en Honduras. De hecho, unas 15 personas mueren al mes por esa causa.  

Cifras analizadas por En Alta Voz reflejan que, el 70 por ciento de los niños que ingresan a hospitales públicos llega con problemas de desnutrición. Sin embargo, son internados por padecimientos como diarreas, neumonías, otitis media, parasitismo intestinal y deshidrataciones.  “El hambre es un fenómeno grave, una falta completa de acceso a la alimentación y a medios de sobrevivencia que trae como consecuencia la muerte”. A nivel centroamericano, este fenómeno sólo se ha manifestado en Honduras y Nicaragua y, de forma regular, en África.

En nuestras manos

El denominador común para algunas madres es comenzar a darles comida a sus hijos a los dos meses. Sin embargo, en vez de gastar dinero en papas y guineos lo hacen en una galleta y un refresco de botella.

Según la licenciada en Enfermería, Waleska Núñez, no sólo la pobreza es desencadenante de la desnutrición; los hábitos alimenticios producto de patrones socioculturales arraigados también influyen en el crecimiento de este mal.

El origen de esta patología no sólo se desarrolla a partir del nacimiento de los infantes. Se debe trabajar en la nutrición de las madres y en la disminución de los partos en adolescentes, para evitar el bajo peso al nacer y los bebés prematuros. “Lo triste es que por la pandemia no hay condiciones”, precisa.

Se debe sembrar la semilla de la educación y las oportunidades de empleo para que, en los recodos más apartados, la desnutrición y el hambre, no sigas robando el futuro de los niños de Honduras, puntualiza.

Ambientalistas que conocen de las condiciones de familias en las zonas rurales estiman: por cada dos metros cúbicos de biogás que pudieran producir estas personas, se evitaría la tala de 50 árboles maderables o energéticos, lo cual quiere decir que con una o dos vacas pueden producir su propia energía, abono, lácteos y se evitaría la tala.

 La experiencia da cuenta que, 10 kilogramos de desechos, producen un metro cúbico de gas y 45 metros cúbicos de biogás equivalen a 25 libras de Lpg.  Se puede lograr con capacitaciones constantes para llegar a los lugares más recónditos del país. Ahora, lo que falta es voluntad.

Lo que nos queda claro es que de cada 100 personas que viven en estado de extrema pobreza; 90 disponen de menos de un dólar para solventar sus requerimientos. La Encuesta Permanente de Hogares aclara: “probablemente una buena parte de estas personas y hogares se encuentren en el ámbito rural, en donde la población, por lo general, no tiene permanentes ingresos monetarios provenientes de remuneraciones o de ganancias”.

Estrategia de sobrevivencia

Antes de la pandemia, la estrategia de “sobrevivencia” de estas personas era migrar, un fenómeno que también ha sido golpeado por la situación generada por la COVID-19.

No se puede obviar que la enfermedad ha afectado en el empleo a los migrantes, no obstante, a pesar de ello, ha habido un repunte de las remesas que envían a sus familias en Honduras. En el primer trimestre de este año, el país recibió 1.570 millones de dólares, lo que representó un alza de 29 por ciento respecto a similar período de 2020.

En esa oportunidad, el presidente del Banco Central de Honduras (BCH), Wilfredo Cerrato, les dijo a periodistas que el monto de remesas entre enero y marzo de 2021, fue superior a los 1.217 millones de dólares recibidos en el primer trimestre del año pasado. El incremento obedeció a la reactivación de la economía de Estados Unidos y “un menor nivel de desempleo” en ese país del norte, pese a los efectos de la pandemia.

“La migración ha mermado un poco, pero va llegar un momento en el que los hondureños que se encuentran en esta situación van a volver a migrar hacia las ciudades y fuera del país para sobrevivir”, considera la analista.

El licenciado Rafael Delgado, ex presidente del Colegio Hondureño de Economistas en la Zona Norte, considera, sin duda, “que la pandemia ha sido fatal para los hondureños, el impacto ha sido notorio, en primer lugar, para quienes se vieron afectados en su salud y no es para menos, sus hogares han tenido que sufrir erogaciones adicionales que no estaban calculadas y eso se ha sentido en el presupuesto de los hogares”.

A criterio suyo y en eso coincide con Martha Borjas, “el sistema público de salud de Honduras está por los suelos y no ha podido responder adecuadamente ante la avalancha de personas que han llegado necesitando de asistencia y por ello se ha tenido que recurrir a servicios privados que definitivamente, no han estado al alcance de nuestros compatriotas, muchos de los cuales se han endeudado para lidiar con la enfermedad de sus parientes”.

En segunda instancia, “no puede desestimarse el impacto del Covid-19 en la economía nacional es decir en las empresas del país, recordemos que las medidas que se tomaron en 2020, condujeron al cierre para evitar mayor contagio y todo eso paralizó la actividad y obligó a muchos a interrumpir operaciones, lo cual generó pérdida de puestos de trabajo, es decir, tenemos por un lado las erogaciones adicionales por las enfermedades que han sufrido nuestros compatriotas y por otro lado está la merma del empleo”, dijo el licenciado Rafael Delgado.

Las estimaciones conservadoras de algunas organizaciones indicaron en 2020 la pérdida de medio millón de puestos de trabajo en el sector formal e informal de la economía, cifra que pudo haber aumentado hasta ahora, pero no hay estudios precisos que lo indiquen hasta el momento, pero resulta evidente el impacto negativo de la pandemia.

Más gente en las calles

Para el presidente del Gremio de Microempresarios de Honduras (GREMIPEH), si bien es cierto hay más población en la calle eso no se ha visto traducido en más ventas. “Ha habido una leve mejora en el comercio, pero los dueños de estos negocios no han obtenido la recuperación económica, y eso deriva en pérdida de empleos”, considera.

La salida de más gente a las calles está moviendo un poco la actividad para micro, pequeños, medianos y grandes empresarios de Honduras, pero la economía está lejos de recuperarse, o al menos alcanzar los niveles en que estaba antes de la pandemia. “Actualmente estamos en un 30 por ciento en comparación a lo que atendíamos antes del Covid”, dijo Carranza.  “Hemos vuelto a abrir a partir de cero, pero estos meses de pandemia han sido difíciles”, señala.

A criterio suyo, cuando el Gobierno decretó el toque de queda todos se vieron afectados, pero se mantiene la esperanza de una recuperación con las facilidades que requieren “las pequeñas y medianas empresas para salir adelante”. Para recuperar lo perdido en el confinamiento “hay que estar con todo el ánimo posible, porque esto ha venido a repercutir a nivel mundial”. Él sabe que no se puede no debe bajar la guardia. “Hemos tenido pérdidas y hay que ver cómo nos ponemos al día con todos los compromisos”, precisó el dirigente gremial.

La realidad

Honduras es una nación de 9,3 millones de habitantes, de los cuales el 60 por ciento, es decir, 5.58 millones ya eran pobres varios años antes de la pandemia, pero con la expansión del mortal virus, el desempleo ha aumentado según economistas, sociólogos y analistas locales.  Alguna de la gente que ha salido a las calles, intentaráa través de la informalidad, comercializar algún bien o un servicio para tener algún tipo de ingreso.

Sin embargo, en 18 meses de pandemia se han perdido más de medio millón de empleos, y tal como se observa la situación, “la tasa de desempleo abierta se va a duplicar y sus secuelas van a ser aún más graves”. Lo cierto es que hoy, la situación económica no va de acuerdo con lo que el país demanda, porque no se pusieron en práctica políticas públicas y acciones recomendadas en su momento por sectores de la sociedad civil.  “Por eso va a ser más difícil recuperar el empleo y el ingreso”, señaló Martha Miriam Borjas.

La tasa de desempleo abierto en 2020 cerró con 10.9 por ciento de acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas, es decir que antes de la pandemia cifras oficiales notificaban 240 mil personas sin trabajo, mientras que, el año anterior esos números llegaron a 447 mil.

En ciudades como San Pedro Sula y Tegucigalpa, se visualiza una inmigración campesina más fuerte hacia la urbe, lo cual agudizará aún más las necesidades en estas zonas del país. Si bien es cierto, desde los últimos meses cuando se dio una “moderada” apertura de la economía, se empezó a ver un movimiento sin precedentes.

Lo cierto es que, dadas las condiciones en que se encuentra el país, actualmente ni el gobierno, salpicado por la corrupción, ni la empresa privada estarían en capacidad de generar nuevos puestos de trabajo. Por eso sería fundamental reactivar el sector agropecuario y la construcción que emplean mayor mano de obra, así como el fomentar la siembra de granos básicos. Esto haría que las personas tengan al menos un motivo para quedarse en el campo y sería un paliativo para no emigrar hacia las ciudades.

La ciudadanía hondureña se considera muy luchadora, emprendedora, perseverante y a pesar de las múltiples problemáticas siempre esperan salir adelante y sortear esas dificultades con éxito, la pandemia por el Covid19 ha incrementado la pobreza, el hambre y la miseria.

Dentro de dos meses Honduras realizará el proceso político electoral para elegir a las nuevas autoridades que administrarán los recursos del Estado entre los años 2022 al 2026, con la esperanza de un mejor futuro para todas y todos, especialmente para la niñez y juventud.

Esta publicación fue realizada con el apoyo del Fondo de Respuesta Rápida para América Latina y el Caribe organizado por Internews, Chicas Poderosas, Consejo de Redacción y Fundamedios. Los contenidos de los trabajos periodísticos que aquí se publican son responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de las organizaciones.

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