Por: SEGISFREDO INFANTE

            En cierta ocasión abordamos con el gran poeta de Comayagua don Edilberto Cardona Bulnes (1934-1991), el tema complejo del amor. Me dio a entender que él era un hombre como ausente de las cosas del mundo, pero con ciertos bemoles que lo instalaban como un personaje aparentemente “ermitaño”. Mis poemas, me dijo, le interesan a muy poca gente porque de vez en cuando le dedico unos versos a “Jesús Sacramentado”. Entonces recordé su bellísimo soneto a “Diego de Silva y Velásquez, evangelizador del iris”, con el cual ganó un premio en el Instituto Costarricense de Cultura Hispánica, a nivel centroamericano, en 1962. En tono de broma le expresé que él era un santo varón. “No crea”, me contestó, “soy capaz de ir a un prostíbulo y acostarme con una prostituta”.

            Quedé sorprendido ante la fea reacción del amigo. No me lo imaginaba en aquellos antros en donde se paga por un supuesto acto de amor. Entonces le di un giro a la conversación hacia otros rumbos. Le pregunté por su poemario “Los ángeles murieron”, con el cual también obtuvo un premio en un concurso patrocinado por la vieja Escuela Superior del Profesorado (1972). Dentro de las desdichas del poeta hondureño, es que también este poemario se extravió “para siempre”, aun cuando había sido ilustrado con unos dibujos del “Oso” Guardiola, que “Don Edilberto” tuvo a bien mostrármelos. No olvidemos que por aquellos días no existían fotocopiadoras en Tegucigalpa; o comenzaban a llegar. Así que las probabilidades de extraviar un manuscrito eran altas. De este poemario perdido de Cardona Bulnes se recuerdan apenas los tres siguientes versos: “No saben de las tésis de los peces,// la antítesis del ave,// la síntesis del hombre.”

            Pero bien. Volviendo al tema del amor entre parejas, me relató que él le escribía “Cartas a Minita”. Recuerdo que me leyó una de aquellas cartas. Varios años después del fallecimiento de Cardona Bulnes, fuimos a visitar a doña Guillermina Cuéllar, allá en Comayagua, con un grupo integrado por Rolando Kattan, Julio Turcios, otra persona más y el autor de estos renglones. “Doña Mina” (también poeta) confirmó la relación epistolar y subliminal con el poeta Edilberto Cardona. Relató, frente a todos nosotros, que él se autocomparaba con Francisco de Asís y que a ella la comparaba con “Clara”, la exnovia del místico católico que se entregó a la causa de los más pobres y a la alabanza ecológica de toda la Creación.

            Sin más rodeos me gustaría transcribir un poema bajó el título “Carta para Mina”, que el poeta le dedicó a doña Mina Cuéllar: “Mina querida,// Mina de los perros y de los pájaros,// de los libros, la música y la virgen:// Cómo quiero escribirte una prosa ligera…// Ligera sí, como una brisa que va de un lado a otro// sin saber si se posa en los geranios ácidos// o en los azahares amargos,// o en la yerba escondida donde las garzas// abandonan la espuma que se traen de las nubes.// Una prosa delgada y fuerte como la ternura,// que te abrigue sin sofocarte// y te anime sin someterte.// Mina querida// de los perros que gozan de tus ojos enormes// como de dos soles glaucos,// como de dos lagos plácidos// en que desean bañarse y correr// por las playas de palmeras oscuras// y pasar la línea azul del iris// del último horizonte.// Mina querida,// de los pájaros que la miran pasar// como una alondra más, nostálgica de los tilos celestes.// Mina querida,// de los libros y la música,// de ellos que la sienten como una enfermera// de esperanzas curándoles las heridas,// como la madre que vela por ellos y los arropa// en las madrugadas del helado abandono,// peligroso, inseguro;// de la música que sabe de sus sinalefas de paz,// de sus ligaduras de justicia// del punto y coma de su perdón.// Mina querida// de la virgen que la toma,// casi por asumirla,// como una de las últimas florecillas// ocultas de la tierra dolorosa// entre las altas montañas de la duda y el odio// y negros torrentes de la sangre y las lágrimas.// Mina// yo descanso también a la orilla del agua// como uno de esos hermanitos chiquitos// que te quieren,// y te doy esto ya,// que no sé qué es,// si prosa o no, es tuyo,// si no, no te lo entrego nunca.” (Me parece, sólo me parece, que este poema lo publicamos en la “Revista Histórico-Literaria Caxa Real”).

            Es incontrovertible que se trata de un delicado poema de amor, en donde a la persona amada se la describe con todo respeto y ternura. Sin esperar nada a cambio; excepto la mirada de unos ojos plácidos. O la terapia de una herida intangible. Nunca olvido en este punto que en la última conversación con Edilberto Cardona Bulnes, me sugirió que trascendiéramos la muerte. Es decir, que nunca lo olvidáramos a él. 

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