Por Rafael Delgado Elvir
Economista. Catedrático universitario

Muchos en Honduras esperan demasiado de la política exterior de Estados Unidos. Centran sus esperanzas en que finalmente ese país ejecutará la jugada magistral que vendría a ser como el jaque mate del ajedrez. No es la primera vez que esto ocurre. Hace apenas diez años con una crisis política profunda tanto golpistas como los derrocados suplicaban por una movida a su favor. Ahora nuevamente ante la crisis política y social producto de un gobierno ilegítimo surgido además de un proceso evidentemente fraudulento es que en ciertos sectores surge la opinión que al gobierno de los Estados Unidos le corresponde actuar para superar la crisis. Esperan que Heide Fulton reciba las instrucciones para finalmente hacer que JOH y su grupo abandonen el poder.

Eso es pedir demasiado. Se tienen suficientes condenados, se tienen las grabaciones de las pláticas, los testimonios inequívocos de los extraditados y de otros testigos que apuntan a un involucramiento que permeó la estructura gobernante en Honduras. Pero eso no producirá ningún cambio al menos desde las oficinas que definen la política exterior norteamericana. Como un ritual ambos lados seguirán poniéndose sus máscaras fingiendo normalidad. Los funcionarios del imperio saben con quién están lidiando; sonríen y estiran la mano guardando todo para el momento que a ellos les convenga. Mientras tanto ese silencio tiene su precio ya que somete y disciplina. JOH y su grupo por otro lado podrá también seguir sonriendo cínicamente a los funcionarios de segunda y tercera categoría alardeando tener su respaldo aunque sepan que aquellos conocen todo, pero con la certeza que aun así no pasará nada. Al menos ahora.

El evidente involucramiento de la actual cúpula gobernante en graves actos de corrupción y narcotráfico podrán ser argumentos de mucho peso para diferentes políticos norteamericanos y para la opinión pública norteamericana que con mucha razón no ven ninguna justificación para seguir apoyando a esos aliados caros y corruptos que mantienen a los países del Triángulo Norte de Centroamérica. Sin embargo, en las altas esferas donde se definen las acciones a tomar en materia de política exterior, allá en esos espacios blindados y secretos, las consideraciones van más allá de un análisis de lo que conviene o no a nuestros país. Allí se imponen los argumentos duros que integran la problemática centroamericana en el marco de los intereses geopolíticos antes de cualquier otra consideración. Ya no se trata de cuánto se están violando los derechos humanos, ni cuánto es el impacto de la corrupción en los hogares pobres. Se trata, lamentablemente de considerar riesgos y costos de un cambio que podría afectar los equilibrios de las grandes fuerzas en disputa. Dentro de esa lógica sale sobrando lo odiado que sean un régimen, el daño que ocasione a su gente, las toneladas de cocaína que se están infiltrando.

Pese a todo lo que se pueda afirmar sobre una política exterior centrada en valores y principios, la verdad es que las potencias del mundo tienen intereses políticos y económicos, que a la hora de las grandes decisiones prevalecen sobre cualquier otro criterio. Los entendidos en ciencias políticas entienden de esto y saben cómo regularmente se sacrifican los valores en aras de la seguridad y el dominio. Creo que por lo anterior, lo más conveniente es centrar mejor las esperanzas en una ciudadanía que pese a todas sus debilidades sabrá definir qué le conviene y que no. Se va Heidi Fulton y vendrá otro sin que haya algún cambio importante en las decisiones respecto a la crisis hondureña. Pero eso no importa. Hay suficientes muestras del debilitamiento de los que gobiernan y muchas fuerzas en oposición para entregarle a quien no se lo merece la autorización para un jaque mate desde afuera.

delgadoelvir@yahoo.com

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