Por: SEGISFREDO INFANTE

            Nuestra época es confusa y “relativista” en extremo. Pero también hay nuevos dogmas rígidos condimentados con ingredientes rancios. En el pasado histórico lejano hubo situaciones análogas a la nuestra. Pero tal vez (sólo tal vez) de menor intensidad si comparamos lo actual con el fenómeno exponencial que percibimos en los entornos regionales y mundiales, en donde las superficialidades “coincidentes” pelean territorios en bandos opuestos, en que son endiosados los lenguajes lapidarios e hirientes, por un lado, y los “relativismos” y las tecnologías volátiles por otro, las cuales se ponen de moda cada dos o tres años, para caer, más tarde, en vertiginosos desfiladeros bursátiles.

            La Unión Europea fue un sueño recurrente, y frustrado, desde los tiempos medievales del emperador francés Carlomagno. Tal ensoñación la vemos reaparecer en los días gloriosos del “primer ciudadano” Napoleón Bonaparte y, como contrapartida antinapoleónica, mediante la búsqueda sistémica del equilibrio europeo, proyectado por el diplomático austriaco Klemens von Metternich. Más tarde, el filósofo Ortega y Gasset, sugirió también el tema de la unidad necesaria de los europeos, bajo la idea inicial de “europeizar a España”. Miguel de Unamuno, por el contrario, pero siempre con la mirada unificadora, sugirió “españolizar a Europa”. La emergencia de Adolf Hitler en Alemania, con sus discursos teatrales, histéricos, racistas, superficiales o vacíos, fue un trágico y macabro capítulo en el curso de la primera mitad del siglo veinte.

            Con Jaime Chávez Almendares (QEPD), doctor en matemáticas y analista financiero internacional, conversamos en múltiples ocasiones sobre el tema de la actual Unión Europea, el “Tratado de Maastricht”, la crisis financiera del 2008 y más tarde sobre el proyecto de ruptura entre Gran Bretaña y la “Zona Euro”, problema más conocido en los medios de comunicación masiva como “Brexit”. Aunque hemos sido admiradores permanentes de las facetas positivas (que las hay negativas) de la historia británica, del Museo de Londres y de la obra de William Shakespeare, ambos pusimos sobre la mesa nuestras enormes dudas respecto de la disrupción económica del “Brexit”. Dudas que han sido confirmadas con el desmejoramiento del nivel de vida de los trabajadores en general y de la clase media británica en particular, y por otras crisis aleatorias recientes.  

Pero a la par de lo anterior consideramos, en aquel momento, que era necesario un análisis equilibrado y tratar de comprender la psicología insular, o aislada, del pueblo inglés y las tradiciones institucionales del Reino Unido. Lo que es válido en un territorio continental, puede ser inválido en una isla. Y viceversa. Además de esto jamás debemos olvidar que fueron los británicos, encabezados por Winston Churchill y el rey Jorge Sexto, quienes primero se enfrentaron, absolutamente solos y sin ayuda de casi nadie, al imperio “indetenible” del totalitarismo nazi-fascista hitleriano. Dos años después se sumaron a la lucha antinazi los soviéticos y los estadounidenses, por motivos diferenciados.

El proyecto del “Brexit” siempre me lució como un autobloqueo comercial de un sector de la clase dirigente inglesa, que supo manipular a la mitad del pueblo británico, a fin de que votara contra sus propios intereses. Incomprensible dentro de una sociedad con tradición cultural milenaria. Hoy se perciben fuertes reconsideraciones al respecto, a lo interno de la sociedad inglesa. Ojalá se resuelva el dilema. En este punto tal vez sea remotamente comprensible el autobloqueo persistente de los “líderes” de Corea del Norte, que amén de su poderío atómico, es uno de los países más aislados y más hambrientos del planeta, aunque haya recibido el apoyo de dos fuertes naciones en su retaguardia. Creo que nadie, en todo el globo terráqueo (fuera pruebas en contrario), ha trabajado tanto por autobloquearse como lo han hecho los dirigentes de la península de Corea del Norte, en tanto que eso les garantiza su “perpetuidad”. El resultado inverso es que Corea del Sur, la contraparte, se convirtió, desde la administración reformista del general Douglas Mac Arthur, en uno de los países más desarrollados del mundo, con un nivel de vida envidiable y un sistema educativo accesible “a las grandes mayorías”.

Tengo la impresión que el año pasado, o antepasado, publiqué un artículo subrayando las diferencias sustantivas entre los conceptos emparentados de “bloqueo” y “autobloqueo”, aunque por casualidad podrían coincidir. Fidel Castro Ruz siempre se quejó del “infame bloqueo económico” estadounidense respecto de Cuba. Tal cosa podríamos interpretarla como que el comandante cubano anhelaba, en el fondo de su psiquis, la reapertura de las relaciones comerciales y financieras con la superpotencia del norte, tanto por la cercanía geográfica como por las ventajas que eso supondría en favor de los cubanos. La misma China Popular se convirtió en una potencia económica gracias, principalmente, a las intensas relaciones comerciales con Estados Unidos y Europa.

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