Por: SEGISFREDO INFANTE

            Comprendo que existen varios textos que tratan el complejo tema de la traducción, considerado un problema universal, especialmente en la esfera literaria. Podríamos mencionar, como al azar, autores eminentes como los sabios de la “Biblia Septuaginta”, “San Jerónimo”, Wolfgang von Goethe, Alexander von Humboldt, Walter Benjamín, Wenceslao Roses, José Gaos y Noam Chomsky, para sólo aludir a personajes más o menos aislados de una inmensa lista de autores que han trasladado contenidos de un idioma a otro; o que han reflexionado sobre el capítulo de las traducciones.

            Aparte de los libros de autores especializados cuyos nombres tal vez logre mencionar en el futuro, deseo remarcar que tengo a la vista el grueso volumen “Después de Babel; aspectos del lenguaje y la traducción” (ediciones de 1975 y 1980), escrito por George Steiner. A mi juicio, con el enorme riesgo de equivocarme, es el tratado más completo, erudito y reflexivo que se ha publicado sobre el asunto de las lenguas y sus respectivas traducciones. Es tan rico y amplio en matices este libro, que inclusive aborda las diferencias en las formas de hablar dentro de una misma lengua e incluso en el tablero irregular de una misma ciudad. Este ingrediente casi único sobre las variaciones fonéticas y dialectales de una lengua, incluso en los diversos niveles sociales y generacionales, solamente lo había degustado, en mi juventud, con el libro dramatúrgico “Pigmalión”, del ingenioso escritor irlandés Bernard Shaw. (Habría que leer o estudiar, por otro lado, los aportes del lingüista y lexicógrafo español-hondureño Atanasio Herranz y Herranz, en su monumental libro “Estado, sociedad y lenguaje”, y sobre los “nahuatlismos” y otros temas de este catracho, quien es un investigador extraordinario).

            Para comenzar con lo específico que deseo informar, sería conveniente que tradujéramos la palabra “catracho”. Pero este es un temita que lo pueden dilucidar los verdaderos historiadores que han incursionado en el siglo diecinueve de Honduras y América Central. Este comienzo simplísimo exige el nombre fundacional de José Cecilio del Valle, un estadista e intelectual centroamericano que mantenía correspondencia, en sus propios idiomas, con escritores y exploradores ingleses, alemanes y franceses. Para mediados del siglo diecinueve encontramos traducciones del inglés al español realizadas por hondureños cuyos nombres están como soterrados. Sin embargo, debiéramos hacer memoria de León Alvarado, quien parece haber traducido dos cartas del explorador Eprhaim Squier. O de Rómulo E. Durón, traductor de Edgar Allan Poe y otros.

            No deseo referirme, por ahora, a las personas que hablan inglés, francés, alemán, ruso, hebreo, mandarín, checo, árabe o italiano, pues muchos de los jóvenes bilingües trabajan en los hipermodernos “call center”. O en el servicio diplomático. Sino que deseo referirme a los actuales traductores catrachos. Uno de ellos es el poeta y ensayista José Antonio Funes, quien ha realizado traducciones del francés al español, con una obra inédita pendiente de publicarse. Seguidamente Octavio Rubén Sánchez Barrientos con la obra del historiador Louis E. Bumgartner. También se puede incluir el nombre del argentino-hondureño Ioram Melcer, quien traduce obras literarias del español y del portugués hacia el idioma hebreo, entre ellos al poeta y diplomático brasileño Joao Cabral de Melo Neto, quien pernoctó una temporada en Tegucigalpa.

            En fechas más recientes se ha dado a conocer en los medios literarios catrachos e internacionales la joven traductora y editora Frances Simán, del “Taller Literario Alicanto”, con distintos poemarios traducidos del inglés al español y viceversa. En el grupo de sus textos heterogéneos podemos mencionar los siguientes: 1) “Un águila en los reinos de la nieve”, del poeta chino Jidi Majia. 2) “Canciones del Caribe”, del estadounidense Buckner Beasley. 3) “¿Qué es poesía?”, del británico Lawrence Ferlinghetti. Y 4) “Exhausto en la cruz”, del palestino Najwan Darwish. Conviene señalar que conocí muy de cerca el proceso de traducción, hace cinco años, del poeta chino Jidi Majia. También escribí un comentario de gratitud por la traducción de “Canciones del Caribe”, en donde se exaltan paisajes de la zona norte hondureña. Otras traducciones de Frances Simán, han sido publicadas en revistas digitales a nivel internacional.

            Casi a la par de Frances Simán conocí al joven traductor Sergio Aguiluz Boquín, pariente del poeta Antonio José Rivas. Sergio Aguiluz (admirador de William Blake y miembro itinerante del “Círculo Universal de Tegucigalpa Kurt Gödel”), ha traducido del español al inglés la obra completa de Juan Ramón Molina. Esto lo he comentado con varias personas. Pero su enorme esfuerzo ya cristalizado continúa en los subterráneos del olvido. Deseo, por último, subrayar el nombre de la profesora catracha Daniela García Lezcano, experta en trasladar equivalencias del español hacia el inglés y el italiano, y a quien conozco, de cerca, hace poco más de veinte años.

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