Por: Julio Raudales

El Génesis de la Biblia cuenta cómo, una mala decisión personal, motivada por el impulso visceral, provocó un giro en la historia del pueblo de Israel: Esaú y Jacob eran los hijos de Isaac y solo a través de uno de ellos continuaría la linea Mesianica, es decir, se cumpliría la promesa de Dios de tener un pueblo elegido para salvar el mundo. 

El asunto es que Esaú, el mayor de los mellizos, era un cazador furtivo y su hermano Jacob un gran cocinero. Aquel día aciago, el primogénito, a quien por derecho correspondía obtener todos los beneficios patriarcales, regresó hambriento del campo con el producto de su caza. Al acercarse, sintió el olor frugal de un plato de lentejas y no pudo mas: no quiso esperar a cocinar un rico platillo con lo cazado, sino que prefirió pedirle a su hermano el guiso de frijoles que saciaría su inmediato y pantagruélico apetito. 

Jacob, que según el diccionario hebreo significa “trampas”, no vaciló en sacar provecho del hambre desesperada de su hermano. Le propuso servirle el rico plato de frijoitos, siempre y cuando le jurara ante Dios que a cambio, éste le otorgara los beneficios de la primogenitura. “Y de qué me sirve a mí ser el heredero si hoy me muero de hambre” espetó el impulsivo cazador; “Te juro ante Dios que a partir de hoy eres el hermano mayor, pero ya dame de comer”. 

No es necesario que cuente lo mucho que Easú lamentó pocos años despues, las consecuencias de su impulsivo actuar aquel funesto mediodía.

Los economistas tienen un nombre rimbombante para el impulso que sintió Esaú aquel día: le llaman “Tasa subjetiva de descuento intertemporal” y reperesenta el valor de lo que se pierde o gana por no poder consumir hoy y tener que ahorrar para el futuro. Yo les digo a mis alumnos que le llamen “Tasa de impaciencia”, porque al final eso es lo que mide: que tan visionarios somos con respecto al porvenir. Evidentemente, a Esaú, lo que le sucediera a el y a sus hijos, le importaba un comino, o mas bien, un puñado de frijoles.

lo mismo pasa con los políticos hondureños: El beneficio que se pueda obtener ahora, les impide ver con inteligencia las consecuencias de su accionar. El problema es que con su actitud obtusa, nos llevan de encuentro a nosotros y a las futuras generaciones. La tragedia que nuestro país vive hoy día, es el resultado de las decisiones tomadas en las décadas del 70, 80 y 90. ¡Imagínese usted lo que les espera a sus hijas e hijos como consecuencia de las acciones que se están tomando hoy en el Ejecutivo y en el Congreso Nacional!

Para muestra un botón: Esta semana, los diputados aprobaron, sin previa licitación, como ordena la ley, una modificación a la concesión del Aeropuerto de Toncontín, a favor de la empresa que administrará la nueva terminal aerea de Palmerola. Lo hacen, porque se suponía que las nuevas instalaciones debían comenzar a funcionar en 2020 y no será así. Entonces, para no quedar mal con la empresa administradora del nuevo proyecto, optaron por la vía simple, aunque esto viole acuerdos previos. ¿No es esto un atropello a lo fijado en los contratos del estado?

Otro ejemplo: El ejecutivo acaba de firmar un Memorandum de Entendimiento con una empresa que generará 350 megas de energía a base de gas natural. En principio suena bien, pero, ¿Cómo es que estamos estableciendo compromisos con proveedores si la ley exige un proceso de licitación pública previo?

Entonces: ¿Por qué nos extraña que el país haya caído 20 posiciones en el índice de competitividad global?, ¿Que estemos en el lugar 120 de 150 en el ranking de eficiencia gubernamental del Banco Mundial y que la CEPAL nos catalogue como el país mas pobre de Hispanoamérica?

Los inversionistas privados, que son los que generan empleo, solo vienen al país si pueden cooptar alguna institución pública que les garantice utilidades. Esta no es la mejor manera de hacer que vengan en masa, ya que el presupuesto del gobierno siempre será limitado y la deuda del estado está llegando a su límite.

El relato bíblico nos cuenta de los alaridos que Esaú berreó debido a su decisión funesta. ¿Cómo haremos nosotros para poner freno a la estupidez de las decisiones que se continúan tomando?

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