Por: Elsa Ramírez

En Honduras en un delito ser mujer, andar por las calles nos produce temor, muchas damas hemos sido agredidas, asaltadas y violadas en diferentes partes del territorio nacional. Lentamente estamos perdiendo el derecho a circular, con esto se reduce nuestro plan de acción ya que no queremos salir del hogar, “único espacio en el que nos sentimos seguras” entre comillas porque también hay violencia intrafamiliar (en el hogar no solo entre la pareja sino parientes cercanos y hasta los que dicen llamarse “amigos”.)

Lo peor del caso es que el aumento de los asesinatos en el país se mantiene en la más absoluta indiferencia y se ha convertido en el pan de cada día. ¿De qué nos sirve que la ley castigue a los agresores, si en la práctica las leyes no se respetan? ¿Cuántas féminas están dispuestas a denunciar a su agresor de maltrato físico, psicológico o sexual? ¿Cuántas se atreven a someterse a un examen físico y responder a las preguntas de un especialista en psicología o presentar testigos, o hablar con un juez sobre el trauma vivido a causa de una violación? Casi nadie, la mayoría guarda silencio, porque les da pena ya que sobre ellas pesa el complejo de la culpa que las hace sentirse responsables de su desgracia. Podríamos enumerar cientos de posibles escenas, pero, en síntesis, a las de nuestro género se nos humilla siempre y nos aniquilan como ser humano.

Por desgracia, diariamente una mujer es asesinada en el país; donde la mayoría aparecen desmembradas, degolladas y posteriormente colocadas en bolsas negras son lanzadas a cunetas y bulevares en diferentes zonas dentro y fuera del país, después de haber sido ejecutadas con arma de fuego y en menor escala con arma blanca u objeto contuso, hechos que suelen suceder casi siempre los fines de semana, lo que demuestra el odio insaciable contra las de nuestro género. Según cifras del Observatorio de la Violencia de la UNAH entre el 2022 y 2023 se registró 384 feminicidios donde el 95% de esos crímenes está impune. Y para los primeros días del mes de enero 2024 son 12 las víctimas que han sido asesinadas brutalmente.

Son horrendos los crímenes cometidos a mujeres indefensas y de todos los estratos sociales, es decir: obreras, campesinas, profesionales, amas de casa y otras que se dedican a diferentes actividades; ahora, nos preguntamos ¿qué está pasando? ¿Por qué no se aplican las leyes? ¿A qué se debe tanta impunidad? ¿A qué se debe la falta de compromiso de nuestros gobernantes para ponerle fin a este problema?

Estos crímenes reflejan la forma más grave de violencia en el país, por el hecho que representa ser mujer. La indiferencia del Estado, la inoperancia de las instituciones, la negligencia en la prevención y la negación del acceso a una justicia igualitaria para las del sexo femenino, envía un mensaje claro a la población: la vida de las mujeres en Honduras, no vale nada.

Es por el respeto a nuestra dignidad espiritual y física que exigimos un alto a los feminicidios; pero cómo si los entes encargados no responden a los constantes llamados de auxilio que nuestras congéneres alarmadas hacen diariamente a través de los diferentes medios de comunicación social y en masivos mítines, recorriendo las principales ciudades del país, pidiendo justicia, solicitan protección y exigen cuidado a las que son madres, esposas, hijas, hermanas y demás, envueltas en esta vorágine que nos tiene de correr a todas y por supuesto a la población en general.

En fin, no vemos la luz al final del túnel, por más peticiones de auxilio a través de diversas instituciones que marchan en pro de la defensa de los derechos humanos, en sendas cartulinas leemos: “NI UNA MÁS”, “SOLO UNIDAS PODREMOS DEFENDERNOS”, “SOLO UNIDAS CAMBIAREMOS LAS COSAS”, “SOLO UNIDAS PODREMOS BUSCAR SOLUCION A ESTA GRAVE SITUACIÓN”, etc.

Por esto y mucho más, hacemos un llamado urgente y perentorio a las autoridades con poder de decisión, influencia y capacidad profesional para establecer las reglas del juego en este angustioso momento en que las mujeres valemos cero a la izquierda en esta dulce hibueras, otrora considerada como una tierra de la paz, ensueño y paraíso añorado.

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