Gabriela Castellanos / abogada / El Heraldo

Este pueblo en los últimos días se ha visto en revueltas que sacuden por momentos a la sociedad diezmada y aburrida. Recientemente se han avivado las llamas de la discordia política, agitada y desencadenada por la ira, que hace aguas en el mar de las dudas y sus fallas de dirección en medio de un torbellino que deja al país a la deriva y sin rumbo. Claro, y cómo no estarlo si vivimos entre fuerzas de desafíos, donde siempre creen que sus ideas medievales son las mejores a fin de gobernar, y que sus intransigencias son necesarias en la conducción de la república.

Mientras tanto, otros se oponen a todo cambio, reforma o modernización y le meten fuego a esta patria con las brasas de sus enconos de resistencia, de transgresión del orden público, porque están convencidos que ninguna dictadura es mejor que la de ellos. ¡Estamos hartos! Como dice el grito desde el púlpito de la Iglesia, que se ha unido a la cruzada de este miedo y la estafa de la democracia que nos tiene en el abismo de la tensión política, con el filo de la navaja ideológica que no entiende de debates ni diálogos ni de posturas intelectuales. Estamos en la era del YouTube y hay que transmitir en vivo y en directo la represión y sus disturbios, sino no vale la pena luchar.

En el próximo período electoral (si acaso está el país todavía), la oposición puede llegar al poder, y a los tres días de mandato, volverán las bombas de pimienta, las piedras, los muertos, los saqueos y la represión, al igual que las banderas arriadas con el espíritu hinchado de falsos patriotismos y este Estado será pateado, balaceado y arrinconado de nuevo en las agendas oscuras entre las sombras de balas y garrotes manchados de orgullo en la larga noche del fracaso de esa democracia libre y democrática que soñamos los hondureños. Parece que esto será una tradición cultural contra la norma, alimentada por los fariseos del discurso político, que dictan pautas encadenadas a la sinrazón.

Una nación que nunca ha estado a la altura de la dialéctica, a la seriedad de argumentos y razones o la lógica de la verdad en la construcción del pensamiento de una nueva sociedad que encare y plantee otra realidad, y no con violencia desencadenada en la lengua de los politiqueros, que sigue siendo el combustible de esta tierra.

Pues bien, Honduras es el centro de gravedad de un territorio de graves posturas disolventes en el caos de una neurosis social que nos lleva a la locura desenfrenada y nos recetan cápsulas de populismo ideológico para el estrés de la desestabi- lización nacional. Hay que combatir sin miedo porque debe cambiar la situación de las cosas, se debe hacer con justicia y razonamiento, de lo contrario haremos una simple marcha de resenti- miento colectivo.

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