Por Elia Castellón
La parosmia, es una afección que ocasiona olores fantasmas, se ha convertido en una secuela persistente del COVID-19 para algunas personas, afectando sus vidas cotidianas. Dado el aumento constante en el número de infecciones por COVID-19 en todo el mundo, potencialmente hay millones que viven con una experiencia sensorial alterada.
Como el caso de Cinthia, una joven de 23 años, quien sufre parosmia desde hace 5 meses y está recibiendo su tercer tratamiento médico con la esperanza de vivir como solía hacerlo antes de contagiarse. Cinthia, narra cómo empezó a identificar las secuelas por COVID-19: “Inicialmente me cansaba mucho al caminar cortas distancias, aunque ya tenía pruebas PCR negativas, nunca recuperé el olfato, pero podía comer con normalidad”.
Sin embargo, la parosmia cambió su vida, ya que, al transcurrir los días comenzó a percibir olores “muy” desagradables en el ambiente, la comida, productos de limpieza, etc.” Luego, la comida “tenía un sabor horrible en especial las carnes, el huevo, el café, puedo describir los olores como putrefactos, químicos fuertes, gasolina y todo lo desagradable que se me pueda ocurrir tanto los olores como el sabor de la comida”.
La parosmia, como explica el Dr. Juan Maza, otorrinolaringólogo y miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, SEORL-CCC, es “un tipo de trastorno de la cualidad del olfato, no de la cantidad; es decir, las personas dicen que las cosas ya no les huelen igual que antes, tienen un trastorno de la cualidad del olfato que se llama parosmia, y que también puede alterar el gusto”.
El Dr. Maza, asegura que, “aunque afortunadamente esto es algo que se soluciona en un porcentaje muy alto de pacientes, en el 85-90%”. Sin embargo, advierte que estas alteraciones olfatorias son también “uno de los síntomas a incluir en el COVID-19 persistente, y estos pacientes son los que tienen más problemas, porque cuanto más tiempo lleven sin olfato, o con el olfato alterado, más difícil es luego rehabilitarlo”.
Keyla, es otra joven que padeció durante aproximadamente siete meses esta secuela por COVID-19, sin embargo, logró recuperar su sentido del olfato repentinamente. La parosmia fue diagnosticada por el médico que la acompañó en el proceso de su infección de coronavirus, su médico le indicó que no había un tratamiento para el padecimiento o un tiempo exacto de cuánto podría durar.
En contexto a lo anterior, Keyla no recibió ningún tratamiento, sin embargo intentaba realizar, por cuenta propia, terapia con olores fuertes como lavanda, café, jengibre, etc. “Empecé con los síntomas de parosmia desde julio 2020, y pude recobrar el sentido de gusto y olfato en febrero 2021”, comenta Keyla.
El diagnóstico médico es importante para identificar y tratar la posible causa de este o cualquier otro trastorno del olfato. Tanto los trastornos del olfato como los del gusto son diagnosticados por un profesional con especialidad en otorrinolaringología, es decir, una persona que se especializa en trastornos del oído, nariz, garganta, cabeza y cuello.
Por otra parte, el médico general de Cinthia, la remitió al Otorrinolaringólogo, quién examinó sus papilas gustativas e indagó acerca de lo que sentía y olía. El especialista le indicó el primer tratamiento sin ninguna mejoría, luego se confirmó el padecimiento con las visitas al neurólogo. Después del diagnóstico, el médico otorrinolaringólogo le indicó que tenía 50% de posibilidades de recuperarse en un lapso de seis a nueve meses y también, la probabilidad del 50% de no recuperarse nunca.
Asimismo, explica: “El primer tratamiento fueron unas pastillas para tratar complicaciones neurológicas y ayudar a reparar las ramificaciones dañadas, el segundo tratamiento fue un medicamento que puede ayudar a deshacer las últimas cápsulas del virus en el cuerpo, en caso que aún tuviera y actualmente estoy en mi tercer tratamiento; ampollas en suero por medio intravenoso, una cada lunes durante 4 semanas, solo me falta una sesión y no he presentado mejoría”.
La alimentación parosmática
Los impactos más amplios de la alimentación alterada, fueron visibles en muchos aspectos de la calidad de vida de las entrevistadas. Ellas revelaron la pérdida de alegría y placer relacionados con la comida. Keyla expone que “fue algo difícil ya que en muchos momentos los olores totalmente desagradables aparecían, era penoso querer comentar que la comida olía y sabía a comida descompuesta, definitivamente la hora de comer era la que menos disfrutaba durante este proceso”.
Cinthia lamenta, que, pese a la inversión en su salud por más de veinticinco mil lempiras, ($1000) esta no mejora. En esta suma se incluyen; consultas médicas con especialistas, exámenes médicos, medicamentos y suplementos alimenticios, debido a que ha perdido peso y nutrientes, porque producto de la parosmia, se le hace imposible alimentarse como normalmente lo hace cualquier otra persona.
Desde su experiencia viviendo con este padecimiento, Cinthia comparte que: “Ha sido una experiencia bastante difícil físicamente y emocionalmente, ya que no puedo alimentarme con normalidad. El olor de la comida de los demás es desagradable, no puedo estar cerca de alguien que esté cocinando, el sabor de la comida es putrefacto”.
Sin embargo, expresa que tolera algunos alimentos dulces, como algunos postres, pero siempre tiene sumo cuidado, ya que, si el postre tiene frutos secos o algo adicional, no puede tolerarlo. “Se pierde peso y hay bastante debilidad, estos meses he consumido las frutas que puedo tolerar, licuados y rara vez algo que no me sabe tan mal, es como que todos los sabores y olores están podridos”. Expresa.
Después del COVID-19
El impacto de COVID-19 en los sentidos no puede verse como un efecto leve, particularmente dado que los impactos pueden durar meses. El trastorno sensorial relacionado con el COVID-19 tiene serias implicaciones para la alimentación, la alimentación, la salud, el trabajo y el bienestar, y para algunas personas, representa una situación que perturba su relación con ellas mismas, su entorno y círculo cercano.
El “olor COVID”, o parosmia, a menudo se describe como un olor rancio y maloliente, a veces como carne podrida. En los informes de alteración del olfato post virales, los estudios han encontrado que hasta el 56% de los pacientes experimentan parosmia. Se reconoce que esta tiene un impacto particularmente pronunciado en la calidad de vida, ya que la mayoría de las experiencias involucran olores desagradables.
Según el New York Times, Se desconoce el número exacto de las personas que padecen de parosmia. Un análisis reciente descubrió que el 47% de la gente con COVID-19 presentaba alteraciones del olfato y gusto; de ese porcentaje, alrededor de la mitad dijo que había padecido parosmia.
“Es un problema mucho más grande de lo que la gente cree”, afirma Duika Burges Watson, encargada de la Red de Investigaciones sobre Alteraciones Alimentarias de la Universidad de Newcastle en Inglaterra; ella envió a una revista un artículo de investigación sobre el tema. “Es algo que afecta tu relación contigo mismo, con otros, tu vida social, etc”.
Como el caso de Cinthia, quien lamenta no tolerar las medidas de bioseguridad como el alcohol y el gel antibacterial, “ya que huele asqueroso”. Entre los cambios significativos, señala la pérdida de peso, oler los alimentos antes de ingerirlos, separarse de las personas que van a comer frente a ella, tener nauseas todo el tiempo y sufrir de altibajos emocionales por el hambre y la alimentación inadecuada.
Keyla, después de superar la parosmia, asegura que tiene que “agradecer a Dios porque mi cuerpo pudo resistir al virus sin complicaciones fuertes y considero que es una fortuna enorme poder sentir el sabor de mis comidas favoritas, disfrutar el aroma del café y los olores que me gustan. Definitivamente, poder oler y sentir de manera normal es una razón para sentirnos felices y agradecer”.
Cinthia, aconseja a la población tomar medidas drásticas para evitar contagiarse y señala que “el Covid19 no se termina cuando la prueba sale negativa, lastimosamente nos contagiamos o nos volvemos a contagiar, se deben extremar aún más las medidas y seguir todas las recomendaciones médicas, buscar atención a tiempo y no subestimar ningún síntoma pensando que “solo es una gripe”.