Juan Ramón Martínez

Hable por primera vez con Ricardo Maduro cuando integramos el gabinete de Rafael Leonardo Callejas. Me pareció un hombre muy amable, dispuesto a oír y sin animo por mostrar que era mejor que todos. Como Presidente del Banco Central de Honduras, era por voluntad de Callejas, Coordinador del Gabinete Económico del que también formaba parte. Era un tecnócrata para entonces, sin intereses políticos particulares, muy bien relacionado con la banca internacional de desarrollo. Un hombre de la escuela económica de Chicago que abogaba por la libertad de los mercados, la disminución de la intervención del gobierno en la producción y el comercio, así como de la conveniencia que la moneda representara su valor real para no engañar a los agentes productivos y a los consumidores. Cumplía sus tareas en el BCH con pulcritud y apenas se hacían bromas – en muy bajo tono – sobre su disposición por enamorarse perdidamente. En una oportunidad fue a Washington y se quedó allá por cerca de un mes lo que preocupó a Callejas que inmediatamente le ordenó que regresara. Maduro hizo caso.

Cuando el gobierno tomo la decisión de devaluar la moneda, que entonces tenia entre tres y cuatro valores diferentes, Maduro y Callejas fueron muy puntuales en el esfuerzo por convencernos al resto del gabinete sobre la oportunidad de la medida y los escasos efectos económicos y políticos que tendría. Solo él y Callejas sabían que al día siguiente se devaluaría la moneda. De modo que en la reunión en donde ese día se nos informó de la medida, la reacción fue de sorpresa. Excepto probablemente para los otros miembros del grupo integrantes de los llamados “chicago boys”, Ramón Medina Luna y Benjamín Villanueva. Yo, apenas pude preguntar si se habían considerado los efectos en la operación de las empresas y especialmente en la variable empleo. Los demás se llamaron al silencio. En otra oportunidad participamos juntos en una comisión para analizar las formas de apoyar a los camaroneros sureños. Yo hice un esfuerzo intelectual para conocer la operación y comercialización de un producto que empezaba entonces a ocupar importante lugar en las exportaciones. Hasta que estaba por concluir mi análisis, caí en la cuenta que Maduro era productor de camarones en el sur de Honduras; pero que pese a su experiencia me dejó explayarme en el tema, sin interrumpirme. Solo cuando le pedí una opinión me dijo que estaba en una postura correcta, fue que caí en la cuenta que estaba exponiendo ante un experto que conocía el tema en la teoría y en la practica.

Nunca supe cual fue la razón para que renunciara del BCH. Callejas y Maduro fueron muy discretos. Sospecho que las diferencias tenían que ver con sus amistades sentimentales en Washington que le hacia descuidar, según Callejas sus tareas en la dirección del BCH. Fue sustituido por el Ing. Roberto Gálvez Barnes, ex triunviro en el “golpe bueno” de los militares en 1956. Los agentes económicos no aceptaron la medida y un mes después ante el deslizamiento del valor de la moneda, Callejas nos informó de la necesidad de atraerlo de nuevo al gobierno. Maduro regresó y la moneda se estabilizó.

Por mi salida del gobierno, no volví a verme con Maduro sino hasta que un día me citó para que nos viéramos en sus oficinas en la Avenida La Paz. Allí me planteó sus posibilidades de buscar la candidatura por el Partido Nacional. Para entonces ignoraba que el había nacido en Panamá y obtenido la nacionalidad por consanguinidad. Por ello le hice la broma que le criticarían por su fama de mujeriego. Una vez llegado a la Presidencia de la República me invitó al despacho presidencial en donde junto a Ricardo Alvarez — su secretario privado– compartimos un almuerzo. Conversamos sobre la situación, escuchó mis opiniones; y me explicó que seguiríamos conversando, cosa que no ocurrió por creer que mis opiniones eran innecesarias, no me volvió a invitar. Yo hice las criticas que consideré oportunas sobre su gestión, sin que recibiera ninguna queja, excepto algunas menciones de algunos colegas que le escucharon comentarios en donde expresaba que estaba disgustado porque no me había apoyado en gestiones de búsqueda de anuncios a las que nunca me he dedicado. No le di ninguna importancia; pero evite acercarme a su figura en ningún momento, de forma que solo en un acto social masivo, nos saludamos y me presentó su entonces esposa la española Aguas Ocaña, que al mostrar que no me conocía, le reclamó que como era posible que siendo tan acuciosa no hiciera reparado en mis contribuciones en la prensa nacional.

VIII

A Manuel Zelaya Rosales lo trate brevemente en la Junta Directiva de la COHDEFOR, en la que él era vocal – en representación de los empresarios dedicados a la producción de muebles de madera – y yo vice presidente por mi condición de Director del INA. Antes había sabido de nombre cuando el Club Rotario al que pertenecía, apadrinó la organización del Club de Catacamas que lo había elegido como su primer Presidente. Era un joven simpático, muy amigable y con mucho sentido del humor, de forma que casi siempre, andaba haciendo bromas. Posteriormente repare en él cuando los liberales lo hicieron diputado y en una oportunidad intervino en la sesión del pleno legislativo para argumentar en contra de la presencia de los contra revolucionarios nicaragüenses. Escribí una columna en La Tribuna en donde me burlaba de lo tardío del descubrimiento, cuando vivía en las cercanías del aeropuerto el Aguacate en donde despegaban los aviones que traían alimentos y pertrechos para los que apoyados por los Estados Unidos y por el gobierno de Honduras, luchaban en contra de los sandinistas en Nicaragua.

Cuando Rafael Pineda Ponce inicio su campaña para lograr la candidatura presidencial por el Partido Liberal, Manuel Zelaya imaginó que era su oportunidad de disputarle al entonces Presidente del Congreso Nacional la candidatura. Carlos Calderón al que Zelaya había solicitado su opinión en el sentido apuntado me preguntó sobre las posibilidades. En ese tiempo Isabel Valle era una de sus ejecutivas de cuenta. Le dijo a Calderón que era difícil que Mel tuviera alguna oportunidad contra Pineda Ponce. Y ¿después?, pregunto. Creo que si, porque en el Partido Liberal no hay figuras de relevo. Después, el propio Manuel Zelaya me abordo buscando mi apoyo y consejo. En una oportunidad en que me invitó a un almuerzo en un popular restaurante de la ciudad, frente al saludo de muchos de sus correligionarios liberales me hizo la broma que de repente ellos no me verían con mucha simpatía por haber sido ministro con Callejas; o por mi amistad con Carlos Flores. Entendí su estilo de cortejarme y ante su insistencia que el solo podría conseguir la candidatura si Carlos Flores no se le atravesaba, le explique que el ex presidente cada día tenia menos influencia en el Partido Liberal y que solo le había quedado la fama. No me creyó y al final pacto con el ex gobernante, en forma tan descuidada que privilegio la candidatura y olvido a los diputados, de modo que cuando gano las elecciones, no tenia suficientes congresistas que los respaldaran en el Poder Legislativo; aunque eran diputados liberales pero seguían a otros lideres y no al Presidente de la República. Incluso la Presidencia del Congreso para Roberto Micheletti fue un revés suyo que no valoro inicialmente. Esta debilidad peso mucho en la crisis del 2009. En la fase final de la campaña –en la que concurrí en representación de la Democracia Cristiana – me ofreció el cargo de Ministro de Defensa. Como Patricia Rodas estaba cerca le consulto; y esta dijo: es mejor que el siga haciendo su trabajo de escritor… y allí termino el asunto. Siendo presidente, me invito en tres oportunidades a cenar en el Despacho Presidencial. Hablamos de todo; pero el tema recurrente era la postura de Carlos Flores que no daba muestras de apoyar a su gobierno. En una oportunidad me dijo que Flores quería meterle a la cárcel – no dijo porque – pero si me pidió que le dijera, cosa que hice, que lo metería primero a el. Aparentemente Mel, le tenia entonces – no se si ahora – mucho miedo a entrar a la cárcel, posiblemente afectado por la experiencia de su padre y su hermano Carlos, ambos encarcelado en la P.C. en 1975 y 77 respectivamente. Para cuando Mel oriento su gobierno hacia la orbita de Chávez y se entusiasmó con la fantasía de ser tomado en cuenta como un líder revolucionario continental, nuestras relaciones se habían enfriado y la única explicación de su parte es que yo no tenia – y nunca tuve– dinero para participar en una propuesta que nunca me explicó su naturaleza, de modo que nunca supe cual era. En junio, participe en varias reuniones, con los dirigente de los partidos Liberal y Nacional para reducir la crisis que había provocado la cuarta urna, en donde el mas interesado porque el gobierno continuara fue Carlos Flores. Como vivíamos en la misma colonia – en Tres Caminos– escuche los disparos y baje a la calle a indagar lo que pasaba y ante los insultos de un soldado, regresé a donde estaba escribiendo un articulo intitulado “El Presidente que estuvo a punto de caerse”, porque hasta ese momento creía que se había salvado la situación y via la prorroga de la consulta, permitir un acomodo que le permitiera a Zelaya, terminar su periodo. Desde entonces, solo una vez le he visto: en la embajada de México. Allí mientras hablábamos cordialmente con un grupo de amigos, un periodista grafico de La Tribuna nos pidió que posáramos para una fotografiá. Mel se levanto diciendo que conmigo no se fotografiaría jamas. Y se fue. Hasta ahora, ha cumplido su palabra.

IX

A Roberto Micheletti Bain, no recuerdo cuando lo conocí. Supe de él desde hace muchos años, porque era un líder liberal del departamento de Yoro. De forma que siempre nos tratamos fraternalmente. Siempre recuerdo su broma que nosotros los de Olanchito eramos muy cariñosos: A Tomas Ponce, le llaman “Tomasito”, cuando es un hombre doble ancho, decía riéndose que debian llamarle “Tomason”. Cuando estaba organizando el gobierno que sucedió al de Zelaya, me pidió que integrara como ministro su gabinete y le dije que yo ya no estaba para esas cosas. Entonces, me dijo porque no le permitís a tu mujer que me acompañe. Le respondí que hablaría con ella. Hizo bromas sobre el machismo que el conoce mucho mejor. Mi esposa consulto con sus hijos y estos le recomendaron que no participara. Después del 28 de junio, le visite a petición de los dirigentes magisteriales que nos buscaron junto a Rodrigo Wong Arevalo para que les descongelaran los fondos de los colegios magisteriales, cosa a la que accedió. Cuando nuestro país fue asediado por la OEA y la comunidad internacional que manejaba Hugo Chávez, celebre la valentía de Micheletti; y cuando el embajador Hugo Lorenz pidió y logro que Micheletti no fuera al estadio para cuando asumiera el nuevo gobernante, me pareció una abusiva intervención y un irrespeto para un hombre que al margen de todo, hay que reconocerle su valentía y su fuerza para no rehuir el cumplimiento de sus deberes ciudadanos. Mientras el resto de la ciudadanía sufríamos el aislamiento y el consiguiente temor sobre lo que ocurriría con una comunidad internacional que se cebaba su propia impotencia con un país débil y se entregaba a los brazos de Chávez, Honduras solo era acompañada por Taiwan y el Vaticano. Y cuando Mel puso en ridículo al gobierno, ingresando al país – en forma que nunca ha explicado – creímos que de nuevo nuestro país era sacrificado, menospreciado; y cuando tomo posesión Lobo Sosa de la Presidencia de la República, el que sacaran a Mel de la embajada de Brasil y lo llevaran al exilio a la República Dominicana, sentimos que nos faltaban al respeto y que nunca nos recuperaríamos realmente, como nación soberana e independiente.

X

Jose Porfirio Lobo Sosa conocido como Pepe Lobo le salude muy rápidamente en Juticalpa. Era muy amigo de algunos de mis amigos de allá. Me pareció un hombre amable, simpático que siempre andaba riendose. Lo que me llamo la atención en un departamento que culturalmente sus lideres tienen la imagen de duros, antipáticos y rencorosos. En tiempos de Callejas, el fue el Gerente de COHDEFOR, periodo el que nuestra amistad se fortaleció mucho, al extremo que creo que después de Azcona y Callejas es el político con el que mejor he relacionado. Desde que dirigió el Congreso – incluido el periodo en que perdió las elecciones presidenciales contra Manuel Zelaya – mantuvimos siempre muy buenas relaciones. Durante su presidencia, en unas condiciones difíciles donde tuvo que bregar con la oposición política de los seguidores de Mel y el ostracismo de la República de Honduras que era objeto del rechazo del grupo de políticos que seguían el discurso de Castro y Chávez, prefirió recibirnos en su casa en el Chimbo, Santa Lucia. Allí varias veces junto a su esposa nos invito junto a varios de sus amigos, para oír nuestras opiniones. Y en una dos ocasiones incluso me invito junto a su esposa a comer con ellos. Nosotros fuimos sus anfitriones en nuestra residencia, siendo el primer y único gobernante a quien hemos recibido. En sus tareas en favor del reintegro de Honduras a la comunidad internacional, creemos que hizo lo que se podía hacer. Posiblemente mi mayor desacuerdo es haber cedido tanto ante Chávez, Santos y otros gobernantes que en realidad chantajearon a Honduras de modo que al final del día para que nos perdonaran, tuvimos que entregarle a Honduras a Mel Zelaya, – como si fuera una Hacienda en Lepaguare — con los resultados que todos conocemos: constitución y legalización de un partido internacional– no creado por los hondureños– y el regreso sin que tuviera que enfrentar el escrutinio de la juridicidad por sus actos como gobernante. Gracias a su paciencia y simpatía, el país salio parcialmente de la crisis; pero a cambio de embrocarse en otra: el de la reelección de JOH, porque creo que la “viabilidad” de violar la Constitución de la República, se encuentra en la letra menuda de lo que llamamos “Los Acuerdos de Cartagena”. Porque siempre nos ha parecido sospechoso que el primer invite al público para violar la Constitución lo hizo públicamente Zelaya animando a JOH, que con facilidad se embarco en el asunto y complico las cosas de tal manera que el periodo ilegal del partido Nacional creo las condiciones para el rechazo de la clase política, el distanciamiento de las masas y el surgimiento de una nueva clase política, ansiosa por entrarle a las finanzas públicas. En privado parece que fue Lobo Sosa el primero que animo a JOH. Siento, eso si que Pepe Lobo ha tenido que pagar una elevada cuota de paz y tranquilidad por haber espigado en política y accedido al poder ejecutivo que de repente, habría optado mejor – de saberlo – seguir como exitoso agricultor, cultivando sus amistades en Olancho y en todo el país. Y con mayor tranquilidad.

XI

Conocí primero a la familia y algunos hermanos de Juan Orlando Hernández, antes que a este. Juan Arnaldo, el hermano mayor que entonces estaba casado con Sonia Cordero, hija de Carlos Cordero Valle amigo de juventud de Ernesto Midence padre de mi esposa. Un tiempo después a Marco Augusto y a Hilda. Después, a muchos otros, porque cuando viajaba por razones de trabajo a la ciudad de Gracias me hospedaba en el Hotel San Juan un lugar seguro, agradable; y de precio a la altura de mis capacidades. A Juan Orlando lo conocí durante la presidencia del Congreso de Pepe Lobo. Al finalizar el primer periodo como diputado, estaba inhabilitado para reelegirse en vista de su parentesco con una magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Recuerdo que cuando le pregunte como iba salvar el obstáculo, fue a su oficina y me trajo tres editoriales de Carlos Flores, publicados en La Tribuna, en los que según el se amparaba. Carlos no es abogado siquiera, ni magistrado le dije. Respondió muy risueño y seguro pero “la mayoría en este país le hacen caso”. Durante su primera presidencia y mientras Arturo Corrales era su ministro de Relaciones Exteriores, me invitaron con otro colega a almorzar en el gimnasio en los sótanos de la Casa Presidencial. Corrales planteo el tema de la reelección y me preguntó si la respaldaba. Le dije que no, porque la prohibía la Constitución. No volvimos hablar del asunto. Cuando se produjo la destitución de los magistrados de la Corte Suprema, la elección de los nuevos y su decisión que facilitaba discutir el tema, creí que era algo que se podía evitar. Hicimos esfuerzos en una Comisión que asesoraba a las Fuerzas Armadas; pero todo se vino abajo por el criterio oportunista de la subordinación de los políticos. En el Congreso, ninguna de las bancadas partidarias realizó ninguna acción en contra del abuso de la Corte Suprema de Justicia, lo que me hizo pensar que estaba ante un hecho concertado que tenia que ver con los acuerdos de Cartagena firmados con Chávez y respaldado localmente por el PRL, el partido que le regalamos a Mel Zelaya. Sin embargo con JOH, pese a las critica en La Tribuna y en Canal 10, siempre mantuvimos una relacion amable y generoso dentro de lo que cabe. Me brindo singular apoyo en la Academia Hondureña de la Lengua, siendo el único gobernante en la historia de la docta institución que que ha recibido en Casa Presidencial a los directivos de la misma; e, iniciado el cumplimiento de las obligaciones establecidas en el Tratado de México de 1962, aprobado durante el régimen de Villeda Morales, para el financiamiento de las actividades de la AHL. Durante la visita de Dario Villanueva Director de la RAE, fue muy amable. Lo recibió en Casa Presidencial, en donde le condecoro con la Orden Jose Cecilio del Valle. En su segundo periodo el aura de ilegitimidad y la forma de manejar el gobierno con una nueva generación adicta a su figura personal, hizo que su régimen se erosionara severamente. La crisis del Covi-19, las tormentas que afectaron a las Costa Norte, las diferencias en el interior del Partido Nacional y la posibilidad de un tercer periodo para JOH precipitaron las cosas que llevaron a la perdida de las elecciones en el 2021, confirmando que el sistema hondureño, pese a sus falencias, rechaza la reelección presidencial. El “fuera JOH” capturó el imaginario popular y precipito al país en manos de una generación deliberadamente incompetentes, pero igualmente oportunista que la que había rodeado a Mel. La ultima relación que manejamos fue durante las actividades del Bicentenario de la Independencia, en la que siempre pudo a dos bandas: nos ofrecía una mínima cooperación a nosotros, mientras una vice ministra de Seguridad, gozaba del respaldo del régimen y el cuerpo diplomático como no podía ser de otra manera; de modo que nosotros pudimos hacer algo en tan importante efemérides, gracias que logramos la cooperación del COHEP y de algunos empresarios amigos que generosamente financiaron algunos libros referidos al tema. Nunca me recibió en su despacho, pese a mis peticiones. En una oportunidad en que presentaba las actividades, se salio de la reunión y me dejo con la palabra en la boca. Como ser humano, sentí mucho el sufrimiento suyo y su familia por el fin trágico de su carrera política tanto porque era una figura nacional y un compatriota, como porque de alguna manera en su final, se llevaron de encuentro a todos, dañando la figura de Honduras y la confianza de los hondureños en si mismos.

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