Por: SEGISFREDO INFANTE

            Siempre pensé que el cirujano reconstructivo y ensayista Abraham Pineda Corleone sería el principal orador en mis honras fúnebres. Ello por la amistad entrañable que nos unía; el conocimiento de nuestros quehaceres intelectuales y científicos; por su juventud y por su capacidad de hablar espontáneamente frente a cualquier audiencia. Empero, en la madrugada del domingo cuatro de agosto del año en curso, recibí la noticia brumosa que había fallecido en un “accidente”. Unos minutos más tarde me informaron que el amigo se había ahogado en una piscina. Y al amanecer dijeron que había fallecido en Victoria,  departamento de Yoro. (Espero que la autopsia la hayan practicado rigurosamente).

            En mi mente otoñal se arremolinan recuerdos agradables que paradójicamente me producen un dolor indecible. Nos conocimos en el primer quinquenio de la primera década del siglo veintiuno, en el ya desaparecido “Café de Pie”. Una simpatía espontánea hizo que nuestra amistad apareciera y creciera como un manojo de lirios impolutos en medio de los ruidos de la política y de las vaciedades parroquianas. Casi al instante José Abraham se convirtió en mi médico de cabecera. Luego fue el médico de cabecera permanente de David, mi hijo menor. No importaban los obstáculos que se le presentaran en el camino, Abraham venía desde la aldea de Zambrano, o desde cualquier otra parte, para atender a mi hijo menor, a mis parientes más cercanos y amigos, cada vez que se enfermaban, sin cobrar ningún centavo. Tampoco cobraba las consultas reiteradas en el mencionado “Café de Pie” a los conocidos y desconocidos.

            Con Abraham Pineda Corleone y “Chemita” Valle Bustillo, organizamos por lo menos cinco brigadas médicas multidisciplinarias en algunos de los pueblos más pobres de Honduras. Hay varios artículos y reportajes publicados al respecto. Tales brigadas eran financiadas de nuestros precarios bolsillos. En su pequeña clínica de Zambrano cobraba simbólicamente veinte lempiras por consulta. Sin embargo, nunca le cobró a ningún paciente recomendado por mi persona. En algún momento, hace varios años, fue elegido como uno de los “diez héroes” de Tegucigalpa o del país, por el servicio desinteresado a los demás, sobre todo a los ancianos discapacitados del “CEDER”, en donde su sueldo simbólico lo invertía completamente en el mismo asilo.

            Pineda Corleone, como le gustaba que lo llamáramos (por un posible antepasado suyo de origen siciliano), fue el primero en leer el manuscrito originario de mi extenso poema “Correo de Mr. Job”, con cuya lectura le fue imposible disimular su entusiasmo, al grado que también fue el primero en publicar un ensayo en dos partes en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, reproducido en la Revista Caxa Real. El ensayo se titula “Acerca del Correo de Mr. Job”, que fue dado a conocer, en su primera entrega, el domingo seis de febrero del año 2006, en la “Página 7-B”. Sobre este poema Corleone conversó personalmente, en el Teatro Nacional Manuel Bonilla, con el gran poeta español Juan Carlos Mestre, quien fuera el segundo en leer el original del texto, y también el segundo en formular un comentario por escrito. Con el Dr. Josué Danilo Molina lograron memorizarse varias estrofas del “Correo de Mr. Job”, a fin de repetirlas gustosamente.

            Además de organizar las brigadas médicas estructuramos, con varios amigos (incluyendo a Cardona Chapas, Pineda Corleone, Josué Molina, Melissa Merlo, Rigoberto Erazo, César Adonis, Elsa Marina, Tito Castellón, “Manuelito” Rodríguez y otros), el “Círculo Universal de Tegucigalpa Kurt Gödel”, en el curso del año 2007. En fechas más recientes el Dr. Pineda Corleone fue uno de los fundadores de la “Revista Histórico-Filosófica Búho del Atardecer”. Con el paso del tiempo se fue como distanciando de nosotros por motivos aparentemente enigmáticos. Sin embargo, el martes 23 de julio realizamos un programa televisivo para explicarle a la población hondureña la sintomatología del dengue, su tratamiento y las prevenciones. El amigo Corleone felicitó a don Rodrigo Wong Arévalo por los doce años de existencia de “TEN Canal Diez”.

            El doctor Pineda poseía el don de la caballerosidad y de la conciliación en grado sumo. Soportaba las bromas de los amigos con estoicismo. La dulzura y la amabilidad las tenía a flor de labio. El único defecto es que fue cayendo irremediablemente en los brazos del “dios” Baco. Quizás teníamos algunas cosmovisiones diferentes en el plano ideológico. Pero la amistad y los proyectos cerebrales estaban por encima de todo. Al morir inesperadamente nuestro amigo y hermano entrañable Abraham Pineda Corleone, pareciera que ha sido arrancado un pedazo de nuestro ser. Y aun cuando nunca hemos sido “sartreanos”, por primera vez hemos experimentado que “la nada infesta al ser”. Podrían aparecer en el futuro cercano comentarios maliciosos; pero Corleone, igual que el Quijote de la Mancha, bien podría reafirmar, a la vez, que su linaje comenzaba con él mismo. Un abrazo a la distancia a sus familiares en Tela, en Tegucigalpa y en Estados Unidos.

            Tegucigalpa, MDC, 04 de agosto del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 11 de agosto de 2019, Pág. Siete).        

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