Por: SEGISFREDO INFANTE

            No estamos aislados. A pesar de nuestro provincianismo y de la periferia geográfica sobre la cual coexistimos, los hondureños y centroamericanos somos vulnerables, a veces en doble vía, a las cosas negativas que ocurren más allá de nuestras fronteras. Lo positivo, lo negativo y lo ambiguo tarde o temprano vienen a parar a nuestras playas. O a nuestros pequeños aeropuertos y aduanas. Incluso ahora vienen unos libros más o menos novedosos (los llamados “bestsellers”) que antes ni en sueños remotos se asomaban. También llegan torrentes de informaciones y desinformaciones cada día y cada semana. Somos parte de un planeta efervescente, cargado de modas, incomprensiones y decadencias simultáneas, en donde pocos han medido con seriedad las consecuencias de la interrelación mundial.

            En fechas recientes hemos conocido las complejidades de la guerra de los aranceles comerciales entre el “Extremo Oriente” y el “Occidente”, por causa de una desregulación excesiva del comercio mundial, que ha venido a favorecer grandemente a unos pocos (sobre todo a un enorme país asiático), y a desequilibrar la balanza de pagos, con grandes abismos deficitarios, de algunas potencias industriales y post-industriales. De este fenómeno se han derivado, como reacción lógica, algunas políticas proteccionistas y aislacionistas, al margen de lo que digan ciertos fanáticos defensores del “neomonetarismo” y del triunfalismo ideológico financiero y comercial, con sus tecnologías de burbuja incluidas. No es que seamos partidarios del aislacionismo y del subsecuente “proteccionismo per se”, sino de percibir las desmesuras concretas de un comercio internacional desbocado.     

            Casi a la par de lo anterior Occidente ha estado a las puertas de una guerra peligrosa con Irán, la cual, de desatarse por un error de cálculo, tendría graves repercusiones regionales, y tal vez mundiales, habida cuenta de los rencores fanáticos de los actuales dirigentes iraníes respecto de nuestra “Historia”; de las creencias y principios tradicionales; pero también de las costumbres “liberales” relajadas de una buena parte de la población del “Mundo Occidental”. El viejo odio es tan profundo que ciertos iraníes quisieran hacer desaparecer del mapa telúrico o hipersensible, a algunos de nuestros posibles y probables aliados occidentales. Las respuestas, desde luego, serían asoladoras. Ojalá que esto jamás de los jamases ocurra. Pues somos partidarios de la búsqueda de “la paz perpetua” que utópicamente proponía el filósofo alemán Immanuel Kant, con cierto sentido realista.

            A renglón seguido ahora mismo estamos inmersos en los rumores, ambigüedades y contra-rumores, acerca de una peste biológica asiática que también amenaza la salud de varios continentes, sin olvidar la vulnerabilidad sanitaria de países como Honduras y ciudades como Tegucigalpa. Frente a tan grave noticia las reacciones han sido múltiples, desde la indiferencia hasta las actitudes más contradictorias. Desde aquellos que se han tomado muy en serio el problema, hasta los chistosos que siempre están listos para hacer “guasa” de todo aquello raro que se les aproxima. Al final la “Organización Mundial de la Salud”, OMS, ha declarado una “Emergencia Internacional por el Coronavirus”. En mi ámbito personal creo que tal declaratoria, aunque plausible, ha sido más o menos tardía. No hemos observado, durante las semanas pasadas, para solo traer un ejemplo lugareño, medidas precautorias indispensables en los aeropuertos catrachos. A nuestro país han llegado, en fechas recientes, personas del “Extremo Oriente” asiático sin ningún control epidemiológico. Es evidente que en Honduras estamos lejos de la prevención y de la capacidad de enfrentar una crisis sanitaria de tan espantosa envergadura.

Aquí, por el contrario, en ciudades en donde escasea el agua potable e incluso los cereales, estamos interesados en el chisme político despreciable; en serrucharles el piso a los demás; en exhibicionismos megalómanos de individuos neuróticos e  intrascendentes; en maquinaciones maquiavélicas paradójicamente anti-políticas; y en repetir como papagayos llamativos algunos puntos de las agendas políticas e ideológicas internacionales que se ponen de moda cada cuatro o seis años. Pero sin ningún criterio nacional. Sin ninguna autoestima individual ni mucho menos colectiva. Sin ningún proyecto realista a fin de sacar a Honduras del atraso sempiterno. Solamente ruido, rencor y mucho más ruido. En donde el respeto mínimo y el verdadero amor al prójimo brillan por su ausencia.

Desde hace varios años he venido proponiendo en este mismo espacio la necesidad de estructurar equipos de investigación sobria de análisis internacional, con el propósito fundamental que de los mismos deriven estrategias factibles, en diversos campos, que favorezcan sobre todo a nuestro país; pero que además coadyuven en dirección a beneficiar a toda la humanidad, tal como lo hacen los verdaderos pensadores y científicos, sin importar que su pequeño país de origen sea “insignificante”, geográficamente hablando. Sin embargo, en Honduras la costumbre es la del mero “calibrage” de coyuntura superficial, con resultados coyunturales, que aprisionan cualquier estrategia realista universal.

Tegucigalpa, MDC, 09 de febrero del año 2020. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 13 de febrero del 2020, Pág. Cinco). (Se reproduce también en el diario digital “En Alta Voz”).

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