Por: SEGISFREDO INFANTE

            Tratamos de escribir nuestros artículos en el centro de una época caracterizada por algunos autores como de un “mundo multipolar”, en donde se hace cada vez más evidente una “crisis de hegemonía” (Lechner, 1980). Los ciudadanos de buena voluntad miran para todos lados y les resulta casi imposible encontrar la estrella polar que dirija su camino, o su navegar turbulento, hacia un horizonte planetario más o menos definido. Era más fácil la cosa, hasta cierto punto, cuando el “orden” estaba regido por dos grandes bloques rígidos que amenazaban día con día el exterminio de la especie humana, con bombas atómicas que horrorizaban a los mismos fabricantes. No importaba que la especie humana completa estuviera en peligro. Lo que importaba era la comodidad ideológica y política de casi todas las facciones, religiones, intelectuales y partidos políticos del mundo. Como pertenezco a la generación de aquellos que nacimos a mediados de los años cincuentas del siglo próximo pasado, crecí bajo la angustia dejada por la crisis de los misiles de octubre del año 1962 (espero haber evitado un error de dedo con esta fecha clave), en que John F. Kennedy y Nikita Kruschev tuvieron que enfrentarse diplomáticamente y superar toda clase de presiones inaguantables, a fin de sortear, salomónicamente, una salida justa en que nadie fuera vencedor ni vencido. Para empezar estaban las presiones de los “halcones” irracionales que eran partidarios de iniciar la “Tercer Guerra Mundial” definitiva sin medir las tenebrosas consecuencias. Por último se impuso la “Razón” razonadora de los hermanos Kennedy (incluyendo un poco la de McNamara) y el realismo político del voluntarioso, y a veces caprichoso y teatral, Nikita Kruschev.

            Los tiempos actuales son bastante diferentes. Es cierto que las grandes bombas atómicas siguen ahí, agazapadas, como a la espera de que salte la liebre, nuevamente, del instinto fanático de la vieja autodestructividad humana. Pero en el tapete de las discusiones internacionales aparecen nuevas agendas, algunas más confusas que otras, en donde se caotizan y vulgarizan las prioridades de aquellos que supuestamente están llamados a poner cierto “orden” en este mundo multipolar, en un contexto en que los antiguos poderes estatales y económicos pretenden ser suplantados por las anarquías regionales y subregionales (psicosociales) de los mercados y anti-mercados descontrolados.

Anarquías de diverso color y signo: entre ellas la del dogmatismo anti-estatal de los neoliberales frívolos (hay algunos serios) que presionan todos los meses porque piensan que ellos están por encima de la realidad real, en contra de los intereses vitales de las clases medias ambivalentes, y que por paradójica contradicción son apoyados por los anarquistas de aparente nuevo pelaje que siempre han sido enemigos de todo Estado en primer lugar, y del “Estado burgués” en particular. Incluso visitan Washington para que desde allá les ayuden a desmontar o destruir pequeños Estados y gobiernos como los de Honduras, en unos contextos en que estos pobres y frágiles países han sido sitiados por el narcotráfico transnacional, que ha venido desde afuera (lo hemos repetido en muchas ocasiones), a utilizar nuestros territorios con algunos malos “compatriotas” y malignos extranjeros.

Un suceso altamente curioso en estos nuevos contextos, es que aquellos que van a buscar la ayuda de Washington o de Nueva York, sin ningún pudor han pasado hablando pestes en contra de Estados Unidos, y exagerando los defectos del estilo de vida de los estadounidenses. Incluso simpatizan con el posible derrumbe de aquella potencia hemisférica. Pero esperan ansiosamente que los mismos dirigentes del “Partido Demócrata” de por allá, en un pestañeo histórico de párpados, pierdan de vista quiénes realmente son los solicitantes, y les extiendan la mano para destruir a países totalmente vulnerables como Honduras. Hay que reconocer con gallardía en este punto, que a veces se presentan fuertes incongruencias entre los mismos que dirigen los tres poderes del Estado y del gobierno de la “Metrópoli del Norte”, y esas circunstancias competitivas crean espacios vacíos internacionales que pueden ser aprovechados al máximo por los adversarios conscientes o inconscientes de la “Cultura Occidental”. El crecimiento del terrorismo y del crimen organizado ha sido pavoroso durante las dos primeras décadas del actual siglo veintiuno, gracias al descuido y a esos espacios vacíos dejados al azar por una ideología de mercado “triunfalista”, que a veces se olvida de los intereses vitales de la humanidad. Entre otros descuidos se encuentra el de la conservación de los ecosistemas mundiales.

Particularmente escribo desde la concreción histórica probable, con conocimientos acumulados durante décadas, y desde una cierta y dolorosa perplejidad del pensamiento, aludida y trabajada por filósofos como Javier Muguerza (1990). De hecho el concepto de “perplejidad” remite a la teología y a la filosofía del medieval Maimónides. Pienso que frente al discurrir “caótico” de los acontecimientos actuales, se requiere de una fuerte centralidad filosófica especial, cuajada de sabiduría cerrada y abierta, en forma conectiva.

Tegucigalpa, MDC, 03 de noviembre del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 07 de noviembre de 2019, Pág. Cinco). (Nota: Varios de estos artículos se han venido reproduciendo en el diario digital “En Alta Voz”).

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