La autora de “Una cierta nostalgia”, que ama los libros y los gatos y detesta el autoritarismo y la corrupción, la ignorancia, el machismo y la misoginia, nos habla de cómo vive la pandemia. “Me ha afectado el que mi madre haya fallecido durante este período, porque no la pudimos velar ni honrarla como se merecía”, dice
Por Dunia Orellana y Dennis Arita
San Pedro Sula, Honduras. Nombrada una de los 25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana por la Feria del Libro de Guadalajara, la narradora y ensayista María Eugenia Ramos tiene una carrera distinguida en las letras hondureñas. Su obra es breve e intensa, como sus respuestas en la entrevista que publicamos hoy.
Con la pandemia del coronavirus “se ha hecho evidente que somos privilegiadas las personas que al menos tenemos techo y comida”. Frases como esa no son raras en la autora del libro de cuentos “Una cierta nostalgia”, ya que tiene décadas de luchar desde la escritura (y ahora también desde las plataformas virtuales) por la dignidad y los derechos de las poblaciones más vulnerables de Honduras.
El autoritarismo del gobierno actual, la desigualdad en la sociedad hondureña, la muerte de los seres queridos, el respeto de los derechos humanos, los retos de la educación, la fortaleza ante la adversidad. Esos son algunos de los temas que Ramos toca en este entrevista desde su visión de escritora y mujer. Las mujeres, dice, en especial las más pobres, “no solo no tienen cómo generarse ingresos, sino que deben convivir con agresores hombres, exponiendo su integridad física y sus vidas, en una situación de indefensión mucho mayor que antes”.
Escéptica, cuestionadora, atea, luchadora y feminista. Maru, como le agrada que la llamen, no solo es defensora de los derechos humanos, sino también de los animales. En su casa la acompañan dos gatos, Murakami y Matilda, y hasta hace un tiempo también Maya, que murió días atrás: era “una perrita que mi hija adoptó. Para nosotras no era una mascota, sino un miembro de la familia”.
P. ¿Cómo está viviendo a nivel personal la pandemia del coronavirus?
R. En lo personal, mi estilo de vida no ha cambiado prácticamente en nada. Como consultora independiente, percibo ingresos de forma muy esporádica y trabajo desde casa. Soy, además, una persona más bien introvertida y no acostumbro concurrir a lugares donde hay muchas personas. Pero sí me ha afectado el que mi madre haya fallecido durante este período, porque no la pudimos velar ni honrarla como se merecía, debido a las restricciones de movilización. También falleció Maya, una perrita que mi hija adoptó desde que era una cachorrita, y convivió con nosotras durante catorce años. Para nosotras no era una mascota, sino un miembro de la familia.
P. ¿Cómo cree que la sociedad hondureña y en especial las mujeres están enfrentando esta enfermedad?
R. En una sociedad como la nuestra, con un sistema de salud colapsado desde hace tiempo, donde hay autoritarismo y no democracia, una pandemia aumenta de manera extrema la pobreza y la vulnerabilidad. Las mujeres y la niñez, sobre todo en los segmentos más pobres de la población, no solo no tienen cómo generarse ingresos, sino que deben convivir con agresores hombres, exponiendo su integridad física y sus vidas, en una situación de indefensión mucho mayor que antes. Si antes había dificultades y reticencias para lograr la aplicación de las leyes que protegen a las mujeres, ahora los obstáculos son mucho mayores.
P. ¿Por qué ahora observamos la desigualdad y nos preguntamos por qué no miramos esos episodios antes?
R. Situaciones como esta contribuyen a visibilizar realidades que siempre han estado allí y que muchos sectores han denunciado permanentemente; sin embargo, otros sectores han preferido ver hacia otro lado. Es probable que convivir de cerca con la enfermedad y la muerte genere un poco más de sensibilidad. Ahora se ha hecho evidente que somos privilegiadas las personas que al menos tenemos techo y comida, pero mucho más privilegiadas son aquellas que en medio de esta situación siguen comprando artículos de lujo, mientras que la gran mayoría de la población no tiene ni siquiera alimentos.
P. ¿Cree que esta pandemia hará que cambie a nivel personal la sociedad hondureña?
R. Necesitamos grandes cambios, como personas y como sociedad; desafortunadamente, hace falta mucho para lograrlos, porque no son solo cambios económicos y sociales, sino también culturales. Esta situación nos muestra exactamente como somos: un país donde las desigualdades sociales se profundizan debido a la corrupción, y donde la ignorancia, el fanatismo, el machismo, la misoginia, la homolesbotransfobia, la indiferencia, el mesianismo, el caudillismo, son muros cada vez más altos que nos impiden avanzar como sociedad.
P. ¿Por qué ahora más que nunca es necesario que la participación ciudadana exija transparencia y rendición de cuentas del Gobierno?
R. Porque esta situación ha beneficiado a un gobierno que estaba en la cuerda floja debido a las acusaciones presentadas judicialmente que involucran con el narcotráfico al presidente reelecto de forma anticonstitucional. Con la excusa de combatir la pandemia, el gobierno ha reforzado sus mecanismos de control absoluto sobre la población, ahogando toda posibilidad de disidencia. Al mismo tiempo, se ha beneficiado obteniendo millones de la cooperación internacional, de los cuales no hay rendición de cuentas, ya que el gobierno mismo elige de dedo a la supuesta representación de la sociedad civil. Por si fuera poco, está en riesgo el proceso electoral, que aun cuando no era la solución porque carecemos de alternativas claras, es un derecho y representa al menos una pequeña brecha en la correlación de fuerzas. Por otra parte, estamos en mayor indefensión debido a la aprobación de un Código Penal que atenta contra los derechos ciudadanos y fortalece la impunidad.
P. ¿Cómo podemos hacer la diferencia para construir una Honduras mejor?
R. Se necesita mayor apertura, no solo en el Estado, sino dentro de las mismas organizaciones políticas y sociales. Si hubiera mayor representación y respeto de los derechos de los sectores invisibilizados, como las mujeres, los pueblos indígenas y afrodescendientes, la población lésbica, gay, transexual, no binaria, en esa medida se podría hablar de procesos democráticos incluyentes, que a la larga incidirían para lograr los cambios que necesitamos como país.
P. ¿Qué aprendizajes le deja esta cuarentena?
R. Creo que el mayor aprendizaje es la necesidad de que cada persona construya dentro de sí la fortaleza necesaria para enfrentar las adversidades. Esa fortaleza se alimenta de nuestras propias experiencias y convicciones, pero también del apoyo y la solidaridad de otras personas y colectivos.
P. ¿Cómo podemos fomentar en las niñas y los niños la construcción de una mejor Honduras con esta pandemia?
R. Las niñas y los niños, así como adolescentes y jóvenes, han sido gravemente afectados, porque la educación, de por sí deficiente e inaccesible para grandes sectores de la población, se volvió inexistente. Es utópico pensar que por medios virtuales se van a obtener resultados, y además injusto porque miles de hogares no tienen acceso a internet. Sin embargo, para las niñas y los niños que tienen la fortuna de contar con hogares donde tienen amor y atención de sus necesidades, esta situación representa una oportunidad para aprender que no es necesario tener muchas cosas; que lo importante es procurar ser mejores personas y ayudar a quienes lo necesitan. Ojalá que las familias resalten la importancia del esfuerzo, del trabajo en equipo, incluyendo las tareas domésticas, y que fortalezcan el hábito de la lectura.
P. ¿Qué libros ha leído durante la cuarentena y qué libros recomienda leer durante estos días?
R. No he leído mucho, porque después de mucho tiempo de no hacerlo he vuelto a escribir. He escrito artículos y un cuento que me solicitaron para una revista de España. Además, me han solicitado hacer videos de promoción de la lectura, lo cual ha sido un nuevo aprendizaje. Sin embargo, he releído un par de mis obras favoritas de Julio Cortázar y Carlos Fuentes, y dos libros hondureños: Presente estás, de la poeta Amanda Castro, publicado en su homenaje por la Red Lésbica Cattrachas, y para el cual escribí el prólogo; y las memorias de la escritora Lucila Gamero, Una mujer ante el espejo, que tuve que rastrear, porque es una edición agotada. Fue precisamente la compañera Seidy Irías, de Cattrachas, quien tuvo la amabilidad, no solo de prestármelas, sino de venir personalmente a dejármelas a mi casa.
No tengo una recomendación especial de lecturas. Pienso que cada quien debe leer aquello que le aporte a su imaginación, a su sentido crítico, a su curiosidad. Pero confieso que me muero de ganas por leer Nación vacuna, una novela de la escritora argentina Fernanda García Lao, publicada recientemente en España, y Para comerte mejor, un libro de cuentos de la escritora boliviana Giovanna Rivero; solo que no me agrada leer en digital, quiero leer en físico esos libros, así que debo esperar hasta que pueda conseguirlos. Los recomiendo para quien pueda tener acceso a ellos durante este período de aislamiento.