Foto: Unicef

Radio Progreso

La noticia sobre caravanas conformada por gente angustiada e inmediatamente amenazada y reprimida, interrumpió este enero hondureño de expectativas entusiastas. Y no puede ser de otra manera, puesto que el fenómeno de la migración es un severo problema para el gobierno de los Estados Unidos, y deberá ser, sin duda, uno de los enormes desafíos a afrontar por la nueva administración de Castro Sarmiento.

La migración se ha convertido en un problema en sí, pero sobre todo es la manifestación de un problema de fondo que tiene que ver con empleo, reordenamiento agrario, política fiscal, educación, salud, políticas ambientales, corrupción y violencia. En estos años cuando la migración ha alcanzado los niveles de caravanas, los gobiernos centroamericanos se han prestado a ser correas de transmisión de la política estadunidense para aprobar e implementar instrumentos legales coercitivos y discriminatorios, así como campañas mediáticas con el propósito de señalar las caravanas de migrantes como actos delictivos.

Las caravanas no solo no son actos delictivos, sino un auténtico recurso de protección que hace unos años idearon miles de personas que forzadas por sus condiciones decidieron huir de sus países, y ante los peligros y amenazas que se encuentran en el camino migratorio, encontraron en las caravanas el mecanismos para auto protegerse personal y colectivamente. En este sentido, tanto la migración como su expresión en caravanas, en tanto medio para protegerse, son derechos humanos que hemos de reconocer y que la comunidad internacional está en la obligación de reconocer y defender.

Se han elevado voces a través de campañas mediáticas que pretenden estigmatizar y criminalizar a las personas y organizaciones que se solidarizan con los migrantes y con la caravana como recurso de auto protección. Estas campañas discriminan y expresan una concepción racista hacia nuestros hermanos y hermanas y migrantes, y es un compromiso ético personal e institucional acompañar en todo momento y asistir a los migrantes en su peregrinación hacia un lugar en donde creen que puede encontrar una oportunidad que se le negó en su país de origen. Los organismos de la ONU así como las diversas instancias de iglesias, sociedad civil, hemos de elevar nuestra voz para que los gobiernos respeten la vida de quienes emigran y de todas aquellas personas y organismos que acompañan a los migrantes. Fortalecer la solidaridad con los migrantes de hoy y los que decidan salir en el futuro ha de ser uno de los signos solidarios de nuestro tiempo, a la vez que confiamos que el nuevo gobierno hondureño coloque esta temática entre sus más altas prioridades. Porque a fin de cuentas se trata de defender la vida, y las familias hondureñas que se sienten amenazadas tienen el derecho de emigrar para salvar sus vidas.

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