En esas tormentosas aguas, Honduras es como un frágil barquito de papel, sometido a fuerzas poderosas y extrañas, sin capacidad para definir sus propios movimientos y menos para orientar su propio rumbo.

Puede parecer apenas una figura literaria, pero Honduras está en los hechos sometida a los vaivenes de la geopolítica que conduce y controla el gobierno de los Estados Unidos. Y en este difícil contexto a Honduras se le asigna un papel que está muy por encima de sus capacidades y de sus intereses.

Para nadie debía ser un secreto que la multitud de visitas de “subsecretarios” de Estado a nuestra país tras el inicio del nuevo gobierno, no es por la simpatía que despierta que el gobierno esté presidido por una mujer, ni porque de pronto al gobierno del Norte le nació ayudar a Honduras para que salga del atolladero. La razón primordial es por la importancia de la ubicación de nuestro territorio en el contexto de la geopolítica regional y mundial.

Esto es sumamente peligroso, porque siendo un país enclenque, sin capacidad para salir solo por su cuenta ante los desafíos que tenemos, de pronto podríamos quedar atrapados entre intereses ya no solo económicos o financieros extraños a nosotros, sino comprometidos con guerras y conflictos bélicos mundiales.

Honduras necesita de la comunidad internacional, y necesita especialmente de la asistencia del gobierno de los Estados Unidos. Y Estados Unidos necesita a su modo de nosotros, sobre todo por nuestra ubicación estratégica y por el peligro que para ellos representa el fenómeno migratorio, ante el cual Estados Unidos ha perdido su capacidad para responder exitosamente.

Es cierto entonces que existe esta necesidad de apoyarnos. Pero no puede ser nunca a costa de quedar entrampados en la actual tormentosa geopolítica internacional en la cual quedaremos como barquito de papel, a la deriva y sin rumbo. Los dirigentes de la política internacional tienen la enorme tarea de aprovechar la ventaja de nuestro territorio y del reconocimiento que tiene el gobierno ante la comunidad internacional, pero es una formidable ocasión para ejercer nuestras decisiones soberanas y defender el principio de autodeterminación de los pueblos.

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