Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario
La reelección del Fiscal General plantea varias cuestiones que, probablemente, se resuelvan dentro del nuevo período.
El procedimiento utilizado constituye el principal problema. Porque fue necesario el voto de quienes han conspirado en contra del binomio UFECIC-MACCIH, que son los mismos que se sienten amenazados por sus investigaciones.
No fue reelegido en contra de su voluntad. Lo que supone que hubo pláticas previas a su reelección con quienes están siendo investigados. Me resisto a la idea de que haya aceptado compromisos que, a la postre, echarán por tierra el prestigio que, durante estos últimos meses, adquirió gracias a las acciones del binomio UFECIC-MACCIH. Sin embargo, surgen algunas preguntas: ¿Por qué aceptaron reelegirlo con tanta premura y antelación? ¿Por qué no insistieron, como el caso de la Corte, hasta que lograron vencer la resistencia de los que simulaban ser honestos? Son interrogantes que encontrarán respuesta a lo largo de su gestión.
Juramentarse ante quienes, según ha trascendido, han recurrido hasta el recurso de amparo para evitar que la UFECIC avance en las investigaciones en contra suya, es otra cuestión que ensombrece el proceso de investidura, por los interrogantes que plantea.
La legitimidad del procedimiento estará en permanente cuestionamiento y lo aprovecharán quienes, aceptaron a regañadientes la reelección, para amenazar la estabilidad de su gestión, sea desde el Congreso o desde la Corte Suprema, puesto que estos son los nichos de poder utilizados, hasta ahora, para lanzar los notorios y brutales ataques perpetrados contra el binomio UFECIC-MACCIH, sin perjuicio de que, de ser necesario, se incorpore, en este menester, activamente la Casa Presidencial.
Esos votos, particularmente los del sector oscuro de los partidos políticos, esperan ser retribuidos. Son, en realidad, presentes envenenados. Por eso, el inexplicable júbilo de los diputados sospechosos el día de la reelección. Y el fiscal lo ha de saber, seguramente.
Quienes instaron que continuara, lo hicieron animados por el apoyo que al binomio UFECIC-MACCIH prodigó el fiscal. En otras palabras, por las acciones del fiscal Luis Javier Santos y su equipo, apoyados por la MACCIH. Sin embargo, se equivocaron de camino, porque el escogido pasaba, como se expuso en los párrafos anteriores, por la humillación del Fiscal General.
Había otras opciones. Especialmente la de no elegir. Si no se elige a ninguno de los cinco postulados, quedaba, obligatoriamente, el fiscal actual, ostentándose con una investidura legítima, imposible de cuestionar y, además, libre de la letal ponzoña del voto. Sería provisional, es cierto, pero en condiciones mucho más favorables que una investidura en propiedad concedida en las humillantes condiciones indicadas; en todo caso, la habría ostentado como si fuese en propiedad, puesto que el ejercicio de las funciones, siempre que su origen sea legítimo, es el mismo, sea en propiedad o interino, para todos los efectos legales. Además, su interinato no estaría amenazado, al menos durante este período presidencial, porque los partidos de oposición decidieron no votar por ninguno de los postulados por la junta proponente. Su independencia habría estado garantizada.
Lo positivo es que resulta patente que la reelección fue forzada por la oposición, como reconocimiento a lo que hasta ahora ha hecho el binomio UFECIC-MACCIH, y así lo enfatizó el PL cuando decidió no votar por ninguno de los incluidos en la lista de la junta proponente. Lo que obliga al fiscal a continuar apoyando las acciones de ese binomio.
El que estará bajo una presión asfixiante será el Fiscal General. Habrá apremiantes exigencias de la sociedad y la comunidad internacional, siendo que le dio un voto de confianza, espera que satisfaga las expectativas. Cumplir le será fácil. Bastará que siga actuando como hasta ahora, no obstaculizando las acciones de ese binomio.
De actuar así, sin embargo, le traerá consecuencias muy negativas. Porque se trata, sin duda, de una declaración de guerra al sistema de impunidad, que descargará sobre el MP-UFECIC-MACCIH su poderosa fuerza destructiva.
El Fiscal General cambió el prometido exilio dorado en la Corte Centroamericana de Justicia por una trinchera en la que estará, probablemente solo, bajo el fuego nutrido del sistema de impunidad, pero tendrá la irrepetible oportunidad de seguir acompañando al binomio UFECIC-MACCIH, en su lucha para desmontar ese sistema, al que ya ha golpeado severamente, y, con ello, contribuir al fortalecimiento del estado de derecho, sustituyendo la impunidad por la seguridad jurídica.