Escrito por Angelika Albaladejo
es.insightcrime.org

Las polémicas elecciones de Honduras permanecen en el limbo, no tanto así sus resultados. Como ha sido evidente en toda la región en los últimos años, las elecciones demasiado reñidas o las presidencias polémicas llevan a una misma dirección: hacia las políticas de “mano dura” en el control del crimen.

El ganador de la presidencia en Honduras deberá enfrentar una dura resistencia. Si el presidente Juan Orlando Hernández gana las reñidas elecciones, deberá responder ante las persistentes dudas sobre la legitimidad de los resultados. Los observadores internacionales y el candidato de la oposición, Salvador Nasralla, han expresado temores por el fraude presuntamente cometido por el Partido Nacional, al cual pertenece Hernández.

De hecho, los resultados preliminares de las elecciones indican que Nasralla puede convertirse en el próximo presidente de Honduras. Pero en caso de que resulte ganador, Nasralla deberá enfrentar un Congreso liderado por la oposición, que ha apoyado las políticas de seguridad de línea dura de Hernández.

La inestabilidad con la que cualquiera de los aspirantes presidenciales llegue al poder permite suponer que continuará las estrategias de seguridad de línea dura, las cuales producen resultados a corto plazo y permiten construir capital político.

De hecho, ejemplos recientes en otras partes de la región sugieren que los presidentes suelen utilizar políticas de mano dura para consolidar su poder político cuando llegan al cargo con una débil popularidad o cuando se enfrentan a un Congreso liderado por la oposición u otros entes opositores fuertes.

Por ejemplo, el presidente de Brasil, Michel Temer, no fue elegido para el cargo, sino que asumió la presidencia tras el polémico derrocamiento de su predecesora, Dilma Rousseff. Temer ha tenido poca popularidad y ha enfrentado acusaciones sobre su participación en actividades criminales, en medio de un contexto de crisis económicas y de seguridad. En consecuencia, ha adoptado tácticas de línea dura, como despliegues militares en las zonas de alta criminalidad. Estas tácticas no han producido soluciones a largo plazo, pero le han permitido a Temer construir su capital político y le dan la apariencia de “duro contra el crimen” ante los ojos de los brasileños que ven pocas alternativas.

Felipe Calderón, presidente de México entre 2006 y 2012, también es un claro ejemplo de estas dinámicas. Calderón llegó a la presidencia tras una reñida contienda y con un Congreso liderado por la oposición. El exmandatario inició la guerra de México contra los carteles de la droga evadiendo el Congreso y desplegando al ejército en la lucha contra el crimen organizado. La agresiva estrategia de Calderón fue bien recibida por la mayoría de los mexicanos, aunque en realidad condujo a aumentos en la violencia y la criminalidad durante toda su presidencia.

En El Salvador, el presidente Salvador Sánchez Cerén ha utilizado políticas de “mano dura” desde su reñida victoria en las elecciones presidenciales de 2014. Se ha dicho incluso que la policía ha cometido asesinatos extrajudiciales de presuntos pandilleros.

El hecho es que las estrategias militarizadas para combatir la criminalidad están ganando popularidad en toda Latinoamérica, pues muchos ciudadanos dicen que están perdiendo la fe en la democracia, dados los escándalos de corrupción y las sospechas de manipulaciones electorales. Es entonces probable que los presidentes que lleguen al poder con una legitimidad cuestionable o con una fuerte oposición continúen usando tácticas de línea dura para construir su capital político.

En Honduras, los políticos tienen bastantes justificaciones para optar por este camino. Si bien los homicidios han disminuido, las tasas continúan siendo seis o siete veces más altas que las del promedio mundial, y la violencia de pandillas y los grandes grupos de narcotraficantes siguen siendo importantes temas de seguridad.

Ganar la reñida contienda en medio de acusaciones de fraude podría llevar a Hernández a redoblar sus populares medidas de seguridad, con el fin de recuperar la credibilidad política. Hernández centró gran parte de su campaña reelectoral en las recientes mejoras de seguridad, lo que incluye la reducción de la tasa de homicidios, que él atribuye al enfoque militarizado de línea dura que ha tomado contra las poderosas pandillas del país.

Si Nasralla sale victorioso, no está claro si apoyaría las políticas de mano dura como su predecesor, puesto que es un político novato. Pero las lecciones del resto de la región muestran que la opción que más le conviene para construir su propio capital político es la de aplicar su propia forma de política de seguridad de línea dura.

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