La actual administración pública no necesita de aduladores ni de apologistas. Ni necesita de activistas porque los tiene por montones. Necesita de un movimiento social que camine con sus propias iniciativas, haciendo propuestas, manteniendo igualmente cercanía con la vida y realidades sociales, populares, académicas y profesionales, sin perder identidad y autonomía en tanto movimiento social.

El gobierno ni es enemigo a destruir o confrontar ni puede ser visto como contrario al movimiento social. Sigue siendo una oportunidad para impulsar un proyecto nacional desde la soberanía popular, sin que su gente afín tenga que enchambarse en algún recinto del Ejecutivo para defenderlo o elogiarlo. O para callarse por cuidar su chambita.

Ni el gobierno ha logrado establecer una coherente estrategia de comunicación, ni el movimiento social cuenta con una estrategia de comunicación alternativa. Aunque Casa Presidencial cuenta, según dicen, con centenares de profesionales de la comunicación contratados, no se percibe una línea común de comunicación, más que un periodismo más relacionador público y menos analista y crítico.

Esto contribuye a que se resalte la comunicación mediática de los poderes establecidos desde la empresa privada, que cuenta con una firme coherencia periodística, analítica, defensora de los intereses de la empresa privada, crítica ante el oficialismo y con capacidad de negociar con el gobierno desde la defensa de sus intereses.

Ante esta coherencia mediática de los medios privados, el gobierno no logra definir una política mediática propia, más que una defensa del oficialismo que raya con el servilismo. Un servicio sublime a la actual administración pública ha de ser la crítica sensata, así se advierten errores y se pueden rectificar. Crítica desde adentro y crítica desde afuera, pero coherente y con sensatez

Si una administración pública se cierra a todas las críticas y las califica de ataques, puede acabar en auto engaños y protegida en círculos de auto elogios. Es necesaria una estrategia que construya y proponga. Ninguna crítica que destruya o denigre es necesaria, pero un gobierno que se cierre a la crítica que toca de frente errores y cuestiona a funcionarios incompetentes, como auto complaciente.

Los sectores sociales tampoco cuentan con una estrategia comunicacional propia y coherente. Construir esa estrategia nacional de comunicación es un desafío común tanto para el gobierno como para los sectores sociales y populares hondureños. Sin una estrategia de comunicación común, tanto el gobierno como los sectores sociales transitarán como un barco a la deriva y bajo la amenaza de quedar sometidas a las turbulentas aguas de un contexto nacional convulso y complejo.

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