Toda la gente seria del país, la que sabe pensar y que quiere lo mejor para la sociedad, está de acuerdo en la necesidad de hacer cambios profundos en Honduras. Toda la gente seria, pensante y con talante ético coincide en que nuestro país está profundamente atrapado en un deterioro institucional, político, social, cultural y espiritual que solo se puede hacer frente con decisiones profundas y de largo alcance.
Toda la gente seria de Honduras sabe que la situación actual no se resuelve con remiendos. Pero de igual manera, toda esta gente de buena voluntad, honesta, que nunca se saldrá de sus casillas porque respeta y confía en las leyes, también coincide en una especie de inercia cotidiana de las cosas.
Se preocupa por lo que ocurre, cuestiona la dinámica destructiva y la pérdida de credibilidad de los liderazgos políticos, pero se queda embelesada viendo desde lejos cómo se derrumban los edificios de la institucionalidad y de los tejidos humanos y sociales, mientras sigue sumergida en la inercia de la vida cotidiana. El año comenzó con entusiasmo y mucha gente vio el gobierno como una oportunidad a la que había que cuidar, defender y cuestionar.
Sin embargo, la inmensa mayoría de la gente observa la pérdida de fuerza en el gobierno, pero se queda como viendo los toros desde la barrera, Todos los días hace lo mismo, todos los días lee y mira lo mismo, todos los días hace lo mismo, sueña lo mismo, reza lo mismo, sin salirse ni un milímetro del camino. Todos los días. Y todos los días cuestiona lo mismo y reclama lo mismo.
Muchísima gente profesional, académica, intelectual piensa que las cosas debían cambiarse, pero hace mucho tiempo decidió quedarse viendo de lejos para ver cuando llegan esos cambios. Así todos los días. Mucha gente éticamente correcta y honesta del país decidió hace mucho tiempo no equivocarse y criticar a quienes se equivocan. La realidad hondureña es tan compleja, tiene tantas complicaciones que quien se mete dentro de ella, sin duda irá dando tumbos, unas veces acertará, muchas veces se equivocará, nunca podrá tener claridad de estar atinando ante tantos conflictos.
Pero mucha gente de buena voluntad, que podría aportar mucho al país con sus ideas, con su honestidad, con su experiencia, hace mucho tiempo decidió dejarse llevar por la inercia de la cotidianidad, viendo críticamente de lejos lo que ocurre, viendo equivocarse a los demás y ofreciendo recetas de lo que se debía hacer para resolver los conflictos. Todos los días.
Si todos los días tanta gente de buena voluntad, con tantas capacidades que se guarda, se saliera un tantito del camino de su cotidianidad para ir al encuentro de la realidad en ebullición, sin duda sus aportes darían un enorme giro a esa ebullición. Toda esa gente buena compartiría las equivocaciones de otros, pero sin duda aportarían luces para que los demás se equivoquen menos y le acierten más a buscar salidas a los conflictos, sin quedarse ni a medias ni en remiendos que postergan con angustia las verdaderas respuestas al deterioro nacional.