Los afrodescendientes se enfrentan a la indiferencia de los gobiernos y, con los recursos a su alcance, sobrellevan la pandemia de Covid-19.

Redacción En AltaVoz

La Costa Norte de Honduras cautiva con idílicos paisajes de comunidades garífunas a la orilla del mar. Sin embargo, detrás de esas estampas de belleza, de color y de riqueza cultural, se encuentran las historias de pobladores afrodescendientes que enfrentan solos la batalla contra el Coronavirus o Covid-19, una pandemia que ha sido devastadora para el país por la pérdida de 9.949 vidas desde marzo de 2020, según el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager).

Estas cifras se duplican y siguen creciendo, de acuerdo a la Asociación de Funerarias. A esto se agrega la pérdida de más de 500 mil empleos, de acuerdo al Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep).

Humberto Castillo, presidente de la Asociación de Afrodescendientes (ASAFROVA), precisó que al gobierno jamás, o al menos a la actual administración, le ha interesado atender ninguna situación del pueblo garífuna. “Cuando le manifiesto ésto no es molestia con el presidente Juan Orlando Hernández, simplemente es que no le ha interesado nada que tenga que ver con nuestros pueblos”, expresó.

En el caso de la vacunación o atención a la pandemia, todo llega a las comunidades por inercia, porque así debe ser, no tanto porque haya un interés de parte de la presente administración. Tampoco existen políticas definidas para atender a nuestro pueblo, manifiesta Humberto Castillo.

No hay acceso, los centros de salud en 48 poblados afrodescendientes están desabastecidos de medicamentos y de las vacunas, ni hablar. “No hay médicos suficientes y mucho menos contratación de nuevo personal, más bien hemos tenido de manera constante, que estar peleando con las Regiones Sanitarias de Salud para renovación de contratos porque muchos trabajadores están prestando servicios de manera temporal y eso ni siquiera es por la pandemia, además hablamos de comunidades remotas”, precisó.

No hay ninguna política del actual gobierno para atender lo que tenga que ver con el Covid y los garífunas, la gente se la ha “sorteado” para poder subsistir a la pandemia y si es para inmunizarnos, los pobladores deben salir hacia las grandes ciudades como San Pedro Sula en busca de la vacunación.  “Y cuando lo hacen, ejecutan operaciones de vacunación con algún sesgo político para inmunizar solo a personas afines a la administración y que de alguna forma tienen una posición de poder”, lamentó el líder.

Al dirigente le preocupa que no tienen ningún dato oficial sobre la incidencia del Covid-19 en la población garífuna en Honduras, más, sin embargo, ha habido personas que han fallecido al perder la batalla contra el mortal virus.

“Tengo un registro de más de 10 personas que han fallecido por esa causa, muchos de ellos trabajadores de la industria local, esos casos, algunos con factores de riesgo, se reportaron al inicio de la pandemia en marzo de 2020.  De la comunidad cuento con un solo registro directamente, excepto el de una persona en el Triunfo de la Cruz, que se desplazaba al puerto de Tela”, señaló.


Las nuevas generaciones en las comunidades garífunas nos muestran el más optimista de sus rostros, ajenos a una pandemia que ha devastado a su propia tierra.

A pesar de las precarias condiciones, y pese a que no existe una teoría científica, Castillo considera que el estilo de vida sano, combinado con una dosis de bebidas ancestrales como el guifity, les han permitido a los afrodescendientes fortalecer su sistema inmune y si han presentado síntomas del virus han sido leves. “Gracias a Dios”, reitera.

 “Quizá eso nos esté ayudando para que no haya ocurrido una propagación extrema”, destacó, al reiterar que, en la actualidad, se está bregando con este virus con recursos limitados. “El orden de vacunación en la comunidad es lento, no hay un proyecto salvo el que tienen allí los funcionarios de gobierno de convocar a jornadas de vacunación esporádicas, focalizadas, pero hacia la población garífuna no hay ningún trabajo de estos, a pesar de que asi todas las comunidades tienen un centro de salud donde fácilmente se pueden llevar muestras e inmunizar a unos 300 mil habitantes.

 Es un elemento importante, tampoco tenemos la infraestructura, ni medicamentos, hemos tenido suerte, porque si la pandemia hubiera impactado de manera directa en nuestras comunidades para lo poco preparado que estábamos el nivel de daño hubiera sido catastrófico”, puntualizó.

El investigador Kenny Castillo, por su parte, señaló que la comunidad afrodescendiente ha perdido a 25 de sus miembros desde 2010, y también hay desaparecidos. También destacó que, gracias a la migración y a las remesas enviadas por los garífunas en Estados Unidos, existe una mejoría en el paisaje de las comunidades asentadas al norte de Honduras. 

Durante una conferencia en la cual participó Castillo, con motivo de la Herencia Africana, destacó que la migración continuará debido a la falta de oportunidades y a la inseguridad ocasionada por los conflictos de tierras.

Más puntos

Tela fue la primera población creada por los españoles y se le bautizó con el nombre de Triunfo de la Cruz. Su fundador fue Cristóbal de Olid.   Los alrededores del hermoso puerto atrapan a los visitantes más exigentes que se rinden ante sus encantos de primer orden. Pero en esa comunidad, hoy las calles, antes llenas de movimiento y alegría, lucen solitarias. No hay música ni bailes, los vecinos, dedicados a la pesca y a la agricultura, sienten miedo y la zozobra se percibe en el ambiente desde que el 18 de julio de 2020, fueron plagiados cuatro defensores de la tierra.

En ese lugar, los niños y adultos han sufrido un severo choque psicológico desde el violento hecho que rompió su paz y prefieren esconderse en sus casas.

Edgardo Benedith señaló que no se ve a ningún niño jugando en la calle, están en sus casas, escondidos, llenos de terror, psicológicamente la comunidad ha sufrido un daño terrible y será muy difícil recuperarse.

A los dirigentes patronales raptados por un comando armado, de acuerdo a pobladores, se los identificó como Snaiider Centeno, Milton Martínez, Suami Aparicio y Albert Thomas. Si bien, en un sector de la Capital Industrial se encontraron accesorios de dos de los lideres privados de su libertad, ellos no aparecen por lo cual han seguido protestando.

Gregoria Jiménez destacó que siguen tocando puertas a nivel internacional para dilucidar ese hecho y se han realizado gestiones desde Alemania y Estados Unidos pero los resultados han sido infructuosos.

Un equipo de la Agencia Técnica de Investigación Criminal se hizo cargo del caso, pero no hay avances hasta ahora. Una incógnita para habitantes del Triunfo de la Cruz es porqué fueron desactivadas cámaras en la zona, no obstante, las autoridades lo niegan y manifestaron que hay imágenes en proceso de análisis.

Otros rostros

Una residente garífuna esa localidad, Martha Arzú, conoce a fondo las anécdotas de los colonizadores españoles, pero esa es una cuestión muy lejana a su realidad.  Hoy, ella tiene una visión a futuro que dista mucho de la que, en ese momento, pudo haberse cruzado por la mente de los agresivos “ibéricos” que desembarcaron en Honduras hace 224 años.

La dama piel de ébano, dedicada a la elaboración artesanal de apetecidos “pastelitos”, tiene algunas reservas con la situación actual, pero también quiere apostar por el cambio para fortalecer las tradiciones y cultura de la etnia garífuna en Miami, Tornabé, San Juan, Triunfo de la Cruz, La Ensenada y Río Tinto, seis comunidades que aglutinan a unos 60 mil pobladores en ese sector.

Lo cierto es que las necesidades planteadas por la etnia garífuna son múltiples y el compromiso para solventarlas aún no es tangible. “La inseguridad sobre la tenencia de la tierra nos preocupa, si tuviéramos legalizadas nuestras tierras todo sería diferente”, manifestó durante la entrevista.

En un recorrido realizado por el equipo de En AltaVoz, resultó evidente que esas comunidades urgen de la dotación de servicios básicos, entre ellos la habilitación de las principales vías de acceso, agua suficiente para satisfacer los requerimientos básicos, salud y una mayor seguridad.

Las comunidades garífunas de Honduras han venido demandando seguridad jurídica sobre sus tierras y territorios. Sin embargo, desde 1996 el Gobierno de la República ha asumido varios compromisos para resolver la problemática planteada.

En San Juan, los pobladores también mantienen la esperanza de tener un lugar en el mapa nacional y que este o el nuevo gobierno promueva la formación de microempresas solidarias para dinamizar la economía local.


Las playas de la costa Norte, hogar de pobladores de 48 comunidades afrodescendientes, sobreviven del turismo, una actividad que disminuyó en los últimos meses por causa del virus.

Necesidades

Lo que en verdad se espera del gobierno para la etnia garífuna es un plan de inversiones en capacitación, infraestructura vial, sanitaria, educativa, en telecomunicaciones, negocios y turismo, entre otros.  La expectativa colectiva es que las Comunidades y Organizaciones Afro hondureñas deben ser consideradas como sujetos activos para el desarrollo de la industria del turismo en la costa norte de Honduras, en sus diferentes etapas, ya sea de planificación, elaboración, promoción, implementación, evaluación y seguimiento.

Un estudio realizado por la Organización de Desarrollo Étnico Comunitario, Odeco, da cuenta que las comunidades garífunas viven “Entre la pobreza y extrema pobreza”. Algunas veces hay muy poco para comer”, se lamenta Cristina García en la comunidad de San Juan, una de las 36 en las que habitan los 300,000 garífunas de la costa Atlántica.

No hay datos concretos ni estudios anteriores que definan la situación que han vivido los garífunas durante los 224 años de asiento que llevan en el país. Han sido relegados a un sitio donde hasta las estadísticas se han olvidado de ellos. “Aún no hay proyectos del gobierno para apoyar a la economía de las comunidades, esto es un proceso lento de inclusión dentro de las políticas y los planes del Estado”, afirma Castillo, “conseguirlo es nuestra principal lucha”.

En un recorrido por las comunidades garífunas de la costa, se escuchan las mismas quejas y problemas.  En una y otra zona a lo largo de los cinco departamentos que habitan, falta apoyo, hay desempleo y poco acceso, o ninguno, a los servicios básicos.

“Después del Mitch quedamos peor y eso se agudizó con la pandemia y con las tormentas Eta y Iota, vivimos en la miseria, no tenemos fuentes de empleo y los proyectos que se anuncian en los medios de comunicación nunca llegan hasta aquí”, se quejan residentes de la comunidad de Miami en Tela.

Hay desempleo

Los negocios propios y la economía informal es la base del sustento para gran parte de los garífunas. Pulperías, venta de comida y la prestación de servicios en construcción mantienen a la gran mayoría de los 300,000 afrocaribeños del país. La investigación descubre que más de la mitad de los residentes en 36 comunidades viven de una ocupación por cuenta propia.

“Tenemos gran cantidad de madres solteras y nos preocupa el futuro de los niños”, comenta Teófilo Fernández. Las mujeres emprenden negocios y aportan en el hogar e incluso lo mantienen. “Trabajamos para comer, las pocas tierras que tenemos las sembramos y cosechamos, de ahí se alimenta la mayor parte de la comunidad”, explica Fernández.

La agricultura en forma comunitaria, tradición de esta etnia, es el sustento de los grupos.

De los encuestados, la mayoría coinciden en que los pocos que tienen empleo permanente reciben un salario aproximado de mil a dos mil lempiras mensuales, cantidad inferior al salario mínimo en el país que en 2021 alcanzó los 7,033.88 lempiras. Las demandas de los patronatos están orientadas hacia el financiamiento de pequeñas industrias para abrir nuevas fuentes de trabajo en sus comunidades.

Todas las actividades han mermado en los últimos años, ya que familias enteras que se dedicaban a la comercialización de los productos derivados del coco no tienen la materia prima para hacerlo. Desde 1999 los cocoteros a lo largo de la costa atlántica fueron atacados por la plaga del amarillamiento letal, provocando la muerte de más de un millón de palmas y dejando a miles de personas sin ocupación.

“Ya casi nadie hace pan de coco o vende el aceite, los pocos que se logran comprar son para la comida del día y no para vender, otros pobladores han emigrado y quienes están esperan sus remesas”, enfatiza Benita David, residente en Sambo Creek, La Ceiba. El desempleo causado por problemas ambientales, así como la falta de oportunidad, han ocasionado la migración de muchos jóvenes hacia los Estados Unidos, buscando una fuente de ingresos para el sostén de la familia que dejan atrás.

Y la educación

“En Tornabé la escuela sólo llega hasta el segundo curso, el próximo año esperamos que abran una clase más cuando se reanuden las actividades”, afirma Don René, miembro del patronato en la comunidad; “otro problema es que las aulas han sido compartidas, dos grados recibían clases juntos, con el mismo maestro”.

Esta situación llegó a ser la misma en casi todas las comunidades. En otras, ni siquiera existen escuelas. El analfabetismo y la escolaridad incompleta es una de las principales causas del desempleo que afecta a esta sociedad y al final contribuye a inflar los niveles de pobreza en las zonas. No existen datos sobre los servicios educativos que presta la Secretaría de Educación en los pueblos garífunas del país.

Un diagnóstico de la Universidad Nacional Pedagógica de Honduras mostró que en 1995 sólo existían 39 escuelas en la región habitada por ellos y se contaba con 288 maestros. La población negra en su mayoría está conformada por adolescentes y niños, lo que hace imperiosa la necesidad de tener más centros de educación en el área.

“Es urgente la construcción de escuelas en la región”, expresa Roberto, residente en Miami, Tela. Cada semana, cuando había clases, sus hijos se movilizaban desde su comunidad a la más cercana, Tornabé, para asistir a su jornada. En época de lluvia permanecían en una sola comunidad, ya que el acceso entre las dos colonias es imposible, debido al estado de la carretera que las comunica.

Si bien existen programas del Instituto Nacional de Formación Profesional, Infop y el Programa de Educación Básica de Honduras, Pralebah, desde 1997 implementados en los departamentos de Colón y Gracias a Dios, muchos de los pobladores desconocen la función de los mismos.

Remesas paliativas

Al no contar con los medios de subsistencia en su lugar de origen, miles de garífunas optaron por salir a buscar oportunidades a los Estados Unidos. Las remesas que envían a sus familiares son una ayuda, pero no la solución a la situación que enfrentan.

“No podemos decir que se vive de lo que mandan los familiares. Desde el año pasado muchos de los que están allá han perdido sus empleos, por el Covid-19 las cosas se han puesto difíciles para ellos”, comenta Geovanny Bernárdez. ” Claro que cualquier dinero que envíen aquí nos sirve de mucho”. Y es que según datos de Odeco, organización al frente de estas comunidades, en el país del norte hay unos cien mil garífunas hondureños, que de alguna forma contribuyen a la subsistencia de sus comunidades.

“Está claro que las condiciones socioeconómicas de los garífunas son críticas y urge un plan de desarrollo integral para esta etnia”, concluye Castillo.


En las comunidades garífunas falta de todo, ante la apatía de unas autoridades que se hacen oídos sordos a las necesidades del pueblo que vino del mar.

Un poco de historia

El 12 de abril de 1797 llegaron a Punta Gorda, Roatán, 5080 garífunas desde la Isla de San Vicente. Ellos venían como prisioneros de guerra después de combatir contra ingleses y franceses por cerca de 40 años. Una vez establecidos en Roatán iniciaron negociaciones con los españoles en Trujillo y se ubicaron en tierras continentales, estableciendo comunidades a lo largo de la costa Atlántica, inclusive Guatemala, Belice y Nicaragua.

Con la Reforma Liberal, desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, llegaron a Honduras nuevos contingentes afrocaribeños, principalmente de Jamaica, Haití y Trinidad y Tobago, para ser empleados en la construcción del ferrocarril interoceánico y en las plantaciones bananeras de las transnacionales. El mestizaje iniciado desde el siglo XVI, supone que aproximadamente el 80 por ciento de la población hondureña tiene sangre africana.

Actualmente, en este lugar de dominios ancestrales, la propiedad, donde   hay cultivos de yuca y plátano, es colectiva. Allí existe incertidumbre, pero los garífunas están dispuestos a seguir en la lucha para defender sus derechos. Es simple, para ellos, los hombres y mujeres que vinieron del mar, esa tierra que habitan es su esencia y siempre formará parte de sus vidas, de sus creencias y de una cultura que va a prevalecer a   través de los tiempos, a pesar de la pandemia.

Esta publicación fue realizada con el apoyo del Fondo de Respuesta Rápida para América Latina y el Caribe organizado por Internews, Chicas Poderosas, Consejo de Redacción y Fundamedios. Los contenidos de los trabajos periodísticos que aquí se publican son responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de las organizaciones.

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