Por Carlos Peláez

Cuando empezaron a trascender los chats de Astesiano dos fuentes, una vinculada al gobierno y otra a la investigación, me dijeron: “Lo que se ha visto no es lo peor, lo que hay en esos chats es horrible”.


Y tenían razón, porque desde aquel ya lejano 25 de setiembre cuando la fiscal Gabriela Fossati ordenó detener a Alejandro Astesiano entonces jefe de la seguridad presidencial, un día sí y otro también nos fuímos enterando cuál era el amplio campo de acción del “Fibra”.


Sin embargo ayer surgió otra novedad que en esta oportunidad significa un quiebre para el presidente Luis Lacalle Pou, que difícilmente podrá superar en lo que resta de su mandato.
Porque ya no tiene que ver con sus acciones de gobierno, sino con un acto que lo muestra como un inmoral inescrupuloso. Y de eso no se vuelve.


Lacalle usó la estructura del Estado para espiar a su ex esposa Lorena Ponce De León.
Si es capaz de esta acción sobre la madre de sus hijos, que no haria contra quienes considere enemigos.


Peor. El diario El Observador censuró a sus periodistas, impidiéndoles publicar la noticia. Pero estos respondieron de una forma impensada para los argentinos dueños del diario y para el propio gobierno: difundieron la información a través de sus redes. Momento histórico para el periodismo.


El diario El País no se dio por enterado y nada ha dicho sobre la acción del presidente.
Esta mañana, el periodista Leonardo Haberkorn dijo que “le constaba que desde el gobierno se había ejercido la máxima presión para evitar la difusión de la noticia”.
En apenas 24 horas la imagen que cuidadosa y profesionalmente había construído de si mismo el presidente, se fue por la cloaca del Estado.


Hoy 21 de diciembre sabemos dos cosas: 1) Lacalle no vaciló en espiar a su ex esposa y para ello usó la estructura estatal 2) El gobierno ejerce censura sobre los medios.
¿Cómo sigue esto? Nadie puede predecirlo. Pero a esta hora sabemos que hasta algunos de los más leales hombres del presidente se declaran indignados.
Está claro que una cosa es estar gobernado por alguien con quién se discrepa y otra muy diferente es descubir que se trata de un inmoral.


La imagen de “pibe simpático y cercano” ayer implosionó. Y no se puede acusar a nadie más que a él mismo.

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