(Por Filiberto Guevara Juárez) En economía existe dos tipos de justicia: la distributiva y la conmutativa. En el Estado, en el modelo económico de libre mercado, la justicia distributiva, el gobierno la hace vía recaudación de impuestos, para devolverlos a la población mediante servicios prácticamente “gratuitos”, por ejemplo, en salud y educación.

En el sistema de producción socialista, con una administración centralizada y planificada por el gobierno, prácticamente todos los servicios a la población se llevan a cabo mediante el modelo de justicia distributiva.

La justicia conmutativa en lo económico, responde a la ley o propiedad aritmética conmutativa, es decir, en doble sentido, donde por ejemplo, 2×3 es igual al resultado de 3×2: 6. Esto es lo que se da en el ámbito privado, donde en los negocios las dos personas salen ganando.

La parábola de los talentos, tan magistralmente ilustrada por Nuestro Señor Jesucristo, es un claro ejemplo de justicia conmutativa. He aquí dicha parábola:

Mateo (25, 14-30) 14. «Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: 15. a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. 16. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. 17. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. 18. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. 19. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. 20. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado.» 21. Su señor le dijo: «¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.» 22. Llegándose también el de los dos talentos dijo: «Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado.» 23. Su señor le dijo: «¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.» 24. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: «Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. 25. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.» 26. Mas su señor le respondió: «Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; 27. debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. «Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. 29. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 30. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» 

Pero no debemos quedarnos sólo en la descripción de tan bella parábola. Debe llamarnos la atención que Dios, el dueño y dador de todos los talentos a los seres humanos, los reparte esperando resultados conforme al número de talentos que da a cada persona. Este detalle es de suma importancia, porque cuando una persona recibe más talentos, tiene la obligación de producir más para la economía del Reino de Dios. También debe llamarnos la atención que al quitarle el talento al que no lo trabajó, se lo da al que ya tiene 10 y no al que tiene 4; que también, se esforzó conforme a su capacidad, y multiplicó sus talentos al 100%; al igual, que el que tenía 10 talentos. Ya casi al final de la parábola, Nuestro Señor Jesucristo nos dice: «Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.».

Se puede concluir que la justicia de Dios nuestro Padre, es perfecta, porque al que más da le exige más; pero también le recompensa con más, si ha sido diligente. Pero al que le da menos, le exige menos. También al que no produce nada, le quita hasta lo que tiene, para dárselo al que más tiene, y que puede producir más, para la economía del Reino de Dios.

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