Por Juan Ramón Martínez

En alguna parte aprendí que, la pobreza empieza a perder terreno, cuando el que la sufre opta por la limpieza. Y se distancia de la basura. No fue en mis primeras lecturas, –Sócrates, Aristóteles, Platón, Descartes, Espinoza, Camus, Sartre o Saint Simón– sino que en las conversaciones familiares.

La afirmación categórica de mi padre era que, estábamos pobres; pero que no éramos pobres. Es decir que era una circunstancia momentánea, superable. Y que el primer paso, era deshacernos de la basura. Y no andar con la ropa sucia y raída. Doña Mencha, que era una mujer fuerte y trabajadora, cuya jornada empezaba a las dos y treinta de la madrugada, a las cinco de la tarde barría el patio; recogía la basura en varios pequeños montones, que nosotros recogíamos con palas para llevarlas a un lugar en donde, le metía fuego. Antes que se pusiera el sol, regaba sus plantas, porque –después lo he descubierto– quien cultiva flores, tiene esperanzas en el futuro. Y maneja una visión estética de la vida.

Años después, hablando con antropólogos y leyendo sus libros, tuve otra perspectiva de la basura. Para ellos, excavar y descubrir la basura, especialmente la representada por objetos rotos y artículos no degradables, les permitía calcular el número de la población desaparecida, los niveles de ingreso, e incluso, los estratos económicos y sociales en que estaba dividida. Nancy Gonzales, antropóloga estudiosa de los garífunas, me dio algunas explicaciones donde la basura daba testimonios del pasado. Posteriormente estudiando a Lewis y la vida de los pobres, confirmé que el manejo de la basura, indicaba su disposición para dejar de serlo. Por ello es que a cualquiera ciudad que visito, pregunto si hay un vertedero. La respuesta: hay basurero; pero no vertedero. Es decir que las ciudades con la excepción de Comayagua, recogen la basura; pero no la ordenan y tampoco la manejan. Incluso Tegucigalpa, fuera de hacer negocio con ella –porque hay “reyes” de la basura que viven de la incultura– deposita la basura al aire libre, sin clasificación alguna, contaminando el ambiente y afectando la salud de la población. Parte de la cual se alimenta de los desperdicios.

Frente a esta situación Canal 10, ha empezado una campaña educativa en la que ha centrando su atención en la ciudadanía, proponiendo esfuerzos en favor de una “Honduras brillante”. Comenzando por enseñar a los niños y jóvenes, que se abstengan de arrojar los desperdicios a la calle, al patio de los vecinos o desde los vehículos en marcha. Y buscando convencernos que en la medida en que cumplamos nuestros deberes, tendremos una nación limpia. Pobre sí –por un tiempo– pero reluciente. Porque la limpieza, el orden y el respeto a la ley, no tienen que ver con el nivel de ingreso. Excepto como indicador que uno ha empezado a dejar de ser pobre, si no se ensucia a sí mismo, su casa, su vecindario y su país.

Por supuesto, la formación empieza en el hogar, continúa en la escuela y se consolida en la vida social. Por ello, si uno quiere conocer la familia de donde proviene una persona, solo hay que verle cómo viste, la limpieza en que vive y sus hábitos cuando se conduce por la ciudad donde reside. Si sabemos que los demás nos juzgarán por lo que hemos hecho con la basura, que es el primer test que confirma nuestra disposición de cumplir con la ley –ni más ni menos– lo que menos podemos hacer, frente a esta campaña cívica del canal educativo privado de Honduras, es mejorar nuestro comportamiento, contribuyendo con la forja de una “Honduras brillante” en la que todos los ciudadanos seamos limpios, correctos y convencidos soñadores que, en el más tiempo corto posible, dejaremos la ingrata situación en que nos encontramos.

Los padres de familia, tienen la primera tarea. Si son limpios y no ensucian su casa, el barrio y la ciudad tendrán hijos triunfadores. De lo contrario, sus vástagos serán candidatos de las maras, huéspedes de las cárceles y predicadores de las desvergüenzas de sus antepasados. Si en cambio, dan ejemplo de corrección y limpieza, cada uno de sus hijos, no solo andará limpio y orgulloso, con la cabeza levantada, sino que luchará por una “Honduras brillante” que nos prestigie a todos.

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