Por: SEGISFREDO INFANTE

            La idea la he sugerido en algunos textos de hace varios años. Pero en estas últimas semanas he puntualizado la propuesta cuando menos en tres ocasiones, con una argumentación histórica en la base del discurso. Esto es, que en los comienzos de cada civilización existían los consejos de ancianos, para enderezar los entuertos, limar las asperezas pasionales y luego aconsejar a sus respectivas comunidades sobre diversos temas del discurrir humano, a fin de resguardar el excedente productivo y conservar la gobernanza social. Esto posee algunos antecedentes en el Antiguo Testamento de la Biblia, antes de los reinados de Saúl y de David, en que también algunos profetas hacían las veces de consejeros. Por otro lado el concepto posee poderosos antecedentes en la historia dentro del Senado de la República Romana, antes de la irrupción (o “disrupción”) de aquel “Imperio”. Justamente, a partir del “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana” del inevitable Joan Corominas, he investigado que la palabra “senado” proviene del vocablo latín “senatus”, y se relaciona con “senectus”, que vendría a ser una variable de “viejo” o de “consejo de ancianos”. De hecho la palabra posee, además, según otras fuentes, la raíz indoeuropea de “sent”, ligada a la acción de dirigir o decidir. No de simple vejez.

            Para los romanos antiguos nunca hubo nada despectivo en la palabra “senatus” o senado, en donde se reunían los “senior”, que eran personas cuyas edades oscilaban entre los 45 y los 55 años de edad. Y seguidamente los “senex”, superiores a los 55 años. Todos deberían exhibir, cuando menos en teoría, buen juicio, opinión atinada y sobre todo sensatez, que son virtudes que hoy se requieren en Honduras como pocas veces en su historia. Diferentes amigos han opinado que la propuesta es necesariamente correcta. Pero quizás las tres personas con las cuales he abordado más el asunto, es con el doctor en filosofía de la educación don Oscar Soriano; con el doctor en física de partículas don Josué Danilo Molina; y con el doctor en socio-teología protestante don Ernesto Gálvez. A la par de algunas diferencias indispensables, hemos coincidido en que un posible “Consejo Estatal Permanente de Ancianos” debería estar integrado por siete personas de diversas edades que sean de probada madurez emocional. O que sean ajenas a todo espíritu de confrontación o polarización estéril. En tanto en cuanto que se dan muchos casos de individuos que en plena vejez continúan “pensando” y reaccionando como adolescentes de dieciocho años de edad, y que por tanto siguen adoleciendo de casi todo. O “a contrario sensu”, hay individuos de cuarenta años, cuyos conocimientos y cuya madurez parecieran los de un hombre de setenta años. Y así sucesivamente. Hacia adelante o a la inversa.

            Nuestro mejor deseo, el más íntimo de nuestro ser, es que en Honduras se apacigüen  los conflictos sociales, económicos y políticos, sean reales, ambiguos, exagerados o inventados. Pero dada la fragilidad de nuestra gobernanza interna, la idea de organizar gradualmente un “Consejo de Ancianos, Estatal y Permanente”, se vuelve imperativa desde todo punto de vista. A mi juicio estaría financiado por el Estado. Pero sería un organismo autónomo, con siete integrantes nada más, desligado de los tres poderes conocidos, especialmente del gobierno central, a fin de ofrecer consejerías y asesorías oportunas a los mandatarios, a los gremios, a los empresarios y a otras entidades, mucho antes que se desencadenen las graves crisis en cualquier dirección.  Por eso, además, sería indispensable que fueran personas realmente mayores, intelectual y emocionalmente. No los mismos “notables” de siempre, que ya están involucrados hasta el hueso, y que cada vez que hablan en público o en privado, en vez de calmar los ánimos atizan las hogueras que tanto daño le hacen al pueblo humilde y a la sociedad entera de Honduras.

            No se nos ocurren, en este momento, nombres claves para tal “Consejo”. Pues ni siquiera debería, en este caso, quedar insinuado mi nombre, pues he sido, y soy, y deseo continuar siendo, una persona de bajo perfil. Pero sí pienso a veces, por ejemplo, en personas del tipo de don Jorge Bueso Arias y de don Emilio Larach, que cuando hablan es para ofrecer sugerencias oportunas y moderadas en bien de todos nosotros, sin ningunear a nadie. Es posible que en el curso de los meses vayan apareciendo individuos de buen quilataje emocional y cerebral por diversos rumbos del país (como el erudito don Mario Posas que sabe sugerir lecturas), hasta lograr articular un “Consejo Estatal de Ancianos”, oriundos de diversos estratos sociales y de toda la rosa geográfica nacional. No sólo para aconsejar a las actuales autoridades del gobierno central. Sino incluso para todos los futuros gobernantes, sin importar de qué ideología o de qué partido político sean.     

            Conociendo a mi sociedad como la conozco, sospecho que esta propuesta podría arrancar “risas y sonrisas”, por resultar aparentemente ingenua. Pero según las tendencias de nuestro país y del mundo entero, la sabiduría incisiva de los “viejos” habrá de requerirse como algo vital en la sobrevivencia del Estado y del resto de la sociedad catracha.  

            Tegucigalpa, MDC, 23 de junio del año 2019. (Publicado en diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 27 de junio de 2019, Pág. Cinco).

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