El  jefe de la comuna capitalina, don Jorge Aldana Bardales ha aparecido por fin ante los ojos del pueblo y lo vemos supervisando numerosas obras que quedaron inconclusas en la pasada administración y posiblemente otras de su actual responsabilidad.

Está gordito el joven alcalde, posiblemente esa actividad móvil lo haga perder peso, para acelerar mucho más la destartalada situación que el copioso invierno ha dejado en la capital con el consecuente malestar de la población.

Pero está trabajando y eso es lo importante.

Ahora bien, con dolor y tristeza hemos observado que en algunos casos la medicina está saliendo peor que la enfermedad.

Por ejemplo, Tegucigalpa y Comayaguela producen diariamente toneladas de basura, para lo cual es lógico que se utilicen los servicios de centenares de mujeres y hombres que se encargan de la limpieza metropolitana y eso pues es una fuente de ingreso que ayuda mucho al problema de la desocupación laboral.

Pero, el consabido pero salta, cuando nos enteramos que desde inicios del mes de la Patria el tradicional sistema de recolección de deshechos sólidos ha cambiado, porque la Alcaldía decidió retirar de los barrios y colonias citadinos, los llamados ” contenedores” en los cuales la población depositaba todo lo que ya no le sirve y esta actividad se habia convertido en una fuente de ingresos económicos para aquella personas totalmente abandonadas de todos los beneficios, para llevar una vida decorosa. Esas personas habían adquirido el nombre de “pepenadores”, quienes desde muy temprano de la mañana y hasta altas horas de la tarde esculcaban los desperdicios que en tales recipientes depositaba la gente buscando algo de utilidad que pudiese agenciarles algunos centavos para su sobrevivencia y la de su familia, sobre todo cosas metálicas y plásticas que ellos revendian para reciclaje en lugares creados para estos menesteres; pero, ahora prácticamente han caído en la más vil de las miserias, ya que la mayoría son seres discapacitados mental y físicamente, ancianos y niños que también tenían una fuente de ingresos. Ahora este episodio ha pasado a ser parte de los muchos que conforman la historia tegucigalpense.

No sabemos si en el botadero municipal está sucediendo lo mismo, o sea que han expulsado a estos compatriotas indigentes del lugar.

La pregunta de la centuria es: ¿hacia donde llevaron esos botaderos que son de puro acero y consecuentemente le costaron un ojo de la cara al pueblo capitalino.?

Mientras todo esto sucede, el panorama urbanistico ha cambiado de tono, ya que la basura y fetidez con el consiguiente perjuicio para la salud abunda, pues de acuerdo con las nuevas disposiciones, estos deshechos hay que sacarlos a orilla de las calles y bulevares en horas de la mañana o en su defecto por la noche, lo que trae consigo que  perros, gatos y ratones callejeros hagan de las suyas rompiendo las bolsas plásticas y provocando una suciedad inmunda.

¿Que respuesta tiene su majestad don Jorge Aldana y su equipo municipal?

Elsa de Ramírez 

Tegucigalpa, M.D.C.

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