Por: SEGISFREDO INFANTE
Tengo a la vista la transcripción de un documento de primera mano enviado al rey de España el 14 de agosto de 1550. El original se encuentra en el Archivo de Indias en Sevilla, y es posible que la copia haya sido del genealogista hondureño Juan Valladares Rodríguez, en cuyos funerales, hace muchos años, estuve presente. Me llamó la atención que en el documento no aparece por ningún lado el nombre del obispo que remitió la carta, llena de quejas y aclaraciones. Al final de la última página hay una abreviatura que dice “Chri”. Pero tal sílaba no me aclaraba casi nada. Entonces le pregunté al padre Juan Ángel López quién era el obispo de la provincia de Honduras en 1550. De inmediato me contestó que se trataba de Cristóbal de Pedraza, dato que me fue confirmado por la doctora Daniela Navarrete, historiadora y docente.
Una semana después logré reencontrar, como por casualidad, el importantísimo libro “Iglesia y sociedad colonial en Honduras: Documentos del siglo XVI” (1994) del padre Edwin Aguiluz Milla, libro que hace tantos años reseñé, en donde se reproducen varias cédulas reales, manuscritos de Cristóbal de Pedraza y del posterior obispo fray Jerónimo de Corella, dirigidos a la Corte española. El hecho es que la carta en cuestión (la del 14 de agosto de 1550) ni siquiera se reproduce en el libro de Aguiluz Milla.
Don Cristóbal de Pedraza, quien llegó al villorrio de Gracias localizado en la provincia de “Higueras y Cabo de Honduras” con el título de “Protector de Indios”, y que más tarde se convirtió en el primer obispo residente de Honduras instalándose en Trujillo, en la carta mencionada se lamenta de seis cosas básicas: 1) Que el rey de España (o el príncipe corregente), se ha negado a contestarle las penúltimas cartas. 2) Que es inapropiado que el obispado de Honduras sea tutelado por el arzobispo de Santo Domingo, dada la lejanía geográfica y la dificultad de transportarse por mar, en doble vía. 3) Según citas textuales, con la ortografía de aquella época, se señala a los calumniadores o a los malos asesores de “su magestad”, calificándolos de “demonios”, por haber acusado de “ladrones y rrobadores” tanto al obispo de Trujillo como a otras autoridades eclesiásticas del “Reyno de Guatemala”. Pedraza afirma que él es uno de los hombres más rectos, honestos y desprendidos en el Nuevo Mundo, al financiar de su sueldo a otros clérigos y darles de comer a los pobres y a los indios, al grado de despojarse de sus propios dineros y alimentos, para cuya demostración ofrece testigos. 4) Se ratifica la tremenda pobreza de la provincia de Honduras. 5) Se suplica a la Corona (Sic): “por amor de jhesuchristo vuestra magestad mande abrir la puerta a que vengan a estas partes todos los clérigos que quisieren sin que se les ponga ningún ynpedimento” (…) “para la salvacion de las animas de estos pobres yndios”. Advierte, además, que en la provincia solamente hay “siete curas” ubicados en los siguientes lugares: Trujillo, Puerto de Caballos, San Pedro, Gracias, Comayagua, San Jorge de Olancho y Nueva Salamanca. 6) Pedraza se queja sobre asuntos eclesiásticos, como el de la recolección de diezmos, que están siendo administrados por civiles, al grado que algunos de ellos se hacen pasar por frailes y sacerdotes, o se visten como tales, y viceversa.
Mis observaciones al documento son varias, pues se trata de una carta de veintiún páginas transcritas, mismas que no son nada fáciles de leer. Intentaré sintetizar un par de opiniones personales al respecto. Ante todo, el licenciado Cristóbal de Pedraza llega a Honduras en 1538, con los siguientes títulos y mandatos: Chantre de la Catedral de México, Protector de Indios en la Provincia de Higueras y Cabo de Honduras, lo mismo que encargado del capítulo espiritual mientras la cátedra obispal se encuentre vacante. Al instalarse en Gracias (1538-1539) envía una carta de relación, pormenorizada, a la Corona española, relatando la triste situación de los indios del occidente de la provincia, los diversos comportamientos de los conquistadores y primeros colonizadores, y la necesidad de resolver o anular la esclavitud indígena. Todo esto lo obligó a enfrentarse con algunos conquistadores que posteriormente le hicieron propaganda dañina, por medio de otros individuos poderosos, cuando él fungía como obispo en la ciudad de Trujillo, lo cual significa que desde aquellos lejanos tiempos los “informes” que viajan desde la periferia hasta la Metrópoli, llegan a veces cargados de chismes, maledicencias, tergiversaciones, exageraciones e inclusive calumnias. Por eso se debe leer con muchísima responsabilidad y tacto cualquier documento internacional. De lo contrario pagan justos por pecadores. En cuanto a la pobreza financiera de Honduras, esta chocaba con la riqueza o abundancia de los recursos naturales de la provincia que describía el mismo Pedraza en una carta de relaciones del año 1544, y otras cartas más.