Por: SEGISFREDO INFANTE

            En un par de ocasiones escuché, hace más de diez años, a un técnico sugerir la existencia de una “geografía inteligente”. Sugerencia que se convirtió, para mí, en una nueva extrañeza verbal que venía a sumarse a los tantos tipos de “inteligencia” que han venido proliferando en las últimas tres décadas. Me quedé en silencio pensando en los alcances de tal expresión, considerando que el tema de conversación, en aquel momento, giraba en torno a los capítulos siempre postergados del desarrollo económico, financiero y social del pueblo hondureño, por regla general sumido en el atraso.

            Uno de los temas de diálogo que propuse, se relacionaba con la irregularidad montañosa del territorio hondureño, con pocas o malas carreteras, y, en la misma línea observadora, con la fea incomunicación entre diferentes subregiones geográficas del país, que han obstaculizado la circulación de los productos mercantiles y de consumo, y el desarrollo integral de nuestra sociedad. En un ensayo redactado a la ligera en la segunda mitad de la década del ochenta del siglo anterior, quizás esbocé las diferencias entre los mestizos extrovertidos que vivían cerca de las líneas costeras de Honduras, y los hombres y mujeres del interior con carácter montañés, es decir, con un carácter que hasta hace poco tiempo se ha traducido en timidez, actitudes hurañas y, paradójicamente, en pensamiento profundo, o con tendencia hacia la profundidad dialogal. Por supuesto que también se evidencian rasgos comunes, al margen de la geografía, entre los costeños y los interioranos catrachos, y es aquella disposición a los actos pendencieros y anarquistas, al margen de las ideologías de turno, vengan de donde vinieren. Fuimos maestros, en materia de anarquismo sin aparente sentido, en el curso del siglo diecinueve y tres primeras décadas del veinte, como también lo han sido otros pueblos centroamericanos. Todavía hay fuertes resacas de aquella vieja cultura anárquica y aislacionista, que siempre trata de saltar a la superficie, a veces en las simples conversaciones ocasionales, o en los actos confrontativos, infiriendo enormes daños a los procesos de crecimiento económico y social, y a la dignidad humana.  

            Si acaso se tratara de condiciones geográficas (o geológicas) encaminadas a explicar las personalidades de los pueblos y sus dirigentes, diríamos que el “Cercano Oriente” ha sido la tierra más propicia en favor del surgimiento de profetas y místicos de diversos discursos. Pero también de un amor por las letras. No es casual que los primeros signos escriturales con sentido fónico, hayan surgido en Sumeria, es decir, en Mesopotamia, cerca de los ríos, los desiertos y el Golfo Pérsico, y que tales conocimientos se hayan extendido hacia el mar Mediterráneo y el mar Rojo, en donde también los egipcios ensayaron, por su propia cuenta, los primeros jeroglíficos. Los desiertos de rocas y arenas son propicios para templar los caracteres de hombres legendarios con personalidades fuertes o acrisoladas que poseían y emitían mensajes locales, pero también universales, como en los casos de Abraham, Moisés, Job, Elías e Isaías.

            Sería harto difícil delinear las personalidades singulares de Zaratustra, Jesucristo y Mahoma en las junglas del río Amazonas. Ello a pesar de los esfuerzos novelísticos e históricos de Mario Vargas Llosa por instalar en el gran sertón brasileño a un predicador de inspiración profética, con muchos seguidores cristianos y complicados, en medio de guerras civiles coyunturales y entre dos siglos turbulentos. Por analogía el escritor Leonardo da Jandra sostiene la posibilidad de escribir “Filosofía” en la Selva Lacandona del sur de México, en el Estado de Chiapas. José Cecilio del Valle, dos siglos antes de la fecha actual, acariciaba la utopía de formar filósofos indígenas en un tiempo en que se habían impuesto en Guatemala y en el resto de América Central, los pensadores y políticos criollos, herederos directos de españoles y de otras partes de Europa. La utopía de José del Valle ahora mismo podría convertirse en realidad.

            Es probable que la configuración geológica incida sobre el espíritu de los individuos y colectividades que asumen cosmovisiones especiales ante la vida, a partir de determinadas actividades productivas. Según el economista Oded Galor, en su libro “El viaje de la humanidad” (2022), las civilizaciones originarias se diferenciaron por causa de cosas que producían. Las civilizaciones arroceras han presentado la tendencia, según este autor, a ser colectivistas, y las productoras de trigo tienden a ser individualistas. Habría que analizar, añadimos nosotros, a las civilizaciones que fueron productoras originarias de maíz y frijoles, con una domesticación tardía de animales.

            Creo en la convergencia de los factores geográficos, climáticos y económicos de cada comunidad. Pero también pienso en el poder de la palabra escrita y de la imaginación creadora de los individuos. De tal modo que me resultaría difícil suscribir el enunciado de “geografía inteligente”. Preferiría el concepto de “Un Diseñador Inteligente”.

Loading

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuar!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here