Por: Juan Ramón Martínez

Como otras buenas amistades, no recuerdo cuando empezó. Por años, tuve la impresión que habíase iniciado desde siempre. Pero no. Mario Hernán nació en Comayagüela, bajo la protección de una madre fuerte y luchadora que logró la proeza, sola, de sacarlo de la calle; y evitar que cayera en el delito, para hacerlo un hombre de bien. Aunque para ello, tuvo que ingresarlo a la escuela que Calixto Carías había creado en la Penitenciaría Central, para atender a jóvenes infractores que, para entonces, no querían ir a la escuela; y, jugaban en la calle. Eran otros tiempos. Los problemas también. Y las soluciones, tenían otras direcciones. Se forjó un carácter, aprendió la dinámica de las disciplinas; y descubrió que el honor y el orgullo, eran la base de su escala de valores.

Al doblar los 18 años, la vida lo hizo adulto. Alto, frente amplia, cabello lacio, voz grave y sonrisa fácil. Todo un Luis Aguilar. Obligado por la formación, descubrió la magia del lenguaje como arma defensiva. Conversaba con facilidad y hacía amistades fácilmente. Un día descubrió la radio, y se volvió locutor. Y allí, encontró el afán de su vida. Y, el espacio donde conquistó sus lauros definitivos. Curioso y amigo de los detalles, se acercó siempre a los más inteligentes y de más carácter. Por lo que además de locutor, cultivó la lectura, acumuló información y aprendió a escribir noticias. El periodismo le dio la profesión definitiva. Se hizo liberal, como casi todos: por oposición a los conservadores; y creyó que, por ese camino podía preservar y defender la libertad. Siguió a Villeda Morales y trabajó en su gobierno, hasta 1963. Después, aprendió a moderar sus posturas y defendió el profesionalismo que le permitió incursionar en las relaciones públicas, aproximándose e intimando con los intelectuales de su época. Bajo la figura de Juan Ramón Molina y el liderazgo de Eliseo Pérez Cadalso, entró al grupo de los que querían honrar la figura del bardo de Comayagüela. Y desde aquí, hasta el alero de la APH, nave insignia del periodismo nacional, forjó una postura y estableció una posición desde la cual, hizo amigos, construyó sueños y edificó una obra que lo dignificó y lo volvió útil a Honduras.

Amigo de los detalles, descubrió la historia y por su memoria, fue un contertulio hábil e interesante. Cuando murió Ramón Oquelí, con naturalidad, se preguntó quién respondería a las preguntas, de los que éramos entonces, sus amigos. Previendo la fragilidad de la vida, que le dio más años, más que a muchos, Mario Hernán, publicó libros en donde protegió sus recuerdos de los engaños de la memoria. Bajo las páginas bellas que honran su nombre, se volvió amigo de la historia. Así, salvo las anécdotas que no había compartido con sus amigos y dejó en claro, dos momentos que, no le llenaban de orgullo. El primero, lo compartió con muchos: su tiempo en la Guardia Civil, como agente y detective encargado de luchar contra el delito. Y otro, la vergüenza por el crimen cometido por la Guardia Civil, contra nacionalistas indefensos en Los Laureles. Nunca perdonó este delito, porque el crimen político, lo consideró la peor manifestación del poder irracional; y la contradicción más grave con la doctrina liberal. Y en el último tramo de su vida, sin que a casi nadie se lo confiara, pudo descubrir como siempre, que la revuelta de Manuel Zelaya era contra el Partido Liberal. Por lo que, si bien al principio lo acuerpó atacando a sus amigos, para defender sus actos, al final, le dio la espalda; y, se mantuvo fiel al Partido Liberal y a sus amigos. Supimos que habíamos luchado en bandos distintos; pero nunca nos lo dijimos. La amistad era más importante que, cualquiera otra cosa.

Siempre me llamó Moncho. Así había tratado a Ramón Amaya Amador, mi paisano inevitable. Nos llamábamos por teléfono; o, conversábamos frecuentemente. Escribimos juntos en LA TRIBUNA. Varias veces le visité en su casa para saber de su salud y oír de su gusto por la vida. Junto a Elsa Ramírez su esposa, le acompañé en los actos sobresalientes de su vida académica. Cuando recibió el Premio Nacional de Literatura. Igual que ahora, al final de sus días, con este artículo, resalto su figura de caballero ejemplar. Y amigo inolvidable.

ed18conejo@yahoo.com

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