Por: SEGISFREDO INFANTE

            Gonzalo R. Luque publicó un libro titulado “Memorias de un sampedrano”, con fecha 31 de mayo de 1979. Es un libro de variedades basado en sus recuerdos individuales enmarcados, de modo predominante, en los finales del siglo diecinueve y primeras dos décadas del veinte, con nombres de familias, comerciantes, políticos, militares, montoneras sangrientas, finqueros, médicos, profesionistas y artesanos más llamativos de San Pedro Sula. Podría insinuarse que “Chalo” Luque era poseedor de una memoria privilegiada, con las imprecisiones y ambigüedades que son propias de la “historia oral” (la de él, su señora madre y la de otros informantes) y que son inherentes, dichas limitaciones, a la capacidad cerebral ligada con el almacenamiento de datos, de todos los seres humanos, según me ha ilustrado un amigo médico que es un apasionado de los temas “neurocerebrales”.  

No poseo mayores referencias sobre este autor; pero al hojearlo nuevamente he reparado en varios detalles. El primero de todos es que se me antoja pensar que don Gonzalo Romero Luque intentó llenar los posibles vacíos historiográficos y geográficos relativos al origen del villorrio, y a las estructuras de parentesco, del inolvidable profesor Perfecto H. Bobadilla, quien había publicado, varios decenios hacia atrás, la  interesante “Monografía geográfica e histórica de San Pedro Sula; cuarto centenario de su fundación (1536-1936)”, en cuyas páginas menciona varias veces el nombre de mi señor padre, un republicano español llamado José G. Infante, quien se había instalado en la zona norte de Honduras, sobre todo en San Pedro Sula y en la bahía de Omoa, y viceversa. (Mi abuela paterna se llamaba Ana Infante de González, española también).

            El segundo detalle es que, según las fotografías que publica “Chalo” Luque, San Pedro Sula continuaba siendo un “pueblón” de cuatro barrios pequeños a comienzos del siglo veinte, y que la mayoría de sus habitantes provenía del occidente o del interior de Honduras. Los padres y abuelos de R. Luque eran oriundos de La Libertad, Comayagua, y del “partido” de Yoro. Habría que añadir que según este libro ya habían arribado a San Pedro Sula los nuevos españoles y los norteamericanos confederados; también los alemanes, italianos, palestinos, ingleses y franceses. Pero una de las fotografías que más me llama la atención es la del barrio “El Benque”, una completa aldea orillera, con ranchitos de bahareque y paja, que ahora se encuentra en el centro moderno de la ciudad. Se presume que yo pasé los primeros años de mi infancia ahí por los barrios El Benque y Guamilito, en donde he logrado fotografiar la bonita y amplia residencia que fue propiedad de mi padre, en franco proceso de remodelación. (Ignoro quiénes sean los dueños actuales: tal vez algunos parientes políticos lejanos oriundos de Trinidad, en Santa Bárbara; o de La Ceiba y Omoa).

            Pero a lo que centralmente deseo referirme es a la plaga de langostas que invadió, según Gonzalo Luque, el valle de Sula en “1914”. Veamos lo que narra (Sic): “Eso fue terrible, no se podían contar por números sino por centenares de toneladas, venían como manchas que oscurecían el sol, se paraban en las ramas de los árboles inclusive en palos de cocos y las quebraban, tal el número y el peso; arrasaban con milpas, frijolares, potreros y cuanto árbol tuviera hojas y en general todo cultivo que encontraban a su paso.” (…) “Era indescriptible aquel castigo de Dios, y lo peor es que por donde iban pasando, iban dejando huevos y a los pocos días venían las grandes “naciencias” por cienes de toneladas de los hijos, llamados chapulín saltón.” (…) “Las autoridades ordenaron que se les hiciera bulla con latas de gas, gasolina y tinas viejas, con palos y hacer humos” (…) “La autoridad ordenó hacer zanjos en los solares, potreros, guamiles y al lado de todos los caminos, en cuanto se llenaban las zanjas había que acudir a quemarlos antes de que echaran alas, y éstas les salían a los pocos días de nacidos.”

            Aquello debió haber provocado una tremenda hambruna en el valle de Sula y en otras zonas del país. Pero “Chalo” Luque nada dice al respecto. Mi ya fallecida abuela materna (María de los Ángeles López) relataba que en Olancho había caído la plaga de langostas arrasándolo todo. Y que se utilizaba el mismo procedimiento de arrear a los chapulines a las zanjas y luego quemarlos o enterrarlos. También mi abuela contaba lo del fenómeno de la mal llamada “gripe española” que afectó a Honduras. Y creo que añadía el capítulo de las hambrunas.

            No deseo reinventar un apocalipsis. Pero la plaga de langostas sobre Honduras coincidió, posiblemente, con el inicio de la “Primera Gran Guerra” en 1914. Luego la plaga de langostas en la Isla de Cerdeña, en Italia, coincide con la trágica guerra actual sobre Ucrania, aun cuando pareciera tratarse de un trastorno climático.

         

Loading

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuar!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here