Doctor HORACIO ULISES BARRIOS SOLANO, Premio Nacional de Ciencia “JOSÉ CECILIO DEL VALLE”
Cada 22 de noviembre (como hoy), Honduras debería vestirse de fiesta para conmemorar como es debido el natalicio de una de sus figuras más trascendentales en la historia no solo nacional, sino también regional e incluso continental, como lo es José Cecilio del Valle, figura preclara que nos es desconocida en realidad. Pese a su legado y a su acendrado amor a Centroamérica, tenemos de él una vaga imagen de prócer de la independencia, pero que el rumor de su conservadurismo[1] pesa más que las luces de su pensamiento.
Trabajando en el proyecto de la Colección Bicentenario, hemos encontrado material escrito por prominentes hondureños haciendo honores a la figura de Valle. Pero ya desde el siglo XIX, uno de sus primeros biógrafos señalaba un enorme obstáculo que le detenía y que sigue deteniendo al estudio científico de la historia y de aquellos que han escrito en ella su nombre en letras de oro. Ramón Rosa expresaba a quien le había encomendado la escritura de la biografía de Valle -Marco Aurelio Soto-, esta triste dificultad:
“No son para dichas, Señor, pero sí para sufridas muy penosamente, las dificultades con que he tropezado al poner por obra la ejecución de mi encargo. Entre nosotros no se ha prestado atención a los estudios históricos, ni ha habido gusto por ellos; y de aquí ha provenido la pérdida de muchos materiales y datos preciosos, la cual ha embarazado, en gran manera el cumplimiento de mi misión”.
Es sin duda una triste verdad lo afirmado por Rosa, en nuestras sociedades la inclinación hacia los estudios históricos es endeble, encontrando por ello enormes vacíos en nuestra historia pasada y reciente. La figura de luminarias como el prócer Valle debería ser objeto permanente de estudios y enriquecimiento de su legado, en todos los niveles, sea la academia, el arte o una iniciativa ciudadana. Deseamos citar en este día 22 que celebramos el 242 aniversario del natalicio de quien admiradores y detractores por igual han coincidido en llamar el sabio Valle, la nota que en 1971 escribiría sobre él otra gran luminaria en la historia política, social y cultural de nuestra nación como lo fue Jorge Fidel Durón (1902-1995). A continuación transcribimos su escrito criticando un libro publicado unos años atrás y que se refería al prócer Valle en términos que no le hacían justicia, por su importancia en la interpretación y comprensión cabal de la figura de Valle, lo compartimos íntegro para el conocimiento de la comunidad universitaria y de la población hondureña en general, a continuación leemos sus palabras.
Por Jorge Fidel Durón. Diario El Día, viernes 27 de diciembre, 1971. Año XXIV, No. 7580. Páginas 3 y 10. Tuve que ir a San José de Costa Rica para poder adquirir esta obra del escritor salvadoreño, el excelentísimo Dr. Ramón López Jiménez, durante la Feria del Libro que tuvo lugar allá, mientras se desarrollaba el primer período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos. Impresa en 1968 por la Editorial José de Pineda Ibarra, del Ministerio de Educación de Guatemala, pretende darle relevancia a ciertos episodios de la agitada vida del prócer hondureño, que para el historiador guatemalteco Ernesto Chinchilla Aguilar “fue un numen pródigo de la acechanza y de la intriga.
Y, como diría un español de otros tiempos, ¡pardiez[2] que por poco lo logra probar! Porque cita a dos autores clásicos de la época independentista de Centroamérica, Dr. Alejandro Marure y Dr. Manuel Montufar, quienes jamás gastaron contemplaciones con el insigne Choluteca. Y, como se aproxima la fecha del Sesquicentenario del 15 de septiembre de 1821, es bueno que analicemos, siquiera brevemente, el libro del diplomático salvadoreño, escrito mucho tiempo antes del conflicto que vino a ensombrecer la vida del Istmo.
De mi señor padre, el ilustre historiador Dr. Rómulo E. Durón, aprendí, entre otras cosas, que los centroamericanos -de Guatemala hasta Costa Rica-, jamás perdonarán que Honduras los jineteara con hombres de la estatura de José Cecilio del Valle y de Francisco Morazán, que nunca han podido superar. Y como estos son hechos históricos no es malo recordarlos ya que tal como lo hicieron Marure y Montufar el siglo pasado y como hoy lo hacen López Jiménez y Chinchilla Aguilar en el presente. Hecha la anterior aclaración, entremos en el meollo de las cosas.
Fotografía por Juan T. Aguirre Parque Valle hacia el año 1890, así debía lucir la plaza siete años después de ser inaugurada la escultura en honor a José Cecilio del Valle
“No eran los criollos los que se oponían a que Valle llegara a la presidencia de Centroamérica, afirma Montufar, sino su inconsciencia a todos los partidos a los que perteneció; sus pasiones, y especialmente, la de la venganza, la tortuosidad de su conducta administrativa, el poco valor que parece ser de la esencia de la literatura, menguaban sus incontestables ventajas de talento, erudición, fecunda y conocimiento de todos los negocios de la República”. Bien, pero entre esto, natural en los humanos ambiciosos, y la comparación de López Jiménez con el procónsul terrorista de Lyon, Francia, que ordenaba espontáneas matanzas, existe un hondo abismo.
Dice D. Ramón, reconocido que Del Valle, desde la juventud, tuvo el nombre de Sabio; “no alcanzó la serena proporción del todo, sino cuando sus propias palabras servirían, como pueden servir, para medirlo o aborrecerlo, para compadecer sus errores y admirar tanta perseverancia y tan poca predisposición para enmienda, tanto afán de lucir y tanto paso en falso, cuando no en plena contradicción con la grandeza, que también era capaz de concebir aquella privilegiada y casi inolvidable inteligencia”.
Borrador de carta de José Cecilio del Valle para José J. Mora, fechada en Guatemala el 3 de julio de 1826. Pertenece a la colección histórica de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Desde que leí, en mis años mozos, la biografía iconoclasta de Abraham Lincoln por el famoso poeta norteamericano Edgar Lee Master, aprendí que se pueden descubrir los pies de barro de los héroes sin que por esto ellos pierdan un ápice de su grandeza. Valle fue dos veces candidato a la presidencia de Centroamérica; la primera se la birló el salvadoreño Manuel de Jesús Arce, la segunda se la arrebató la muerte, no sin que antes brillara, con su fabulosa estrella, su figura eminente en el Congreso mexicano del Imperio de D. Agustín de Iturbide.
Tenemos que reconocer las flaquezas de los hombres, todos las tenemos y Del Valle no pudo escapar de ellas, no sin que en un foro trascendental como el que le ofrecía el México de la independencia, llegara a escalar las más cimeras posiciones tanto en el conclave imperial como en el gobierno que le llevara primero a la Cancillería y, enseguida, como Ministro General del Imperio. ¿Señáleseme a un solo centroamericano que, a lo largo de la historia, ha logrado alcanzar semejantes honores?
El Dr. López Jiménez, desde luego, hace constar en el prólogo que la condición de sabio de José Cecilio del Valle, él la ha interpretado sin beneficio de inventario. Se refiere, pues a él en su condición de político y de patriota, de leal defensor de la monarquía española. Del Valle era un criollo, era auditor de Guerra del Ejército Español en Guatemala y, como tal, acataba las disposiciones reales. Es más, creía que Centroamérica no estaba preparada entonces para gobernarse por sí misma. Nuestra historia accidentada sucesiva vino a darle la razón.
Dice el autor que guarda entrañable admiración por la figura de Valle como investigador científico, como amigo de Jeremías Bentham, como autor de escritos valiosos. Valle era múltiple, era polifacético y lo rodeaban hombres mediocres. Su impaciencia quizás derivada de que él sí sabía en qué consiste gobernar, sobre todo gobernar una nacionalidad incipiente. Basta recordar sus ideas como pionero del Interamericanismo, que como lo acaba de decir el Primer Ministro, George Price, en Belice, son tan válidas como hoy lo fueron antaño.
Y esto para nosotros, PRIMA FACIE, el enfoque del jurista e historiador salvadoreño que enjuiciamos, la lección no tiene que ser otra que la que dictan los tiempos y las circunstancias. Honduras y su pueblo están en la obligación primordial de fortalecerse y vigorizarse, profesión de fe que se hace más propicia con la proximidad del Sesquicentenario de la emancipación política de la América Central. Solo produciendo hombres como Morazán y Valle mantendremos nuestra dignidad como nación. Y esto solamente lo lograremos a través de la educación y la cultura. Por medio de ellas comenzaremos a ser respetados por nuestros vecinos. Agosto de 1971.
[1] Los Dédalos de la otrora metrópoli y algunos en la actualidad escondieron su liberalismo moderado
[2] La exclamación ¡pardiez! está en desuso, pero durante varios siglos fue un término ampliamente utilizado como eufemismo (forma de aludir a algo sin necesidad de decir una grosería o blasfemar) por aquellos que querían realizar un juramento o exclamar algo en nombre de Dios.
[1] https://presencia.unah.edu.hn/archivo/2019/jose-cecilio-del-valle/