Por Rafael Delgado Elvir
Economista. Catedrático universitario

Es amigo de todos los capos. De los que ya están allá como los que todavía quedan aquí. Los de Tocoa, los de Copán, los del sur y lógicamente los de Gracias. Declaró además que era de su conocimiento los movimientos y los contactos de estos. Pero esa declaración desesperada no fue suficiente para el experto interrogador quien sabe que hay más que pláticas, cenas, visitas a rodeos y barbacoas. Tiene la certeza que los regalos que Tony Hernández recibía y la amistad aceptada, es solamente la punta de la madeja. Por otro lado, nosotros aquí en Honduras sabemos que la conclusión de este caso indicará la dimensión real del involucramiento de los que mandan actualmente en el criminal tráfico de drogas en Honduras.

El país permitió que esto se convirtiera en un problema de mil cabezas desde el momento en que el resultado de la narcoactividad se pudo blanquear en los negocios y en la banca. A partir de allí el rubro se convirtió en uno más, que progresaba apoyado por una red internacional en funcionamiento y prácticamente sin ningún impedimento para legalizar las ganancias obtenidas adquiriendo bienes raíces, empresas y consumo ostentoso. Contribuyó a este ascenso y enquistamiento, además el hecho que en el circo de la política electorera había necesidad de mucho dinero para estructurar caras campañas. Todos en una absurda competencia de quién gastaba más para cosechar votos y lealtades, se alegraban cuando las promesas de apoyo con dinero sobraban a cambio de esto o aquello. Con los negocios y la política infiltrados, siguieron los jueces, fiscales, militares y policías.

La gravedad de este asunto no se limita a los adictos que padecen aquí y allá por el consumo del estupefaciente. Regiones enteras caen presas de la violencia. Las muertes relacionadas con la actividad convierten al país en una zona de guerra. Caen miles de víctimas en las calles de las ciudades, muchas de ellas inocentes. Creo que intentar cuantificar en lempiras o dólares lo que esto significa es absurdo, sabiendo el dolor y la orfandad que esas muertes significan para las familias hondureñas.

Es necesario enfatizar que un país infiltrado por el narcotráfico no puede haber espacio para una economía vibrante, llena de oportunidades e igualdad para todos. En efecto, los negocios del narcotráfico prosperan y además hay quienes pueden recoger algún beneficio de toda esa red que hay que montar. Sin embargo, eso constituye migajas para un par de personas, comparadas con el daño que se produce para el resto de la gente.

Los trabajadores y emprendedores pagan un alto precio bajo la narcoeconomía. Allí no hay ley más que la del capo; no hay negocio con tantas oportunidades como la del narco a quien se le dan multimillonarios contratos con el narcoestado y a quienes las grandes empresas buscan afanosamente para cerrar jugosos negocio.

Solamente hay trámites y juicios rápidos, crédito expedito y protección de las autoridades de seguridad para el capo y sus compinches; las acciones de los alcaldes y diputados, respondiendo a las solicitudes de apoyo, se hacen con una diligencia inusual abriendo puertas en todas las oficinas de las instituciones públicas. En resumen, ese es el sistema económico y político injusto que se establece bajo el cual padece la gran mayoría.

Para los que han contribuido directamente y de manera complaciente a todo lo anteriormente mencionado, solamente cabe el castigo ejemplar de la justicia y de la gente. Tony Hernández obligado por la justicia norteamericana, se encuentra en el umbral, contando su historia y la de sus cercanos en la política y en los negocios; próximo a cruzar la puerta por donde deben pasar los que le han fallado terriblemente al país y a su gente.

delgadoelvir@yahoo.com

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