(primera parte)
Por Ricardo Puerta

Por migración hondureña internacional aquí se incluyen a los nacionales que se van al extranjero para trabajar, en busca de una mejor vida para ellos y su familia. Al menos el 90 por ciento de los que se van, termina “su viaje” en Estados Unidos (de ahora en adelante EE.UU), país de destino preferido por el emigrado hondureño. En consecuencia, ya en ese país del Norte vive alrededor de 1.2 millones de inmigrantes de origen hondureño, equivalente al 14% de la población total de Honduras. En términos alegóricos, ellos forman el Departamento número 19 de la nación hondureña. Otros 300,000 paisanos están regados por el resto del mundo, concentrados en España, Canadá e Italia.

Históricamente, el éxodo masivo de hondureños hacia EE.UU empezó a hacerse visible a partir de 1990, coincidiendo con el fin de los conflictos de la Guerra Fría en Centroamérica. Los hondureños se aprovecharon de la apertura que se dio en El Salvador, por razones geopolíticas, para emigrar a Estados Unidos. Al efecto, un buen número de hondureños, muchos de ellos con sus respectivas familias, se aprovecharon de la apertura y salieron “legalmente” hacia Estados Unidos a través de El Salvador, haciéndose pasar por “salvadoreños”, habilitados con documentación falsa de ese país.

En Honduras, la emigración hacia Estados Unidos se disparó después del Mitch, desde noviembre de 1998. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas/INE, el 81% del total de los hogares hondureños reporta tener uno o más miembros que se fueron al extranjero en los últimos 10 años, los mayores contingentes salieron entre 1998 y 2005.

La migración internacional ayuda a Honduras en dos formas. Sirve de válvula de escape a la presión que produce internamente por la creciente demanda insatisfecha de bienes y servicios públicos y sociales de parte de la ciudadanía Además, los significativos montos de remesas –que en forma continua llegan a Honduras enviadas por los migrantes– constituyen la mayor fuente de divisas para el país, con un impacto decisivo en la estabilidad macroeconómica de Honduras.

Pese a que la migración se ha convertido en un componente estructural de la vida nacional, hasta la fecha ha beneficiado a ciertos sectores, sin relación con el desarrollo incluyente y a largo plazo continuo que necesita el país. Este voluminoso movimiento de nacionales, con los productos que acarrea y genera, ya beneficia a sectores muy específicos de la sociedad hondureña, entre ellos, casas remesadoras, cambistas y especuladores de divisas, Banco Central de Honduras, sector bancario nacional y extranjero, cooperativas de ahorro y crédito, importadores y comercializadoras de muebles y electrodomésticos. Aún no existe una política nacional migratoria, con objetivos y metas a mediano y largo plazo, que proteja a los migrantes, ordene legal y operativamente el éxodo, al igual que el retorno de nacionales, y vincule todo ello al desarrollo personal, local, territorial y nacional. Estamos hablando en total del equivalente anual de 4 mil millones de dólares que debería estar orientando al desarrollo personal, local, territorial y nacional, y no sólo a grupos de intereses, como sucede ahora. Siempre esta formando parte del Producto Nacional Bruto –que técnicamente es la suma de lo que se transfiere desde exterior con lo que se produce aquí, expresando el gran total en unidades monetarias, en lempiras o su equivalente en dólares.

Según el INE, en una época normal, la corriente migratoria hondureña hacia EE.UU atrae un promedio de 25 personas por hora, sumando entre 80 mil a 100 mil hondureños por año. Los que se van, en su gran mayoría, son jóvenes; más hombres que mujeres, pero no por mucha diferencia. Ambos con menos de 30 años de edad. Se van más casados o en unión libre que solteros, aumentando con ello la feminización de los hogares hondureños. Se van los que tienen una mayor escolaridad, sin sobrepasar el nivel primario de educación. La mano de obra que sale al exterior posee baja calificación. No tiene los conocimientos y destrezas propias de estos tiempos, y mucho menos los que competiría ventajosamente en Estados Unidos para lograr un empleo de buena paga y estima social.

Muchas de las características anteriores, sin embargo, se convierten en ventaja al momento que un inmigrante hondureño busca empleo en EE.UU. a nivel de los estratos más bajos, en las llamadas “posiciones de entrada” del mercado laboral. Los nacionales de EE.UU. no quieren ni siquiera competir como candidatos para esas posiciones, ni siquiera los afroamericanos desempleados que viven de la pensión del gobierno que les manda mensualmente el Departamento de Bienestar Social, conocido popularmente por “Welfare”. Casi todas esas posiciones son de baja paga –escasamente de salario mínimo– y socialmente gozan de poco reconocimiento. En consecuencia, en los mercados laborales de un país desarrollado como EE.UU. hay una oferta deficitaria permanente de mano de obra nacional para las posiciones de entrada al mercado laboral, aún en épocas como la actual, caracterizada por alto desempleo y bajo actividad económica. .

Los hogares hondureños con migrantes sobresalen en promedios con relación a las medias nacionales de ciertas variables relativas al Indice de Desarrollo Humano/IDH, demostrando con ello que sus miembros en Honduras no pertenecen a los estratos socioeconómicos más bajos en Honduras. Son mucho más urbanos. Las personas que se encuentran al frente de dichos hogares han terminado más años de educación secundaria o de estudios superiores. Y sus jefaturas tienden a ser más femeninas. Por último, los hogares con migrantes se encuentran ubicados en los Departamentos de menor pobreza en Honduras: Cortés, Francisco Morazán, Olancho, Yoro, Valle y Atlántida, que juntos contribuyen con el 58% de la emigración total.

Desde el segundo semestre del año 2008, el flujo de hondureños hacia EE.UU. ha disminuido. Hasta el momento, nadie sabe a ciencia cierta en cuánto se ha reducido por el mpacto de la crisis. Pero atreviéndome a dar un estimado en rangos probables, la caída podría estar oscilando entre el 30% y 40% de lo habido en tiempos normales. Es decir, si antes del 2008 se iban entre 80,000 y 100,000 al año, actualmente podrían estarse yendo entre 50,000 y 60,000 hondureños al año para EE.UU. No olvidemos que en ese estimado siempre van incluidos algunos deportados a Honduras por vía aérea. Los deportados desde, que pisan suelo hondureño, y son entrevistados en el Centro de Atención al Migrante Retornado/CAM, dicen que no quieren quedarse en Honduras, sino regresar a EE.UU , no importa como sea, aún como “irregulares”.

Entre los que se van, una buena parte lo hace por tierra, en forma desordenada, y sin la documentación que exigen las autoridades migratorias – México país clave de tránsito en la ruta– y Estados Unidos, país final de la travesía. Sin embargo, contrario a lo que se cree, la mayoría de los hondureños que se van por tierra e intenta llegar a tierras norteamericanas, lo logra. De lo contrario, jamás se hubiera tener la numerosa diáspora hondureña que vive hoy en suelo estadounidense.

La condición migratoria de los hondureños en territorio norteamericano es diversa. Dentro de los 700 mil hondureños que tienen edad de trabajo en EE-UU, un poco más de la mitad esta “irregular”, sin documentación para residir y poder trabajar en condiciones legales en ese país. Y dentro de los 300 mil que estan en situación migratoria “regular”, se cuentan los residentes de EE.UU (con Green Card/Tarjeta Verde), los naturalizados con ciudadanía norteamericana que no pasan de 250 mil y los 75 mil hondureños que siguen protegidos por el Permiso Temporal de Trabajo/TPS; un programa solidario concedido por el Gobierno de EE.UU a Honduras en compensación por la tragedia del Huracán Mitch, que produjo 6,800 muertos, 3,900 desaparecidos, 12,000 damnificados y pérdidas materiales por unos 5,000 millones de dólares.

Hay también diferencias significativas en la historia y demografía de los hondureños, como parte de la población de orígen latinoamericano en Estados Unidos, estimada hoy en unosi 50 millones. Los latinos están considerados “la minoría de mayor y más rápido crecimiento en Estados Unidos”. La población de EE.UU, se estima para el 2010 en unos 300 millones de habitantes.

Los hondureños constituyen la comunidad de inmigrantes más pequeña en la población de origen latino en EE.UU. Los hondureños ni siquiera llegan al 3% de ese total, contando “documentados” e “indocumentados”. La diáspora hondureña es además de reciente formación, de aparecimiento tardío, en relación al resto de los centroamericanos (guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses) y los caribeños (dominicana y cubana). Quizás por ser la más pequeña y la de más reciente despegue, la comunidad migrante hondureña muestra el mayor crecimiento entre los éxodos latinos asentados en EE.UU.

Las comunidades de origen hondureño y de otros países latinoamericanos que se formaron antes se vuelven importantes para el recién llegado. Estas comunidades tienen acumulado un capital social útil al inmigrado para satisfacer sus necesidades e intereses de llegada, y después, para socializar, expresarse y prosperar dentro de las estructuras establecidos. El capital social mide la colaboración social entre los diferentes grupos de inmigrantes. El término también es aplicable a colectividades locales, regionales y nacionales, sean asociaciones de paisanos, clubes sociales, deportivos, recreativos, ecológicos, de defensa de los derechos, iglesias, cooperativas etc. A nivel individual el concpeto mide las oportunidades que surgen a partir de esa colaboración, con atención a tres fuentes: la confianza mutua, las normas efectivas y las redes sociales.

Muchos migrantes hondureños lograron llegar e instalarse en EE.UU, gracias a

la ayuda que recibieron de otros que antes habían emigrado. Con esas ayudas, en forma de préstamo o gratuita –dinero e información– resolvieron las necesidades de viaje –durante la travesía o el viaje– y a la llegada, también solucionaron las exigencias de vivienda, muebles, enseres, ropa, transporte y conectes para conseguir trabajo.

Estos hechos demuestran que la migración internacional hondureña puede explicarse, al menos, por tres causas: 1) por redes de apoyo creadas por migrantes anteriores, 2) por factores de expulsión en el país emisor, que por negativos –salarios bajos, empleos precarios, servicios públicos insuficientes en calidad o cobertura, y falta de oportunidades– le obligan a irse de Honduras y 3) por factores de atracción del país receptor, valorados positivamente – salarios más altos, empleo fijo y mercado laboral en crecimiento constante– que alimentan el sueño de vivir y trabajar en el país receptor, en este caso, EE.UU.

El párrafo anterior sugiere que le echemos un vistazo a la literatura especializada para saber qué son las migraciones internacionales, por qué suceden y qué resultan de las mismas. En un rápido análisis encontramos 8 distintas teorías que identifican las migraciones internacionales como un fenómeno humano, con características multifacéticas y de interés multidisciplinario, y son las siguientes:: De la Economía Neoclásica, de los Sistemas Mundiales, De las Redes, Institucional, de la Acumulación Causal, de los Sistemas de Migración, del Modelo Histórico Estructural y del Mercado Dual de Trabajo. Aunque entre ellas predominan las de tipo economicista, el resto recalca variables de tipo cultural, social u organizativo. Cada una de esas concepciones y enfoques, en su calidad de teorías válidas, permite entender las migraciones internacionales por sus características, y explicarlas por sus causas y efectos. En un escrito como éste, no procede desglosar cada teoría. Entraríamos en una disgregación especulativa, de demasiado contenido.

Pero teniendo en cuenta lo producido, nos damos cuenta que entre las migraciones latinoamericanas en Estados Unidos, la mexicana atrae el mayor número de cursos universitarios, diplomados, centros de conocimiento, de investigación y de políticas públicas. Así como el mayor inventario de monografías, informes y revistas especializadas. Las características de la migración mexicana justifican el caudal acumulado (continuará…)

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